lunes, 29 de noviembre de 2010

La Vida Cristiana Victoriosa Capitulo Tres

por Alan Redpath

Contando el Costo

Josué 1:11

 Josué hijo de Nun envió desde Sitim dos espías secretamente, diciéndoles: Andad, reconoced la tierra, y a Jericó. Y ellos fueron, y entraron en casa de una ramera que se llamaba Rahab, y posaron allí.
 Y fue dado aviso al rey de Jericó, diciendo: He aquí que hombres de los hijos de Israel han venido aquí esta noche para espiar la tierra.
 Entonces el rey de Jericó envió a decir a Rahab: Saca a los hombres que han venido a ti, y han entrado a tu casa; porque han venido para espiar toda la tierra.
 Pero la mujer había tomado a los dos hombres y los había escondido; y dijo: Es verdad que unos hombres vinieron a mí, pero no supe de dónde eran.
 Y cuando se iba a cerrar la puerta, siendo ya oscuro, esos hombres se salieron, y no sé a dónde han ido; seguidlos aprisa, y los alcanzaréis.
Más ella los había hecho subir al terrado, y los había escondido entre los manojos de lino que tenía puestos en el terrado.
 Y los hombres fueron tras ellos por el camino del Jordán, hasta los vados; y la puerta fue cerrada después que salieron los perseguidores.
 Antes que ellos se durmiesen, ella subió al terrado, y les dijo:
 Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país ya han desmayado por causa de vosotros.
 Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a los cuales habéis destruido.
Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra.
 Os ruego pues, ahora, que me juréis por Jehová, que como he hecho misericordia con vosotros, así la haréis vosotros con la casa de mi padre, de lo cual me daréis una señal segura;
y que salvaréis la vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y a todo lo que es suyo; y que libraréis nuestras vidas de la muerte.
Ellos le respondieron: Nuestra vida responderá por la vuestra, si no denunciareis este asunto nuestro; y cuando Jehová nos haya dado la tierra, nosotros haremos contigo misericordia y verdad.
Entonces ella los hizo descender con una cuerda por la ventana; porque su casa estaba en el muro de la ciudad, y ella vivía en el muro.
Y les dijo: Marchaos al monte, para que los que fueron tras vosotros no os encuentren; y estad escondidos allí tres días, hasta que los que os siguen hayan vuelto; y después os iréis por vuestro camino.
Y ellos le dijeron: Nosotros quedaremos libres de este juramento con que nos has juramentado.
He aquí, cuando nosotros entremos en la tierra, tú atarás este cordón de grana a la ventana por la cual nos descolgaste; y reunirás en tu casa a tu padre y a tu madre, a tus hermanos y a toda la familia de tu padre.
Cualquiera que saliere fuera de las puertas de tu casa, su sangre será sobre su cabeza, y nosotros sin culpa. Mas cualquiera que se estuviere en casa contigo, su sangre será sobre nuestra cabeza, si mano le tocare.
Y si tú denunciares este nuestro asunto, nosotros quedaremos libres de este tu juramento con que nos has juramentado.
Ella respondió: Sea así como habéis dicho. Luego los despidió, y se fueron; y ella ató el cordón de grana a la ventana.
Y caminando ellos, llegaron al monte y estuvieron allí tres días, hasta que volvieron los que los perseguían; y los que los persiguieron buscaron por todo el camino, pero no los hallaron.
Entonces volvieron los dos hombres; descendieron del monte, y pasaron, y vinieron a Josué hijo de Nun, y le contaron todas las cosas que les habían acontecido.
Y dijeron a Josué: Jehová ha entregado toda la tierra en nuestras manos; y también todos los moradores del país desmayan delante de nosotros.

—Josué 2:1–24
En nuestras meditaciones anteriores en el libro de Josué, hemos llegado, confío yo, a darnos cuenta de que la tierra de Canaan en el Antiguo Testamento corresponde con la tierra de plena bendición que nos espera a todos aquí y ahora en Jesucristo Nuestro Señor. Es el propósito de la redención de Dios: El nos ha sacado para poder introducirnos.

En esta tierra no se puede entrar por esfuerzo moral o por logros morales. Le es confiada por Dios a un representante, Josue en el Antiguo Testamento, Jesús en el Nuevo, y a través de ese representante la bendición es impartida al pueblo de Dios. Debe ser poseída por fe: “Yo os he entregado, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.” Y así es con nosotros. Dios nos ha bendecido con toda bendición espiritual en Cristo, pero toda bendición tiene que ser reclamada por fe y considerada nuestra a través de Jesús nuestro Señor.

Llegamos a un punto muy significante en la historia, cuando el pueblo de Dios estaba por entrar a la tierra de Canaan, y descubrimos que tuvieron que esperar durante tres días. “Y Josué mandó a los oficiales del pueblo, diciendo: Pasad por en medio del campamento y mandad al pueblo, diciendo: Preparaos comida, porque dentro de tres días pasaréis el Jordán para entrar a poseer la tierra que Jehová vuestro Dios os da en posesión.” (Josué 1:10–11).

Lo mas difícil de hacer para todos nosotros es el quedarnos quietos y no hacer nada, esperar hasta que hallamos heredado las promesas. Pero Dios tiene un gran propósito que llevar acabo en cada tiempo de espera, aunque muy a menudo Su pueblo se pierde de ese propósito por su impaciencia con el Señor durante la espera. Quiero pensar juntamente con usted acerca de ese tiempo de espera, y en quedarse quietos y contar el costo de lo  que significa heredar la bendición en Jesús nuestro Señor.

¿Por qué se le mando al pueblo esperar, y por que se le dijo que en tres días pasarían el Jordan? Observaremos tres verdades muy sencillas en esta porción de las escrituras en particular, y debe ser nuestra oración que El Espíritu Santo grave estas cosas en nuestro corazón.

Primero, habría un alma para salvar. Josué (la historia la encontramos en el Segundo capitulo) envió espías a la ciudad de Jericó, y ellos fueron a la casa de Raab.

Ahora, la vida en Jericó seguía su curso, los negocios se celebraban de acuerdo con las costumbres cotidianas; pero la ciudad estaba bajo la sentencia del juicio de Dios. Lo habitantes hacían alarde del río que estaba entre ellos y el ejército invasor del otro lado. Estaban orgullosos de su ciudad, de sus muros, de sus fortalezas, pero delante del cielo sus iniquidades habían llegado a su límite. No había duda de que los habitantes de Jericó tenían que reconocerlo—en dos semanas Dios enviaría Su juicio y la ciudad sería un montón de ruinas y escombros.

Pero dentro de la ciudad había una vida que tenía fe en Dios—no una fe muy fuerte, de ninguna manera una fe perfecta, pero Raab creía en el Dios Viviente, y no se avergonzaba de que se supiera que tenía fe. Su fe era de tal calidad, cuando menos, que encontramos referencias a ella en la gallería de los héroes de la fe en el libro de hebreos, capitulo 11. También el Apóstol Santiago hace un comentario acerca de esta fe cuando dice que la fe de Raab—a diferencia de la fe de alguna gente—fue evidenciada por sus obras, y por lo tanto fue justificada ante los ojos de Dios. Ella tuvo suficiente fe para identificarse a si misma con el pueblo de Dios, poniendo un hilo escarlata en su ventana.

Por su fe, y el albergue que dio al pueblo de Dios en su hogar, ella se convirtió en coparticipe de todas las bendiciones de la tierra de Canaan. Ella fue parte del linaje de Jesucristo mismo. La fe de esta mujer produjo obras, y las obras produjeron bendición.

Había un alma que salvar, y hasta que esa alma fuera salva el juicio de Dios fue detenido. Esta es siempre la forma que Dios usa para lidiar con los hombres. Un solo hombre justo vivía en la ciudad de Sodoma, y Dios no pudo hacer nada sino hasta que ese hombre para quien El había propuesto liberación hubiera salido de la ciudad. Una débil, pecaminosa  e inmoral mujer solo tuvo que tocar el borde del manto de Jesús y Su marcha hacia el Calvario fue detenida para que El pudiera salvar su alma. Un pobre y ciego pordiosero clamo desde el camino, “O Jesús ten misericordia de mi” y lo que toda la gente no pudo hacer, lo que sus discípulos no pudieron hacer por que su rostro estaba fijo en llegar a Jerusalén, el clamor de un alma necesitada lo logró—ante este clamor Jesús se detuvo. Esta ha sido siempre la forma del Maestro—El no quiere que nadie perezca.

Vivimos en un mundo que está bajo el juicio de Dios, y no hay duda de que la iglesia tiene que reconocerlo. Alguna gente nos dice en estos días que debemos capturar al espíritu de este siglo. ¡Dios nos guarde! Nuestra tarea es reprender al espíritu de este siglo y retarlo por Jesucristo. El mundo está bajo el juicio de Dios, pero a la diestra de Dios en el cielo esta un Salvador cuya sangre habla, y, hasta que toda alma rescatada para quien Dios en Su soberana gracia ha propuesto salvación se liberada, el juicio es retrazado.

¿Como es que Raab obtuvo su fe? Fue meramente por lo que había oído, puesto que ella no había conocido personalmente a Dios. “Ella les dijo a los hombres [los espías], Se que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país han desmayado por causa de vosotros” (Josué 2:9). Esta pobre y pecaminosa mujer llegó a tener fe en la realidad de un Dios viviente por las evidencias sobre naturales que ella vio en la  vida del pueblo de Dios. Todos lo habitantes del país habían comenzado a desmayar por causa de los ejércitos de Dios. El terror del Señor los consumió. Cuando vieron al ejercito invasor preparándose para cruzar el río, ellos estuvieron consientes de que a pesar de sus muros y defensas,  estaban completamente indefensos, por que los ejércitos invasores tenían a Dios con ellos.

El factor más potente en la salvación de un alma es la evidencia sobrenatural de la presencia de Dios en la vida del hijo de Dios. Les reto en Su nombre — ¿Que evidencias de lo sobre natural se encuentran en ustedes y en mi? Las evidencias que Dios espera hallar no se encontrarán en lo correcto de nuestro credo, sino en lo casto de nuestro carácter. Y las evidencias que el mundo busca no están en lo que el cristiano cree, sino en su comportamiento. Dios busca a un hombre con corazón grande, a un hombre con un amor grande, un hombre con gran misericordia en el trato de los demás, un hombre cuya caridad y amor reciben a todo el pueblo de Dios, a un hombre en el que cualquiera puede confiar, por que no solo es un hombre amoroso, sino un hombre recto.

En Jericó había un alma que salvar, y la fe de la mujer fue el resultado de la evidencia de los sobrenatural que ella vio en el pueblo de Dios.

Pero había una separación que tenia que ser confirmada. Los últimos versículos del primer capitulo del libro de Josue nos da el trasfondo. Josué habló durante esos tres días, usted recordará, a dos tribus y media del pueblo de Dios: la tribu de Rubén, Gad, y la media tribu de Manases. La historia de esas dos tribus y media puede ser encontrada en el libro de Números capitulo 32.

En el curso del viaje por el desierto, el pueblo de Rubén, Gad y Manases llegaron a una porción de tierra que era muy fértil. Vieron en ella maravillosas tierras para pastar y suficiente pastura para sus rebaños. Era una tierra, potencialmente, de gran riqueza. Eran un pueblo rico—tenían muchos rebaños y mucho ganado, así que se acercaron a Moisés y le dijeron, “Preferiríamos quedarnos en el lado oriental del Jordan. Esto es todo lo que cualquiera podría desear. No queremos pasar a Canaan. No queremos preocuparnos por todos los problemas que van a encontrar cuando lleguen allá. Será mas fácil para nosotros quedarnos aquí.”

Moisés estuvo de acuerdo con esta decisión. El no podía hacer otra cosa, por que todo hombre tiene el derecho de elegir el nivel de vida en el cual el va a vivir. Se les permitió quedarse en el lado oriental del Jordan y heredar este trozo fértil del desierto con una condición —que antes de que heredaran esa tierra en el lado del desierto de Canaan debían tomar parte en la batalla para ver al pueblo de Dios entrar en y tomar la tierra. Además, Moisés les concedió el privilegio de liderar al ejército. Las tribus de Rubén y Gad y Manases debían entrar en Canaan primero, y ellos iban a comenzar la marcha alrededor de Jericó en la primera posición. Luego, cuando hubieran probado el fruto de la tierra y la emoción de obtener la victoria, Josué confirmaría su decisión de que querían volver al desierto.

Que momento cuando ahora Josué se dirige a las dos y media tribus, recordándoles su decisión, y preguntándoles lo que iban a elegir. Usted podrá observar que su decisión fue confirmada. Ellos estaban perfectamente conformes con cumplir con el trato que habían hecho, de ir a la tierra, liderar al ejército y probar de las victorias, pero ellos habían determinado volver a la comodidad del desierto, el placer y la indulgencia de ello. Ellos dijeron, “será mas fácil así.”

Todo Su pueblo, cada alma rescatada, no importa cuan débil o fuerte sea su fe, Dios la ha guardado en el Señor crucificado. Desde antes de la fundación del mundo, una iglesia entera y completa, compuesta del pueblo elegido de Dios, ha sido puesta sobre el suelo firme de redención en Jesucristo nuestro Señor. Dios ha tomado a cada hombre y mujer para quien El tiene un propósito eterno de salvación, y los ha elevado en Cristo, a los lugares celestiales. Dios ha tomado al cristiano mas débil, al cristiano mas conciente de sus fallas, junto con el pilar de la iglesia, el santo mas fuerte que jamás haya nacido, y ha puesto a una iglesia entera y completa sobe el suelo firme de la resurrección. Ni el más débil de los cristianos ni el más fuerte de los cristianos luchan hacia la victoria—sino que están firmes en ella. Ni tampoco luchan para recibir una bendición—el por fe acepta todo lo que Dios tiene para el. En Jesucristo, esa es nuestra posición. Si usted es un creyente en el Señor Jesús, por débil que sea, por mundano o carnal que sea por débil que sea su fe Cristiana, yo le digo que ante los ojos de Dios, usted se encuentra sobre el suelo firme de la redención en Jesucristo. Esa es nuestra posición.

Pero la pregunta de donde pasamos nuestra experiencia Cristiana, y en que nivel vivimos nuestra vida Cristiana, se nos deja a nosotros para elegirlo. Puede que disfrute de las bendiciones Canaan por un tiempo. Puede ser que entre en la tierra de la bendición plena. Puede que pase el Jordan con el pueblo de Dios y salga del desierto. Puede que comparta algunas de mis victorias en Jesús, pero puede que aun sea atrapado por el pecado, atrapado en la mundanalidad, golpeado por la transigencia, y atrapado por el diablo.

Si el hombre en verdad ha nacido de nuevo del Espíritu de Dios, nunca se perderá. Yo creo en la seguridad permanente del creyente. Claro que creo, siempre y cuando sea un verdadero creyente, que significa, que es un hombre que ha cometido su vida a Jesucristo. Pero en cualquier momento de mi vida Cristiana puedo ver el rostro del Señor Jesús y decirle, “Señor ya he llegado suficientemente lejos. Ya no soporto mas—este conflicto es demasiado grande, la Guerra demasiado intensa. Señor, ya he llegado suficientemente lejos en mi separación y en mi vida cristiana.”
                                                                                      
Dios da lo mejor se si a los que se mantienen firmes aun ante las pruebas; Dios les da algo menor a los que por temor a las pruebas, rechazan lo mejor. Y no es siempre algo malo por lo que arriesgamos lo mejor, de hecho a menudo lo bueno es lo que nos estorba para recibir lo mejor.

Mire el aterrador recuento de las consecuencias de la decisión tomada por aquellas dos tribus y media. Lea I de Crónicas, capitulo 5. Usted descubrirá que estas tribus que habían probado lo mejor de Dios y habían disfrutado de las victorias de Dios, que habían liderado a los ejércitos del pueblo de Dios a la tierra de bendición, fueron los primeros que fueron capturados por los asirios cuando estos invadieron Israel. Fueron llevados cautivos, y nunca regresaron. Cayeron derrotados y esclavizados, aun cuando una vez habían liderado al pueblo de Dios en el camino de la bendición. Jueces 5:16 dice esto: “Entre la familias de Rubén hubo grandes propósitos de corazón.” Creo que si los había. Ellos eligieron, ellos probaron la bendición, habían entrado a la tierra de la promesa,  pero anhelaron el mundo, sus placeres, sus indulgencias, y su pecado, y fueron atrapados, enlazados, y encarcelados en el.

No es la forma en la que el hombre comienza su vida Cristiana, lo que cuenta, sino como la termina. Una cosa es pasar al frente en una reunión como respuesta al llamado de un evangelista, delante de diez mil personas, o levantar la mano, y firmar una tarjeta. Si usted lo hizo y fue verdadero, Dios le bendiga. Pero lo que importa es si, después de la decisión, usted se dispone a entrar en la tierra de bendición. ¿Sigue usted con Dios, persistente y pacientemente, y a pesar de toda oposición y toda prueba, pasa al otro lado? ¿Y si resbala y cae, se levanta una vez mas y sigue adelante o se vuelve atrás a las indulgencias del pecado?

Recuerdo en los días de mi niñez, durante la primera Guerra Mundial, cierta hermosa tarde de verano caminaba con mi padre sobre el muelle en Tynemouth, cerca de Newcastle, Inglaterra. Notamos a una gran cantidad de gente y barcos en el puerto. Una nube de humo apareció en la distancia, creció y creció, y después de un poco de tiempo un convoy de barcos de batalla entró en el río Tyne, y en medio de ellos venía uno casi sobre su costado—yo me preguntaba como era que permanecía a flote. Era la nave HMS Lyon, volviendo de la batalla de Jutland, una batalla naval que volvió el ataque de Alemania sobre nuestro país en ese tiempo. Mientras el barco se acercaba más a puerto, vi los grandes huecos que había en su cubierta. No tenía mástil, no tenía chimenea, no tenía torrecilla; el puente de mando había desaparecido; la cubierta era un desastre. El agua le entraba y le salía mientras era cuidadosamente guiada a casa por barcos remolcadores y una escolta de naves. Jamás olvidaré a los veinticinco marinos y un oficial que vi erguidos en posición de atención sobre una pequeña plataforma sobre la cubierta, con un trozo de material roto que tenía la insignia Real volando sobre este naufragio. Toda garganta que podía aclamar, aclamó, y todo barco que tenía sirena la izo sonar. Estos veintiséis eran los únicos que quedaban, un trágico remanente de 1,100 hombres. Pero el barco había resistido, había peleado hasta el final, y llegó a Puerto victorioso, con huecos y lastimado, con cientos de hombres muertos—pero aun flotando y sin haber sido amedrentado.

En el curso de la vida Cristiana sufrimos muchas heridas de parte de satanás, y a veces hasta de parte de amigos. Si un día, sin embargo, cuando entremos en el puerto celestial, recibimos una bienvenida como la que recibió este barco, y oímos al Señor Jesús decir, “Bien buen siervo y fiel, entra en el gozo de tu Señor,” no nos importará nada mas, por que todo va a haber valido la pena cuando veamos a Jesús.

Ahora, otra cosa que estaba llevándose acabo durante estos tres días de espera, era la santificación. “Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros” (Josué 3:5). El poder de Dios para hacer maravillas depende siempre de la santificación de Su pueblo. El Dios soberano limita tanto así Su soberanía en hablar a través de la iglesia a un mundo que esta bajo Su juicio, que no se mueve mas para salvar al pecador de lo que Su pueblo esta preparado a moverse hacia la santidad delante del Señor. El nivel al cual Dios esta dispuesto a encontrarse con el hombre depende del nivel al cual nosotros como Cristianos estamos preparados para encontrarnos con nuestro Señor.  

Todos anhelamos ver a Dios hacer maravillas. Oh, como hemos orado para que el abeto pueda crecer en nuestro carácter y no el espino, que pueda mostrar bondad en lugar de crueldad. Como hemos orado en nuestro hogar que en lugar de ser como un desierto, pueda florecer como la rosa, y podamos aparecer delante del Señor Jesús como un jardín regado, lleno de bellas fragancias.

Como hemos orado por nuestras iglesias, que dios nos de otro Pentecostés y que nos visite durante este medio siglo con un verdadero avivamiento. ¿Por qué esperamos en vano? ¿Por que aun hay espinos en su vida y por que es que su hogar es aun un desierto? ¿Por qué es que en nuestras iglesias aun existe la bancarrota de nuestra experiencia moderna? Dios no espera a gente lista; El quiere gente limpia. ¿Estamos lo bastante limpios para ser usados por Dios? ¿Somos lo suficiente humildes para que Dios nos confíe la bendición, o nos quedaríamos con la gloria nosotros mismos?

Yo se que solo podremos ser santificados por el Dios de paz. Sin embrago aunque la santidad, en el sentido positivo, no es nada menos ni nada mas que el Espíritu Santo morando en y llenándonos a nosotros, expresando la vida del Señor Jesús en mi, y en el sentido negativo es deshacerse de todo el pecado conocido. ¿Hemos hecho esto? ¿Somos lo suficientemente limpios como para que Dios nos de avivamiento? ¿Estamos lo suficientemente quebrantados y humillados como para que Dios nos use, o será que vamos a vivir nuestra vida en el nivel del miserable desierto del fracaso y ver que nada sucede?

Permítanme volver por un momento a la primera Guerra Mundial. En Flanders, usted recordará, la batalla de Marne fue una batalla crítica. El General Foch estaba en aprietos. Tenía una angosta línea de tropas entre los alemanes y Paris, y sabía que si Paris se perdía, se perdería todo. Consultó con sus oficiales, escuchó sus reportes, y luego anunció, “¡Mi derecha está derrotada, mi izquierda está rota—yo ataco!”

El reto para la iglesia hoy es idéntico con aquel de los tiempos del Nuevo Testamento. A la derecha esta el saduceo, con una teología en bancarrota, el modernista que lo puede explicar todo, cuyos fundamentos se han derrumbado a su alrededor después de estas dos guerras mundiales—en la derecha, derrota.

En la izquierda el fariseo, orgulloso de su religión, orgulloso de su ley, orgulloso de su teología, un fundamentalismo que continuamente agrega a los mandamientos de la ley, y cuidadosamente pone sus puntos a las i y cruza todas sus t. Rehusando tener compañerismo con cualquiera que no este de acuerdo con el. El Fariseo es tan inútil e incapaz para suplir las necesidades del mundo hoy como el liberal; de detrás de su barrera fundamentalista, el alega con su hermano acerca de esta creencia y aquella, y manifiesta poco amor y caridad—todo en el nombre del fundamentalismo teórico.

A la derecha, el liberalismo—en bancarrota, derrotado; en la izquierda, el fundamentalismo—roto, perplejo. En el nombre del cielo, dejen que el ejército y Dios ataquen, por que entre los liberales derrotados y los fundamentalistas rotos existe una posición central. Del hombre que se encuentra en el campamento fundamentalista tomemos todo su credo, y toda su fe, todas sus creencias en la Palabra de Dios. No debemos sacrificar ni una palabra de ellas, ¡con la ayuda de Dios! Del hombre que se encuentra en el campamento liberal, aprendamos de su amor, su sinceridad, y su corazón abierto. Tomemos lo mejor de los dos campamentos, y, en el nombre del Señor Jesús, ¡Al ataque!

“Preparaos comida, porque pasaréis el Jordan para entrar a poseer la tierra que Jehová tu Dios te da en posesión (Josué 1:11). Santificaos… porque… Jehová hará mañana maravillas entre vosotros” (Josué 3:5).

Vida  Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué 
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