jueves, 11 de octubre de 2012

La Vida Cristiana Victoriosa Capitulo Veinte

Por Alan Redpath

El Poder del Servicio 
Josué 24:19 

1 Reunió Josué a todas las tribus de Israel en Siquem, y llamó a los ancianos de Israel, sus príncipes, sus jueces y sus oficiales; y se presentaron delante de Dios. 
2 Y dijo Josué a todo el pueblo: Así dice Jehová, Dios de Israel: Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños. 
3 Y yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del río, y lo traje por toda la tierra de Canaán, y aumenté su descendencia, y le di Isaac. 
4 A Isaac di Jacob y Esaú. Y a Esaú di el monte de Seir, para que lo poseyese; pero Jacob y sus hijos descendieron a Egipto. 
5 Y yo envié a Moisés y a Aarón, y herí a Egipto, conforme a lo que hice en medio de él, y después os saqué. 
6 Saqué a vuestros padres de Egipto; y cuando llegaron al mar, los egipcios siguieron a vuestros padres hasta el Mar Rojo con carros y caballería. 
7 Y cuando ellos clamaron a Jehová, él puso oscuridad entre vosotros y los egipcios, e hizo venir sobre ellos el mar, el cual los cubrió; y vuestros ojos vieron lo que hice en Egipto. Después estuvisteis muchos días en el desierto. 
8 Yo os introduje en la tierra de los amorreos, que habitaban al otro lado del Jordán, los cuales pelearon contra vosotros; mas yo los entregué en vuestras manos, y poseísteis su tierra, y los destruí de delante de vosotros. 
9 Después se levantó Balac hijo de Zipor, rey de los moabitas, y peleó contra Israel; y envió a llamar a Balaam hijo de Beor, para que os maldijese. 
10 Mas yo no quise escuchar a Balaam, por lo cual os bendijo repetidamente, y os libré de sus manos. 
11 Pasasteis el Jordán, y vinisteis a Jericó, y los moradores de Jericó pelearon contra vosotros: los amorreos, ferezeos, cananeos, heteos, gergeseos, heveos y jebuseos, y yo los entregué en vuestras manos. 
12 Y envié delante de vosotros tábanos, los cuales los arrojaron de delante de vosotros, esto es, a los dos reyes de los amorreos; no con tu espada, ni con tu arco. 
13 Y os di la tierra por la cual nada trabajasteis, y las ciudades que no edificasteis, en las cuales moráis; y de las viñas y olivares que no plantasteis, coméis. 
14 Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. 
15 Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová. 
16 Entonces el pueblo respondió y dijo: Nunca tal acontezca, que dejemos a Jehová para servir a otros dioses; 
17 porque Jehová nuestro Dios es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el que ha hecho estas grandes señales, y nos ha guardado por todo el camino por donde hemos andado, y en todos los pueblos por entre los cuales pasamos. 
18 Y Jehová arrojó de delante de nosotros a todos los pueblos, y al amorreo que habitaba en la tierra; nosotros, pues, también serviremos a Jehová, porque él es nuestro Dios. 
19 Entonces Josué dijo al pueblo: No podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados. 
20 Si dejareis a Jehová y sirviereis a dioses ajenos, él se volverá y os hará mal, y os consumirá, después que os ha hecho bien. 
21 El pueblo entonces dijo a Josué: No, sino que a Jehová serviremos. 
22 Y Josué respondió al pueblo: Vosotros sois testigos contra vosotros mismos, de que habéis elegido a Jehová para servirle. Y ellos respondieron: Testigos somos. 
23 Quitad, pues, ahora los dioses ajenos que están entre vosotros, e inclinad vuestro corazón a Jehová Dios de Israel. 
24 Y el pueblo respondió a Josué: A Jehová nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos. 
25 Entonces Josué hizo pacto con el pueblo el mismo día, y les dio estatutos y leyes en Siquem. 

—Josué 24:1–25 

Llegamos a la conclusión de estas meditaciones en el libro de Josué. Comencé mi ministerio en América enfatizando la enseñanza de este libro en particular porque dentro del mismo, esta la llave que abre la puerta a una nueva revelación de verdad, una experiencia mas profunda de la vida espiritual, y una nueva unción para el servicio a Dios. De la necesidad de todo esto en mi propia vida estuve profundamente consciente. Estoy mas seguro que nunca de que el mensaje de la plena salvación por medio de nuestra unión al Señor Jesucristo en Su muerte y resurrección, según se nos presenta en el libro de Josué, es la necesidad más grande de la iglesia hoy.

Al llegar al último capitulo de este libro, al mensaje de despedida de Josué a su pueblo, nos sorprendemos al ver que el tema del mensaje es el servicio. Toda revelación de verdad que nos lleve a una experiencia mas profunda en la vida debe llevar también a una nueva unción para servir. Tanto de nuestro servicio a Dios se convierte rápidamente en carga y pesadez porque le falta dinámica, y, porque no esta fundado en la verdadera revelación de la Palabra de Dios. Al escribir a los Gálatas y al darles su propio testimonio, Pablo, se acordará usted, dijo que le complació a Dios revelar a Su Hijo en él. Mis amigos, el Señor Jesucristo que llevó acabo la obra salvadora en la cruz debe también hacer la obra santificadora en nosotros por Su Espíritu, y esas dos transacciones son igualmente vitales para la experiencia cristiana. Cuando la verdad se apodera de nuestro corazón, cuando se convierte en parte de nuestra experiencia, cuando podemos hablar de cosas que sabemos, cosas que hemos comprobado y sentido, es entonces que el servicio cristiano deja de ser algo que se agota y se convierte en algo rebosante. 

Quiero que volvamos a trazar nuestros pasos al decir adiós a este libro de Josué, para que podamos tener una imagen completa del libro como una obra total. ¿Cuál es la revelación que se desenvuelve? ¿Cuál la experiencia de vida que ofrece? ¿Cuál es la calidad de servicio que esta esperando? Buscaremos las respuestas a estas tres preguntas aquí; se nos presenta un resumen de ellas en el ultimo capitulo del libro. 

Para empezar, entonces, ¿Cuál es la revelación que se desenvuelve en este libro de Josué? Si usted escudriña el capitulo 24 descubrirá que entre los versículos 2 & 13 el pronombre personal divino se presenta no menos de diecisiete veces. Josué esta repasando las grandes cosas que el Señor había hecho por Su pueblo: “Yo tomé . . . Yo le di . . . Yo envié . . . Yo los saqué . . . Yo los metí . . . Yo destruí a sus enemigos . . . Yo los libré de la mano de sus enemigos . . .” Como inspiración para todo el futuro, Josué trae a su pueblo el récord de su pasado histórico. Desde el principio de su historia como nación le debieron todo a la intervención y poder de Dios Todopoderoso. 

Esto solamente un vista breve de lo que claramente se enseña a través del todo el Nuevo Testamento acerca de la salvación que es nuestra en Jesucristo nuestro Señor. Concentrándonos solo por un momento en el libro de Efesios, que repito, es el comentario Neo- Testamentario sobre el libro de Josué, note el segundo capitulo. Primero, tenemos revelación: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:4–6). Luego tenemos experiencia: “…para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:7–9). Luego, servicio: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:10). Allí lo tiene usted—revelación, experiencia, servicio. 

¿Cuál es esa revelación en conexión con nuestra vida y salvación? Nuestra salvación es toda la obra omnipotente de Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo. Dios tomó, Él envió, y Él dio al Señor Jesucristo. Fue Él quien nos libro de la servidumbre para traernos a la tierra de bendición. Él destruyó a nuestros enemigos, Él nos libró de sus manos—cada paso de progreso en la experiencia cristiana ha sido dado por la obra del Espíritu Santo. Y el plan completo de esa obra en su vida y la mía es sacarnos a cada uno de nosotros de la servidumbre, y llevarnos a través del desierto, a la tierra de la plena salvación en donde conoceremos y viviremos la experiencia del poder de la presencia del Espíritu de Dios para salvarnos del pecado. El propósito principal de este plan es que un día cada uno de nosotros estemos presentes, perfectos delante de Cristo Jesús: perfectos en posición, aceptos en Jesucristo; y perfectos y maduros en experiencia. 

Aquí, entonces esta toda la revelación del libro. Lo que somos por la gracia de Dios lo debemos solo a Él. Si ha de haber progreso, si ha de haber crecimiento, si ha de haber avance en su vida cristiana, usted se lo debe todo al hecho de que Él habita en usted. Todo lo que tenemos de Dios nos ha llegado a través de Su Hijo Santo por el poder de Su Espíritu—esa es la revelación total de Dios. Usted es salvo no por alguna obra que usted haya hecho, ni por alguna decisión que usted haya tomado; usted es salvo porque fue elegido en Cristo desde antes de la fundación del mundo, y un día sintió la convicción del Espíritu Santo por causa de su pecado, fue dirigido hacia el Calvario; y su corazón se abrió al Señor Jesucristo, y usted nació de nuevo. 

Desde ese día usted puede recordar momentos de crecimiento y momentos de bendición, todo porque aquel que comenzó la buena obra en usted, la continuara hasta que llegue el día de Jesucristo. Eso es la salvación, y cuando usted fue salvo, ese fue le comienzo de algo real para que a través de cada dolor y desilusión, a través de cada gozo y bendición, a través de cada prueba y tentación, usted pueda ser perfeccionado en Cristo. 

Esa es la revelación del libro de Josué; es la revelación de toda la Palabra de Dios. 

Pero permítame que le pida que note otra experiencia reveladora. En el versículo 15 vemos que Josué puso delante del pueblo dos cosas entre las cuales tendrían que escoger, a la luz de todo lo que Dios había hecho por ellos. “Escogeos hoy,” dijo el, “a quién sirváis.” La respuesta unánime de todo el pueblo fue declarar su disposición y su entusiasmo de servir al Señor. A esa respuesta contesto Josué algo desconcertadamente, “No podréis servir a Jehová.” 

Si usted piensa en esto por un momento, usted podrá ver una contradicción extraña. De un lado Dios había hecho todo por los hijos de Israel. Del otro aparentemente ellos no podían hacer absolutamente nada por Él. ¿Es esto fiel a la experiencia? Yo le sugiero que así es. ¡Cuan dispuestos hemos respondido a las cosas que dijo Jesucristo para cumplirlas y nos hemos encontrado sin poder para cumplir nuestras promesas! ¡Con cuanta facilidad hemos prometido que haríamos esto y aquello y que permaneceríamos con Dios, pero cuando se trató de implementar esta decisión (tomada quizás durante el transcurso de algún servicio en la iglesia) en términos de nuestra vida diaria cuan incapaces hemos sido para poder convertirla en nuestra experiencia! 

En el Nuevo Testamento, la Palabra del Señor para su pueblo es también esta revelación de que somos incapaces para complacerlo. “¿Qué?,” dice el apóstol Pablo, una vez mas a los Gálatas,“¿tan necios sois, habiendo comenzado en el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” (Gálatas 3:3). ¡Cuan frecuentes han sido nuestros fracasos, cuan breves nuestros éxitos! ¡Cuan terriblemente fríos han sido nuestros corazones, cuan cambiantes nuestras emociones! ¡Cuan verdaderamente faltos en verdadera determinación hemos sido a través de los años de nuestra vida cristiana! Por lo tanto hemos llegado a este descubrimiento: que es posible que un hombre tenga una unión con Cristo, pero que sea un completo extraño a la comunión con Él. Quizás tengamos vida, pero es posible que no sepamos absolutamente nada sobre la vida en abundancia. Quizás podamos perdonar, pero no tenemos absolutamente ningún poder sobre el pecado. Quizás estemos justificados, pero no estamos santificados. 

La necesidad más urgente en la iglesia de Jesucristo el día de hoy es aprender como lidiar con la trágica discrepancia entre nuestra profesión y nuestra experiencia. Porque yo estoy convencido de que en la vida cristiana hoy existe una patética diferencia entre lo que somos en posición por virtud de lo que nuestro Señor hizo por nosotros en el Calvario y lo que somos en experiencia por virtud de lo que Él puede hacer en nosotros por el Espíritu Santo. 

Estoy sugiriendo que la necesidad primordial para cada uno de nosotros es dar atención inmediata a la diferencia entre la justificación y la santificación, entre ser redimidos por la sangre y ser hechos santos por el Espíritu. El Señor Jesucristo, quien murió en la cruz para hacer una obra por nosotros, vive ahora para obrar en nosotros por el Espíritu, y el más profundo significado del verdadero avivamiento en la iglesia es el surgimiento de Su vida que mora en el creyente y el flujo de esa vida bendiciendo a los demás. Si la experiencia cristiana no se basa en la revelación, será falsa. Si la revelación no nos lleva a la experiencia cristiana se enfriará, y la perderemos. 

Yo recuerdo haber oído al Dr. Graham Scroggie decir en una ocasión: “Todo cristiano tiene vida eterna; no todos los cristianos tienen una vida abundante. Puede haber vida sin salud; puede haber movimiento sin progreso; puede haber guerra sin derrota. Podemos servir pero nunca tener éxito. Podemos intentarlo pero nunca triunfar, y la diferencia a todo lo largo de la línea es la diferencia entre poseer la vida y vivir la experiencia de la vida abundante. Esta vida abundante es simplemente la plenitud de vida en Jesucristo hecha posible por Su muerte y resurrección, y hecha real por la venida de su Espíritu Santo a morar en el creyente. Eso es la vida abundante. El problema con muchos de nosotros es que estamos del lado correcto del domingo de resurrección pero del lado equivocado del Pentecostés, del lado correcto del perdón, pero del lado equivocado del poder.” Somos justificados, pero no somos santificados. No es suficiente decir que hemos sido perdonados; somos llamados, dice el libro, a la santidad. 

Se ha sugerido en algunas partes que el gran problema en la iglesia hoy día es la confusión de doctrina en los círculos evangélicos que lleva a la confusión de experiencia. Yo no creo eso. Yo creo que el gran problema de la iglesia hoy día es la salvación de mitad y mitad con la que tanta gente parece estar perfectamente satisfecha. 

Esta es ilustrada por Israel en el desierto, entre Egipto y Canaán, derrotado y en servidumbre. Es ilustrado por el lenguaje usado por Pablo en Romanos 7—el punto medio entre la liberación de la culpa del pecado y la libertad del poder del pecado. Es ilustrado de nuevo en I de Corintios 3, en donde tenemos las descripción de Pablo del cristiano carnal, en quien se encuentran conflictos y división pero no crecimiento, pues este permanece siendo un bebe. Vemos el ejemplo de esto en la vida de algunos de los primeros discípulos quienes, encantándose entre el domingo de resurrección y el día de Pentecostés, fueron apresados por el temor y no tenían un verdadero sentido de vocación. Usted sin duda recuerda cuando Pedro los reunió a todos y con una voz a medias, desconsolada y desilusionada dijo, “Voy a pescar.” No tenia sentido de vocación, ni sentido de llamamiento, y todos estaban desesperadamente temerosos de lo que iba a pasar con ellos. 

Nadie puede vivir la vida más abundante que tenga temor en su corazón, y que no tenga un verdadero sentido de llamamiento y vocación a Dios. Una y otra vez es la muy profundamente arraigada convicción de vocación, llamamiento, disciplina, que mantiene al hombre en lo fácil y duro de la batalla, trabajando para Cristo todo el tiempo. El problema es que muy a menudo en la iglesia hoy estas son cosas que están faltando. Y todo esto nos lleva a la declaración hecha por Josué al pueblo de Israel, “No podéis servir a Jehová [vuestro Dios].” 

Esta es la asombrosa paradoja de la vida cristiana—que aun cuando Dios ha hecho todo por nosotros en la Cruz, y espera hacer todo en nosotros por el Espíritu, somos enfrentados por la atroz verdad de que no podemos responder con nada, “No podemos servir a Jehová nuestro Dios.” 

Pero permítame preguntarle, ¿Cuál es el servicio que Dios espera de nosotros? ¿En donde reposa el poder para poder realizar la experiencia? No tengo la menor duda que a veces muchos de nosotros hemos sido forzados a enfrentar nuestra absoluta incapacidad de hacer cualquier cosa que pueda complacer al Señor. A pesar de todo nuestro deseo, toda nuestra preocupación, y todo nuestro interés en la obra, esto se escribe de nuestra experiencia cada día—la completa incapacidad de la carne para hacer algo que lo pueda complacer. Por otro lado tenemos la oferta de una vida mas abundante, una vida que es santificada y victoriosa. 

¿Cómo puede mi impotencia encontrarse con la omnipotencia de Dios? Esa es la pregunta que debemos contestar al llegar al final de este estudio. Demasiada gente ha entrado por medio de una transacción definitiva en esta vida mas profunda para dudar de la realidad de la experiencia. Demasiada gente la tiene—demasiada gente la ha conocido—demasiada gente por una experiencia tan real y definitiva como en el día que nacieron de nuevo han entrado en la vida mas abundante y han salido del desierto y entrado en la tierra para que la verdad sea retada. 

Dwight L. Moody una vez dijo en Glasgow, —repito textualmente sus palabras: “¡Un día en Nueva York—oh, que día! No lo puedo describir; casi nunca hablo de el. Es una experiencia demasiado sagrada para nombrarla. Lo único que puedo decir es que Dios se me reveló, y tuve tan grande experiencia de Su amor que tuve que pedirle que detuviera Su mano. Volví a predicar; los sermones no eran diferentes. No presenté ninguna verdad nueva, y sin embargo cientos se convirtieron. Yo no volvería al lugar en donde estaba antes de aquella bendita experiencia aunque me dieran todo Glasgow.” Moody entró por una transacción definitiva con Dios a una nueva vida en un nivel totalmente diferente. 

David Brainerd, según esta escrito en su biografía, derramó sudor y fue casi abrumado al intentar alcanzar a Dios de parte de las almas que tenía delante de él, pero predicó de tal forma que muchos estoicos, gente india de corazón duro se doblaron como pasto ante una guadaña. 

En casa en Inglaterra buscando nuevo reclutas después de años en el campo misionero, Hudson Taylor estaba sentado en contemplación un día y se dio cuenta como nunca antes, de su impotencia y su falta de méritos y su inutilidad en el servicio de Dios, cuando, usando sus propias palabras, él reconoció que “no es lo que Hudson Taylor haga por Dios lo que importa, sino lo que Dios hace usando a Hudson Taylor.” Y desde ese día comenzó a vivir lo que él llamó la “vida cambiada,” en la cual era “no mas yo, sino Cristo.” 

Usted me dice, “Estos hombres son los gigantes de la fe, ellos son la excepción; esas experiencias no son para mi.” Ellos se hicieron gigantes solo porque obedecieron a Dios. Satanás ciega las mentes del pueblo cristiano a la realidad de esto y los hace que estén contentos con una salvación de mitad y mitad. Estos hombres se hicieron gigantes solo porque obedecieron a Dios, esperaron en Él, reclamaron lo que Él había prometido en Su Libro. ¡Si son las excepciones, que comentario tan trágico del resto de nosotros! Dios no tiene favoritos, pero Él tiene una experiencia para nosotros tan alta y diferente del nivel de vida cristiana en el desierto como la conversión esta por encima de la que vivió antes de ser salvo. No necesitamos esperar a Dios— Él esta esperándonos a nosotros. Josué le dijo a su pueblo, “Quitad, pues, ahora los dioses ajenos que están entre vosotros, e inclinad vuestro corazón a Jehová Dios de Israel.” (24:23). 

Vacilo aquí en decir cualquier palabra de testimonio personal, pues podría parecer soberbia espiritual, pero Dios conoce mi corazón. Yo recuerdo el día en el que el Señor me hizo enfrentar esta verdad, y supe que había ídolos en mi vida de predicador que tenían que desaparecer. Uno era el ídolo de la bolsa de tabaco; los ídolos de afectos que no eran la voluntad de Dios. Estaba el ídolo del dinero no rendido, de la falta de disciplina de ofrendar. Estaba el ídolo de la lengua de crítica que se rehusaba a admitir como compañeros a hermanos que no estaban exactamente de acuerdo con lo que yo pensaba acerca de la Biblia. Estaba el ídolo del corazón frío, el ídolo de una vida falta de oración. Recuerdo el día en el que Dios me quebrantó por estos ídolos. 

Yo no diría que soy perfecto. De hecho, me sonrojo al pensar en las veces que he fallado desde entonces, pero he llegado a ver y a sentir, en un nivel mas profundo cada día, que esta vida mas abundante me ha sido ofrecida, no como un paso final, sino como una crisis que lleva a un proceso. Descubro todos los días que hay mas y mas de Jesús si tan solo yo me acercara a Dios y tuviera hambre de todo lo que Él tiene para mi en Cristo. No existe tal cosa como una experiencia final en la que se le reclama a Él por fe, pero luego, al seguir adelante con Dios, esa experiencia crece, según crece su capacidad, su vida se engrandece, y usted mengua, y Jesucristo se convierte en el más hermoso. 

Por lo tanto, si es que vamos a servir, debemos primero rendirnos. Si es que vamos a vencer, debemos primero obedecer. Porque servir es mucho mas que mera ceremonia, es postrar el corazón delante de la majestad de Dios en Jesucristo. Es la transformación de nuestro carácter en una reflexión de Su pureza, este es el acercamiento de alguien inmundo y necesitado a Dios, el Santo, por los méritos del sacrificio que fue hecho sobre el madero en el Calvario. Es el descubrimiento de que la santificación es lograda y la santidad ganada y la experiencia vivida exactamente en la misma forma en la que fui justificado. Es todo de fe. No es mi lucha por conseguirla, no es mi esfuerzo y lucha por alcanzar la pureza y la piedad, es recibir por fe todo lo que hay de Jesús para ser personalmente para mi todo lo que Él ofrece a todos nosotros. 

¡Que día será cuando reconozcamos nuestro fracaso, y a pesar de ellos aun creer que podemos aun ser convertidos en todo lo que la voluntad de Dios quiere convertirnos! Jesucristo se ofrece a si mismo a usted como la fuente de toda fuerza y poder. Usted lo ha intentado, pero ha fallado. ¿Por qué no empezar a confiar? Lo ha intentado en sus propias fuerzas, y usted se ha encontrado con su debilidad. ¿Por qué no asirse de Su poder? Pero si usted hace eso, usted debe estar listo para renunciar. ¿Debemos aferrarnos a las cosas del mundo y debemos practicarlo para poder hacer a la gente del mundo pensar que después de todo, los cristianos son humanos? Yo creo que no. Si usted va a entrar en la vida más abundante, entonces pruebe todo lo que haga a la luz de su amor por el Señor Jesucristo. No permita que nada oscurezca su vista del Calvario. 

Agustín dijo una vez, como principio de su vida, “A mi mismo me mostraré un corazón de hierro, a mi prójimo un corazón de amor, a mi Dios un corazón ferviente.” Esta es la calidad de servicio y vida para la cual Dios nos esta llamando, Sus hijos. Este es el servicio y la experiencia que le es ofrecida a usted, basada en la revelación del Libro. 

“Escogeos hoy a quién sirváis;. . . pero mi casa y yo serviremos a Jehová.” (24:15).

Vida Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué 
Copyright © 2007 by the Redpath Family 
Traducido por Carlos Alvarado 

miércoles, 18 de julio de 2012

La Vida Cristiana Victoriosa Capitulo Diecinueve

Por Alan Redpath

Principios Para Seguir

Josué 23:11

1 Aconteció, muchos días después que Jehová diera reposo a Israel de todos sus enemigos alrededor, que Josué, siendo ya viejo y avanzado en años, 
2 llamó a todo Israel, a sus ancianos, sus príncipes, sus jueces y sus oficiales, y les dijo: Yo ya soy viejo y avanzado en años. 
3 Y vosotros habéis visto todo lo que Jehová vuestro Dios ha hecho con todas estas naciones por vuestra causa; porque Jehová vuestro Dios es quien ha peleado por vosotros. 
4 He aquí os he repartido por suerte, en herencia para vuestras tribus, estas naciones, así las destruidas como las que quedan, desde el Jordán hasta el Mar Grande, hacia donde se pone el sol. 
5 Y Jehová vuestro Dios las echará de delante de vosotros, y las arrojará de vuestra presencia; y vosotros poseeréis sus tierras, como Jehová vuestro Dios os ha dicho. 
6 Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra; 
7 para que no os mezcléis con estas naciones que han quedado con vosotros, ni hagáis mención ni juréis por el nombre de sus dioses, ni los sirváis, ni os inclinéis a ellos. 
8 Mas a Jehová vuestro Dios seguiréis, como habéis hecho hasta hoy. 
9 Pues ha arrojado Jehová delante de vosotros grandes y fuertes naciones, y hasta hoy nadie ha podido resistir delante de vuestro rostro. 
10 Un varón de vosotros perseguirá a mil; porque Jehová vuestro Dios es quien pelea por vosotros, como él os dijo. 
11 Guardad, pues, con diligencia vuestras almas, para que améis a Jehová vuestro Dios. 
12 Porque si os apartareis, y os uniereis a lo que resta de estas naciones que han quedado con vosotros, y si concertareis con ellas matrimonios, mezclándoos con ellas, y ellas con vosotros, 
13 sabed que Jehová vuestro Dios no arrojará más a estas naciones delante de vosotros, sino que os serán por lazo, por tropiezo, por azote para vuestros costados y por espinas para vuestros ojos, hasta que perezcáis de esta buena tierra que Jehová vuestro Dios os ha dado.
14 Y he aquí que yo estoy para entrar hoy por el camino de toda la tierra; reconoced, pues, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, que no ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado ninguna de ellas. 
15 Pero así como ha venido sobre vosotros toda palabra buena que Jehová vuestro Dios os había dicho, también traerá Jehová sobre vosotros toda palabra mala, hasta destruiros de sobre la buena tierra que Jehová vuestro Dios os ha dado, 
16 si traspasareis el pacto de Jehová vuestro Dios que él os ha mandado, yendo y honrando a dioses ajenos, e inclinándoos a ellos. Entonces la ira de Jehová se encenderá contra vosotros, y pereceréis prontamente de esta buena tierra que él os ha dado. 
—Josué 23:1–16

El capitulo 23 del libro de Josué nos trae a un tiempo en el cual mas de veinte años han pasado desde que los israelitas entraron en la tierra de Canaán. La intensidad de esa campaña, las responsabilidades del liderazgo, el pasar de los años no habían sido en balde para su gran líder guerrero y habían dejado su marca sobre él. Ahora encontramos que él mismo ha dicho que ya es viejo y avanzado en años. En todo su alrededor el estaba viendo a gente que el había guiado a la tierra de bendición establecerse, aparentemente contenta con compartir la ocupación de la tierra con los pueblos de los cuales Dios les había mandado que echaran fuera. 

Al acercarse al cierre de su vida terrenal, Josué sintió el peligro de la transigencia del pueblo y lo confrontó. Primero llamó a sus líderes, y luego a las tropas, para darles a cada uno su mensaje de despedida. Usted se puede imaginar la escena cuando este viejo guerrero se dirigió a su pueblo. Caleb debía estar ente ellos. Finees el sumo sacerdote debía estar allí también. Muchos de los que habrían participado en cada batalla desde el día en el que habían cruzado el Jordán, y que habían permanecido firmes al lado de su líder en las buenas y en las malas, estarían presentes. Otros también estarían presentes: las nuevas generaciones aspirantes al liderazgo, ansiosos por seguir adelante con su vida y la conquista. 

En su discurso Josué habló a los líderes de los principios que tendrían que seguir si era que iban a establecerse firmemente en la tierra de bendición. Luego habló (capitulo 24) a las tropas en cuanto a las promesas que podrían recibir si era que iban a ver todas sus esperanzas materializarse. Mi corazón se emociona al escucharlo hablar de la fidelidad de Dios a través de los años que habían pasado diciendo, “No ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado ninguna de ellas.” (23:14). 

Desearía poder hablar a ustedes con una madurez y experiencia como la de Josué. ¡Como desearía que alguien pudiera volver de la eternidad para que hablara por unos momentos acerca de las cosas de Dios! Hay algunas cosas que un hombre de mediana edad puede decir en medio del conflicto y la batalla de los años que pueden aportar inspiración y ayuda. Pero lo mejor es escuchar la experiencia madura de un hombre que ha pasado por el conflicto de la vida diaria, que esta a punto de retirarse de la escena. Yo daría cualquier cosa por sentarme a los pies de tal hombre. 

Pero esto es solo un deseo y definitivamente imposible. Debo entonces pedirle, por lo tanto, que me aguante un poco mientras pongo delante de usted los principios a seguir para que pueda vivir diariamente en la salvación de Dios. Yo hablaría primordialmente a aquellos entre ustedes que se encuentran en el liderazgo cristiano y a los que se están preparando para ello—a los ministros, misioneros, oficiales de la iglesia, y los líderes. Quizás podríamos aprender juntos de este gran guerrero Josué, al Espíritu Santo enseñarnos a nosotros, algunos de los grandes principios para vivir en la tierra de bendición.

Ante todo, Josué hablo al pueblo acerca de los peligros de la apostasía. Su mayor preocupación parecía ser que aun había siete naciones que aun compartían la tierra de Canaán con el pueblo de Dios. Estas naciones son mencionadas siete veces en este capitulo—se menciona lo que Dios les había hecho en el pasado y como Él estaba preparado para expulsarlas de la tierra, y, cuan grande tentación serían para el pueblo de Dios si se les permitía permanecer en la tierra, porque su presencia sin duda los llevaría a mezclarse con ellas y a la adoración de dioses falsos. 

Ya hemos dicho que el libro de Josué es la contra parte del libro de Efesios en el Nuevo Testamento. Recuerdo las palabras del gran Apóstol Pablo cuando estaba a la orilla del mar en Éfeso despidiéndose de los ancianos de la iglesia: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual Él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño… Por tanto, velad.” (Hechos 20:28–31).

No existe un nivel de experiencia cristiana al que cualquiera de nosotros podamos llegar de donde finalmente no nos podamos regresar. Podríamos inclusive dar la espalda, aun en nuestra vejez, a toda la luz del evangelio que hemos recibido. Oh, las alturas desde donde muchos cristianos han caído, y las profundidades a las que han llegado. En cualquier etapa de nuestro peregrinar por esta tierra podemos contar la sangre del pacto por medio del cual hemos sido santificados como cosa inmunda, y hacerlo a pesar del Espíritu de gracia. Podemos tirar por la ventana todo el tesoro de la experiencia espiritual acumulada durante toda una vida, aun en las últimas etapas de esta vida terrenal. 

Mis amigos, al meditar delante de la presencia de Dios, ¿No es cierto que a veces la memoria a menudo nos habla y nos recuerda las promesas de los días pasados? ¿No es cierto que la memoria a menudo traiga vívidamente a nuestro corazón y mente las brillantes promesas de la primavera de nuestras vidas? ¿No es triste a veces contrastar los años de juventud con las cosechas del otoño? Vuelva atrás veinte años, treinta años, o más, a los días de su adolescencia y de su juventud. Piense en la promesa y la esperanza, piense en los sueños y las ambiciones que eran suyas. Piense en como anhelaba a Dios, la pureza, la santidad—y considere su camino ahora. 

¿No es cierto que podemos ver en nuestro corazón ahora, y Dios perdónanos por ello, las marcas de la apostasía? ¿No es cierto que podemos observar la frialdad de nuestros corazones? ¿No es cierto que meditemos a veces en la falta de oración en nuestras vidas? ¿No estamos conscientes a veces de lo descuidado de nuestro caminar con Dios? ¿No vemos las deslumbrantes evidencias del descuido y el capricho en muchas de nuestras vidas? ¿Nos imaginamos que la lucha sería más fácil con el correr de los años? ¿Creímos acaso que la juventud sería el tiempo de mayor tentación? ¿Pensamos en realidad que durante nuestra juventud sería cuando mas duro tendríamos que luchar, que entra mas edad tuviéramos, la vida traería menos luchas? La verdad es que, descubrimos que la batalla se torna más severa con el paso de los años. Nadie en sus cinco sentidos diría que cualquiera que se halla propuesto cumplir con el propósito de Dios encontraría que el camino es fácil. El horrible peligro de la apostasía se encuentra en el camino del cristiano a cada paso. ¡Hay muy pocos que correrán la carrera bien hasta el fin! 

Con un profundo sentido de urgencia, casi temor, yo le preguntaría a usted, ¿existen señales de apostasía en su iglesia hoy? ¿Hay un liderazgo en su iglesia en el cual las garras paralizantes y frías de vidas sin oración amenazan con traer un desastre a su congregación? La pasión por las almas se congelará al menos que sea apoyada por un liderazgo dinámico y lleno de energía del Espíritu Santo. ¿Existe entonces un liderazgo tan débil e indiferente en su círculo, en su iglesia, como el que le he descrito? Hago la pregunta en el nombre del Señor, y usted debe contestarla. Déjeme pedirle ahora que observe los resultados inevitables de la apostasía. 

El primer resultado de la apostasía es la derrota: “Jehová vuestro Dios no arrojará más a estas naciones delante de vosotros,” (23:13). No había duda en la mente de Josué de que toda victoria había sido ganada por Dios Mismo. Josué lo dice en el tercer versículo de este capitulo: “Vosotros habéis visto todo lo que Jehová vuestro Dios ha hecho con todas estas naciones por vuestra causa; porque Jehová vuestro Dios es quien ha peleado por vosotros.”

Es seguro que, cuando el poder de Dios es quitado, inevitablemente la derrota sigue, porque la evidencia del poder de Dios es dada solamente a aquellos que son fieles a Él. Esta energía Pentecostal que levanta a la iglesia a un nuevo nivel espiritual le es quitada a todos menos al pueblo que es obediente. La apostasía nos llevará rápidamente a la derrota y la deshonra del nombre de Cristo. “El Señor no arrojará fuera al enemigo.” 

El segundo resultado de la apostasía es (lo encontramos en el mismo versículo): incomodidad. “Serán por lazo, por tropiezo, por azote para vuestros costados y por espinas para vuestros ojos.” El fallar en apresurarse al completo cumplimiento de los propósitos de Dios, la tolerancia del enemigo, y la voluntad para permitirle compartir la tierra resultará en una desesperada incomodidad. Cuan a menudo en la experiencia cristiana algún asunto no es tomado en serio. Cuan a menudo algún pecado no es deliberadamente echado fuera. Cuan a menudo vemos que la tentación que hemos consentido, alentado y en la cual nos hemos dado gusto se ha convertido en el azote y en la espina en nuestro costado. El cristiano transigente no es una persona feliz. Permita que el enemigo permanezca en la vida cristiana, permítale afianzarse y pronto se convertirá en un azote. 

El tercer efecto de la apostasía es la vergüenza. “Entonces la ira de Jehová se encenderá contra vosotros, y pereceréis prontamente de esta buena tierra que Él os ha dado.” (23:16). Seguramente, preguntará usted, ¿debe haber alguna forma de prevenir esto? De hecho la hay, y Josué, en su advertencia acerca de los efectos y resultados de la apostasía, fue cuidadoso en decírselo al pueblo de Dios. En este capitulo propuso tres cosas esenciales para salvaguardarlos de la apostasía. 

En primer lugar esta, la obediencia. “Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra.” (23:6). Usted recordará que el mismo mandamiento le fue dado a Josué cuando aun era joven, cuando tomo el mando en el lugar de Moisés. Cuan verdadero es que los grandes principios de nuestra fe son transmitidos de generación a generación. Cada era y cada generación de la iglesia es llamada a marcar, aprender, a digerir los grandes principios de la vida cristiana, el primero de los cuales es la obediencia. 

Decimos que creemos en la Biblia— ¡Gracias a Dios que creemos! ¿Pero la obedecemos? Decimos creer en ella desde el Génesis hasta el Apocalipsis, pero¿vivimos 24 horas al día a la luz de sus enseñanzas? ¿Alguna vez ha ido a su Biblia en sus momentos de quietud, y oyó la voz de Dios hablándole, y luego se apresuro a dejar ese momento de quietud para irse a escribir una carta, contestar una llamada telefónica, o a platicar con su esposa, porque el Espíritu puso algo en su corazón con lo cual no quiere lidiar? 

¿Por qué es que la gente no ora más? ¿Por qué es que la gente no lee más su Biblia? ¿Por qué es que los cristianos de hoy no pasan más tiempo con Dios? Yo puedo darle una buena razón: a veces es demasiado incomodo. Porque, amigos míos, cuando usted se vuelve al Libro, una y otra vez el Espíritu de Dios le hablará acerca de este pecado, aquel habito, su falta de oración, su falta de amor. Él lo comenzará a convencer y a hacer sentir convicción hasta que Él lo traiga a la completa sumisión al Salvador. Su falta de obediencia ha causado que usted se aparte completamente de su tiempo de quietud y oración. 

La segunda gran salvaguarda contra la apostasía es la separación. Asegúrense, “de no mezclarse con estas naciones,. . . ni siquiera mencionen los nombres de sus dioses,. . . sino sigan a Jehová su Dios” (23:7–8). Claro que esto quería decir que debían permanecer resueltamente distantes del trato social de los cananitas y sus pecados.

Significa lo mismo para el cristiano de hoy. Significa mantenerse transparentemente claros de la mundanalidad. La gente debe dejar de jugar al cristianismo y luchar verdaderamente contra el pecado y Satanás. Nos justificamos por hacer cualquier cosa mundana si tenemos después una pequeña plática devocional. ¡Dios perdónanos! ¡Que hipocresía! La separación es parte de del método para evitar la apostasía, lo que significa no transigir en nada con el mundo. Desde luego, que esto es negativo, pero el aspecto positivo es “seguir a Jehová tu Dios.” El cristiano separado no es alguien que se aferre a las cosas; el cristiano separado es aquel que ama al Señor con todo su corazón y no desea nada más. 

De la misma manera, cuan fácil es con el pasar de los años permitir solo un poco de flojera, la cual no le hace mucho daño a usted, pero como lastima a la persona que le este viendo a usted como ejemplo. Quizás usted se excuse a si mismo por estar pasando demasiado tiempo en su periódico, demasiado tiempo con su radio o televisión, diciendo, “Esto no me hará ningún daño,” pero esto no quiere decir que no haga daño a los que se vuelven a usted buscando su liderazgo, y su ejemplo de lo que es vivir una vida consagrada. Quizás usted diga, “No importa mucho que yo no asista a la reunión de oración. Nadie me echara de menos.” ¿Cuántos jóvenes dirían, “No importa si oro o no—él no asiste, y yo simplemente lo sigo a él”?

La tercera salvaguarda contra la apostasía es la más importante de todas. Es esto: “Guardad, pues, con diligencia vuestras almas, para que améis a Jehová vuestro Dios.” (23:11). Oh, mis amigos, el fallar en obedecer, en no mantener estándares de separación, pueden ser siempre rastreados a la falta de devoción. “Si me amáis,” dijo el Señor Jesús, “guardad mis mandamientos.” Si, fallar en estar separados, descuidados en nuestro caminar, en vivir una vida sin oración, todo puede ser rastreado a un corazón que no ama realmente a nuestro Salvador. 

¡Cuan apropiadas son estas palabras al llegar al fin de su vida! Los años anteriores habían estado llenos de batallas y derramamiento de sangre, pero ahora el guerrero se ha convertido en un hombre de paz. La tormenta de los años anteriores se calma y en el atardecer de su vida, el hombre que siempre ha estado luchando ahora dice, “Guardad vuestras almas para que amen.”

Todo esto trae a la mente esa escena a la orilla del mar el día en el que el Señor Jesucristo miró a Pedro fijamente y dijo, “Simon, ¿me amas tu mas que estos?” Todo dependía de su respuesta. Ame a Cristo y lo único que le traerá contentamiento será poseerlo completamente a Él. Ámelo a Él y será audaz para testificar. Ámelo a Él, y usted amará Su libro y Su ley. Ámelo a Él, y usted nunca buscará un amor humano que sea contradictorio al amor de Dios. Ámelo a Él, y usted lo poseerá a Él y usted será poseído por Él. Las cosas que de otra manera serian azotes y espinas en su costado serán peldaños a una experiencia mas profunda y completa de Su gracia y Su poder. Ámelo a Él, y también amará a otros que lo aman. “Asegúrense de amar.”

Si yo pudiera escoger el tema del último sermón que fuera a predicar, este seria mi texto. Estoy seguro de que si los santos de Dios de generaciones pasadas pudieran hablara a la luz de lo que han visto en la eternidad, a la luz de lo que saben acerca del cielo y el infierno, lo que ellos nos dirían a todos nosotros serían estas palabras—“Asegúrense de amar.” Porque la más grande salvaguarda contra el descuido de nuestro caminar, contra un espíritu sin oración, contra la frialdad del corazón es el amor. Aquello que levanta al cristiano y a la iglesia a un nuevo nivel de plenitud en su experiencia, el factor más grande para el avivamiento en la iglesia de hoy no es que busquemos defender la verdad, sino el amor de nuestros corazones, llenos con el Espíritu Santo. 

El amor es de Dios—Dios es amor. Solo el amor puede vencer a la discordia. Solo el amor puede unir a la familia dividida de los redimidos. Por lo tanto, si usted ama con pureza, sin egoísmo y con todas sus fuerzas, debe saber lo que es amar a su Salvador. Si es que vamos a poder dar amor primero debemos recibir amor. Si es que vamos a poder transmitir, primero debemos absorber. Si es que vamos a poder esparcir amor, primero debemos poseerlo en nuestros corazones. 

La experiencia de ese amor en nuestros corazones viene a través del Espíritu Santo, quien es quien derrama sobre nosotros el amor de Dios. El hombre que conoce el amor como este ya ha entrado en una pequeña esquina del cielo; ya no tiene hambre, ni tampoco tiene sed, pues ha vivido la experiencia del cumplimiento de la palabra de Jesucristo, “El agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” (Juan 4:14).

Ríndase al Espíritu de Dios. No descanse sino hasta que haya recibido su porción de Pentecostés. Recuerde que la prueba del amor no son los sentimientos ni las emociones ni las palabras, sino la obediencia, porque “él que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama.” (Juan 14:21). 

El himno de Charles Wordsworth, parafrasea una porción de I Corintios 13, trae un mensaje directo a nuestro corazón: 
Espíritu de Gracia, Espíritu Santo, 
Enseñados por Ti codiciamos más 
Que todos los dones de Pentecostés, 
El santo amor celestial. 

Fe para mover los montes, 
Lenguas de la tierra y celestiales, 
Ciencia y todo aquello que ya vano se probó 
Sin tener del cielo el amor. 

El amor sufrido y benigno es; 
El amor es manso y nos busca el mal; 
El amor más fuerte que la muerte, 
Por lo tanto danos el amor. 

La profecía un día acabará, 
Derretida por la luz; 
Pero el amor por siempre permanecerá— 
Por lo tanto danos el amor. 

Fe y esperanza y amor podemos ver 
Juntos de la mano otra vez, 
Pero el mayor de estos tres, 
Lo mejor el amor es. 

Bajo la cobertura 
De Tu ala dorada y plateada, 
Sobre los que bajo ella se refugian, 
Derrama Tu santo, y celestial amor. 

¡Si! Ese es el secreto—la gran salvaguarda contra la apostasía—el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. (Romanos 5:5).

Vida Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué 
Copyright © 2007 by the Redpath Family 
Traducido por Carlos Alvarado

lunes, 9 de abril de 2012

La Vida Cristiana Victoriosa Capitulo Dieciocho

Por Alan Redpath 

Peligros Que Evitar

Josué 18:3

1 Toda la congregación de los hijos de Israel se reunió en Silo, y erigieron allí el tabernáculo de reunión, después que la tierra les fue sometida. 
2 Pero habían quedado de los hijos de Israel siete tribus a las cuales aún no habían repartido su posesión. 
3 Y Josué dijo a los hijos de Israel: ¿Hasta cuándo seréis negligentes para venir a poseer la tierra que os ha dado Jehová el Dios de vuestros padres? 
—Josué 18:1–3 

1 Habló Jehová a Josué, diciendo: 
2 Habla a los hijos de Israel y diles: Señalaos las ciudades de refugio, de las cuales yo os hablé por medio de Moisés, 
3 para que se acoja allí el homicida que matare a alguno por accidente y no a sabiendas; y os servirán de refugio contra el vengador de la sangre. 
4 Y el que se acogiere a alguna de aquellas ciudades, se presentará a la puerta de la ciudad, y expondrá sus razones en oídos de los ancianos de aquella ciudad; y ellos le recibirán consigo dentro de la ciudad, y le darán lugar para que habite con ellos. 
5 Si el vengador de la sangre le siguiere, no entregarán en su mano al homicida, por cuanto hirió a su prójimo por accidente, y no tuvo con él ninguna enemistad antes. 
6 Y quedará en aquella ciudad hasta que comparezca en juicio delante de la congregación, y hasta la muerte del que fuere sumo sacerdote en aquel tiempo; entonces el homicida podrá volver a su ciudad y a su casa y a la ciudad de donde huyó. 
—Josué 20:1–6 

9 Así los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés, se volvieron, separándose de los hijos de Israel, desde Silo, que está en la tierra de Canaán, para ir a la tierra de Galaad, a la tierra de sus posesiones, de la cual se habían posesionado conforme al mandato de Jehová por conducto de Moisés. 
10 Y llegando a los límites del Jordán que está en la tierra de Canaán, los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés edificaron allí un altar junto al Jordán, un altar de grande apariencia. 
15 Los cuales fueron a los hijos de Rubén y a los hijos de Gad y a la media tribu de Manasés, en la tierra de Galaad, y les hablaron diciendo: 
16 Toda la congregación de Jehová dice así: ¿Qué transgresión es esta con que prevaricáis contra el Dios de Israel para apartaros hoy de seguir a Jehová, edificándoos altar para ser rebeldes contra Jehová? 
21 Entonces los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés respondieron y dijeron a los cabezas de los millares de Israel: 
22 Jehová Dios de los dioses, Jehová Dios de los dioses, él sabe, y hace saber a Israel: si fue por rebelión o por prevaricación contra Jehová, no nos salves hoy. 
23 Si nos hemos edificado altar para volvernos de en pos de Jehová, o para sacrificar holocausto u ofrenda, o para ofrecer sobre él ofrendas de paz, el mismo Jehová nos lo demande. 
24 Lo hicimos más bien por temor de que mañana vuestros hijos digan a nuestros hijos: ¿Qué tenéis vosotros con Jehová Dios de Israel? 
25 Jehová ha puesto por lindero el Jordán entre nosotros y vosotros, oh hijos de Rubén e hijos de Gad; no tenéis vosotros parte en Jehová; y así vuestros hijos harían que nuestros hijos dejasen de temer a Jehová. 
26 Por esto dijimos: Edifiquemos ahora un altar, no para holocausto ni para sacrificio, 
27 sino para que sea un testimonio entre nosotros y vosotros, y entre los que vendrán después de nosotros, de que podemos hacer el servicio de Jehová delante de él con nuestros holocaustos, con nuestros sacrificios y con nuestras ofrendas de paz; y no digan mañana vuestros hijos a los nuestros: Vosotros no tenéis parte en Jehová. 
32 Y Finees hijo del sacerdote Eleazar, y los príncipes, dejaron a los hijos de Rubén y a los hijos de Gad, y regresaron de la tierra de Galaad a la tierra de Canaán, a los hijos de Israel, a los cuales dieron la respuesta. 

33 Y el asunto pareció bien a los hijos de Israel, y bendijeron a Dios los hijos de Israel; y no hablaron más de subir contra ellos en guerra, para destruir la tierra en que habitaban los hijos de Rubén y los hijos de Gad. 
34 Y los hijos de Rubén y los hijos de Gad pusieron por nombre al altar Ed; porque testimonio es entre nosotros que Jehová es Dios. 
—Josué 22:9–10; 15–16; 21–27; 32–34

Siete años de luchas por la posesión de Canaán por el pueblo de Dios han terminado en esta parte del libro de Josué. Se ha cruzado el Jordán y Jericó ha sido conquistado; el enemigo ha sido aplastado, y la tierra ha sido distribuida al pueblo de acuerdo a cada tribu. Pero ahora la parte más importante de todo el negocio los enfrenta, porque su cruce del río para entrar a la tierra de la bendición y la victoria sobre el enemigo probará ser algo abortivo al menos que aprendan a vivir en la tierra. 

Lo que fue verdad de los hijos de Israel es mil veces más verdad de los cristianos el día de hoy. No es la intención de la vida cristiana ser una serie de crisis y de agitaciones. En el propósito de Dios se espera que la vida cristiana sea un seguro avance, una marcha triunfante hacia la meta, que es la misma presencia de Dios. Desde luego que hay crisis esenciales en el proceso. El Jordán debe ser cruzado; el desierto de la derrota debe ser cambiado por el país de bendición y victoria. El enemigo debe ser sometido; el cristiano debe aprender a diariamente conquistar al enemigo de su alma. 

Pero, lo más importante de todo, los hijos de Dios, si van a entrar a la tierra de plena salvación, deben aprender a permanecer allí. Aunque yo creo que el hombre que ha nacido de nuevo del Espíritu de Dios y ha sido redimido por la sangre de Cristo, será, eternamente salvo, el puede sin embargo dejar la tierra de Canaán para volverse al desierto. Puede que cambie la victoria por la derrota. Puede correr bien por algún tiempo y cruzar el Jordán, y decir de si mismo que ha sido sepultado con Cristo y resucitado con Él también, pero puede terminar su peregrinar por esta vida a punto de volver a Egipto mismo. Es absolutamente vital que el cristiano aprenda como vivir en la tierra de bendición. 

Una lección sobre lo que, confío, fue aprendido en el capitulo anterior cuando meditamos juntos acerca de vivir a toda capacidad. Descubrimos que la diaria obediencia a, y la fe en Cristo sirve para engrandecer nuestra capacidad para recibir Su vida, para que podamos ser llenos del Espíritu de Dios un día y poder tener mas de Su plenitud el próximo. 

El resto del libro de Josué tiene que ver con tres secretos en particular de como vivir en la tierra de bendición. Los capítulos 18 al 22 nos hablan de los peligros que debemos evitar. El capitulo 23 nos habla de los principios a seguir. El capitulo 24, el ultimo capitulo del libro de Josué, nos revelan algunos privilegios de los cuales podemos disfrutar. 

Confío en que hemos aprendido algunos grandes principios de la vida cristiana en estos capítulos: el camino a la victoria, el camino para entrar en la tierra de la plena salvación. El cristiano nunca debe confiar en decisiones pasadas o en alguna experiencia de cima de montaña. Él debe trasladar todo eso a lo rutinario de la vida diaria. Esa es una de las más grandes lecciones que debe aprender el misionero. Algunos que dejan su patria con toda la emoción de servicios de despedida y piensan que lo único que tienen que hacer es ponerse de pie y guiar a miles de nativos a Cristo, van a sufrir una desilusión devastadora cuando lleguen a terrenos extranjeros. Van a descubrir que la gran parte de su tiempo se ocupará haciendo tareas diarias, y al menos que estén preparados para esta clase de servicio, van a caer. 

Como vivir en la tierra de bendición, es un tema esencial para todos nosotros, sea donde sea que Dios nos tenga viviendo en la tierra. Conocer a un cristiano que esté verdaderamente viviendo la vida cristiana es una de las experiencias más emocionantes imaginables. Es tan emocionante porque, es también tan raro. Conocer a un cristiano que esta verdaderamente disfrutando de su salvación y viviendo en el poder del Espíritu a lo máximo es una bendición. Si vamos a vivir en la tierra y vamos a disfrutarlo todo, y vamos a entender las posibilidades de la vida cristiana de este lado de la gloria, quiero mostrarles tres peligros que todos debemos evitar. 

Josué 18:3 nos lleva al primero de ellos: “Y Josué dijo a los hijos de Israel: ¿Hasta cuándo seréis negligentes para venir a poseer la tierra que os ha dado Jehová el Dios de vuestros padres?” El primer peligro para los hijos de Dios es el peligro de la inercia. 

Usted recordará que antes de que los hijos de Israel entraran en la tierra, Moisés los reunió a todos y les habló acerca de la bendición que les esperaba si obedecían al Señor y entraban directamente a la tierra y la poseían. Por ejemplo, a Benjamin dijo, “El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; Lo cubrirá siempre, Y entre sus hombros morará.” (Deuteronomio 33:12). ¡Que lugar para vivir! ¡Seguros cerca del Señor—entre los hombros del Maestro! 

De la tribu de Isacar Moisés dijo que iban a recibir los tesoros de lo profundo del océano, y que descubrirían las joyas en la arena. Para la tribu de Isacar había cosas muy preciosas si poseían la porción de tierra que les había tocado. El hijo de Dios que posea todo lo que es suyo en Cristo tendrá experiencias sin límite en las profundidades de la gracia de Dios, y algunas de las más maravillosas joyas de la vida cristiana serán suyas. 

La tribu de Aser, dijo Moisés, viviría en una porción de la tierra en donde había muchos lagares. Sus pies iban a ser mojados en aceite. “Hierro y bronce serán tus cerrojos,” tan fuertes eran ellos, y, les dijo Moisés, “como tus días serán tus fuerzas.” (Deuteronomio 33:24–25). La tribu de Aser nunca envejecería, ni se cansaría o se desanimaría. Ellos serían perennemente jóvenes y fuertes. Para los hijos de Aser Dios tenia aceite, la unción de Su Espíritu; Él constantemente renovaría su fuerza y poder en toda situación a través de su peregrinar por la vida. 

La tribu de Neftalí, dijo Moisés, seria llena de bendiciones del Señor y completamente satisfecha. Y así podríamos seguir. Pero esto es suficiente para mostrarle que este pueblo tenía la posibilidad de inmensas experiencias: seguridad, unción, poder, bendición, gracia sin límites, y fuerza. Todo esto sería de ellos si tan solo iban y lo poseían, y, preguntaba Josué, al mirar a toda esta compañía de gente que había cruzado el Jordán y sometido al enemigo cuando se comenzaba a asentar, “¿Cuánto tiempo se van a tardar en poseer la tierra, que Jehová el Dios de sus padres les ha dado?” 

Mis queridos amigos cristianos, existe una experiencia de Cristo para nosotros, una participación en su victoria, la experiencia de la plenitud de Su bendición que está tan mas allá del nivel promedio de la vida cristiana como Canaán estaba mas allá del desierto. 

Hay un pequeño trozo de tierra en este mundo que para mi tiene muy preciadas memorias. Cubre un área de aproximadamente ochenta millas al sur de la frontera Anglo-Escocesa. Allí podrá usted caminar sobre las ruinas del muro de Hadrian, en un tiempo fueron los limites del Imperio Romano en Inglaterra. Se puede uno imaginar en su mente los tremendos eventos de aquellos días cuando el poder de Roma llegó hasta este lugar. 

Si usted visita este distrito encontrará muchas torres, algunas son solo ruinas, otras hermosamente conservadas casi intactas. Si usted pregunta como es que algunas son solo ruinas mientras otras se encuentran en tan buena condición, se le contará esta historia. Hace algunas centenas de años Inglaterra y Escocia eran enemigos, y los ingleses de Northumberland eran constantemente atacados por los escoceses, quienes se llevaban sus ganados y se robaban sus cosechas. Por lo cual los ingleses construyeron castillos cerca de la frontera para defenderse a si mismos. Algunos de esos castillos tenían arroyos secretos que proveían un constante flujo de agua. Otros castillos tenían que recibir su suministro de agua de pozos que estaban a cientos de yardas de distancia por medio de un tubo. Los invasores escoceses eran bastante astutos para saber lo que tenían que hacer—cortaban el tubo, y luego se quedaban alrededor del castillo hasta que la gente que estaba dentro se moría de hambre y de sed. Pero aquellos que tenían los arroyos secretos en sus castillos eran invencibles. Así que esos castillos permanecen en pie hasta estos días como recordatorios vivientes de su ser invencibles. Los otros castillos son solo ruinas. 

Cada uno de nosotros tenemos, dentro de nosotros una fuente de vida, pero hay cristianos que no la han descubierto. Muchos siempre están yendo fuera de si mismos: a buscar distracción y descanso, lujo e indulgencia y, antes de que pase mucho tiempo, su vida cristiana esta completamente arruinada. Pero hay otros hijos de Dios que han aprendido que la única manera de poseer la tierra y de mantenerse firmes sobre la gracia que Dios en Cristo les ha dado es continuamente buscar extraer estas cosas de esa fuente secreta de vida que tenemos en nuestro interior. Pueden decir con todo su corazón que Jesús satisface. 

El problema es que muchos de nosotros nos acobardamos de entrar más y más a la tierra de bendición porque sabemos que esto significa que tendremos que negarnos a nosotros mismos y que tendremos que sacrificar algún hábito o pecado que no queremos dejar. Quiere decir que nuestro amor por lo fácil, nuestro apegamiento al mundo, y nuestro temor a que los demás piensen que somos extraños, tendrán que ser hechos a un lado. Es esto lo que nos mantiene espiritualmente flojos e inertes, para que no nos movamos a poseer lo que Dios tiene para nosotros. 

¡Cuan fácilmente los hijos de Dios descansan satisfechos en los logros pasados! Que tragedia es esto, porque no solamente se privan a si mismos de la bendición de Dios, sino que le hacen difícil el camino a otros y le dan animo a Satanás. Ningún cristiano ganará la carrera si se detiene a descansar. Nadie ganará la guerra si, estando a punto de conseguir la victoria, pide un día de descanso. Ningún hijo de Dios se puede dar el lujo de un solo minuto de vacaciones de andar con Dios. ¡Que triste que tantos de nosotros tengamos el premio en la punta de los dedos, la meta a nuestro alcance, solo para descubrir que nos hemos perdido de la victoria que pudiéramos haber logrado en Cristo Jesús! Perdimos simplemente porque no nos apresuramos a poseer lo que Dios tenía para nosotros. Fuimos vencidos por la inercia. 

Cristiano, ¿cuánto tiempo hace que fuiste a la iglesia el domingo por la mañana esperando que Dios te bendijera? Fuiste solo para cumplir con tu trabajo, a cantar, a dar tu clase de escuela dominical, a dar tus avisos, a tomar tu parte, a ser ujier—Dios te bendiga por todo eso—pero cuidado con sucumbir a la inercia espiritual. No dejes de esperar que Dios, que ha hecho grandes cosas en generaciones pasadas, las haga de nuevo. Él puede; si tan solo pudiéramos hacer que los corazones de la gente sientan hambre y anhelen el apresurarse a entrar en casa para recibir lo que Él tiene. A menudo el peligro de la pereza como el: “No me importa”; “Ni me preocupo últimamente”; o “Bueno, pues eso esta bien para los demás, para los mas jóvenes, para los niños, pero no para mi.” ¿Cuánto tiempo, mis compañeros cristianos, cuánto tiempo se tardarán en poseer lo que Dios tiene para ustedes en Jesús? ¡Oh que gran peligro para evitar! 

El segundo peligro se nos menciona en Josué 22; Yo lo llamo el peligro de la incompatibilidad. Usted sabe lo que quiere decir—la inhabilidad para llevarse bien con los demás. 

He aquí la historia, dicha brevemente en una o dos oraciones: las dos y media tribus, Rubén, Gad, y la media tribu de Manases, habían siete años antes, declarado su deseo de vivir del otro lado del río, del lado del Jordán que daba hacia el desierto. Josué estuvo de acuerdo pero con una condición: que entraran en la tierra con los demás, y ayudaran a someter al enemigo, después de lo cual podrían volver a la porción de tierra que ellos querían. En este capitulo se nos cuenta como fue que ellos hicieron esto. Josué públicamente reconoció su bondad, su generosidad, y su espíritu de compañerismo en ayudar a sus hermanos a conquistar la tierra, y les deseó las más ricas bendiciones de Dios en el territorio que se les había designado. 

Cuando las tribus que se iban a regresar llegaron a sus fronteras, a la orilla del rió, según se nos dice en Josué 22:24, de repente pensaron para si mismos, “Supongamos que volvemos al otro lado del río, nuestro hijos y las futuras generaciones dirán, que tienen que ver ustedes con el pueblo de Dios? Ellos viven allá, ustedes viven aquí. No tienen nada que ver con ellos, porque nunca participaron en ninguna de las peleas, nunca ayudaron a someter al enemigo. ¿Por qué? ¿Qué tienen que ver ustedes con el pueblo de Israel?’” Así que edificaron un altar del lado occidental a la orilla del Jordán, no para sacrificios, pero como testimonio a su unidad con el pueblo que vivía del otro lado del Jordán. 

Cuando las otras tribus oyeron lo que estaba pasando, inmediatamente llegaron a conclusiones falsas y supusieron que el altar era para adorar y presentar sacrificios, que esto mostraba división entre el pueblo de Dios, que indicaba que las dos y media tribus que se estaban regresando eran apostatas, y que habían dejado de adorar a Dios, que se habían rebelado contra Él y se habían vuelto indiferentes a Su ley. Por lo tanto supusieron que había un cisma en el mismo corazón del pueblo de Dios. Así que las tribus que habían permanecido con Josué en Canaán se prepararon para atacar a los apostatas. 

Sin embargo antes de hacerlo, enviaron a un comité para preguntar exactamente que era lo que los rubenitas, gaditas, y la media tribu de Manases estaban haciendo, y para quejarse muy francamente por sus acciones. El comité los acuso de ser desleales y estar en rebelión contra Dios, y les advirtió de las graves consecuencias para ellos y para Israel si continuaban con esas acciones. Esas dos y media tribus no tuvieron, de hecho, ningún problema para convencer al comité de que sus motivaciones era completamente puras, y que no era su intención usar el altar para adorar, sino como un testimonio. No iban a presentar sacrificios delante de otro dios; simplemente estaban levantando un testigo que hablara de su unidad con el resto de sus hermanos. Esto probaba fácilmente que sus motivos eran puros y sinceros, y que los demás estaban totalmente equivocados en su juicio. ¡Lo que pudo haber terminado en tragedia terminó de hecho en un compañerismo más cercano! 

¡Que lecciones las que tenemos aquí! ¡Que peligros hay en la incompatibilidad de un cristiano con otro! ¡Cuan fácil se pueden dar los malos entendidos, y con resultados muy dañinos! Que rápido se esparcen, y entre mas lejos llegan peor se ponen, hasta llegar al punto en el que una iglesia evangélica puede ser arruinada completamente por este pecado. ¿Por qué es que todos estamos tan listos para escuchar los chismes? ¿Por qué es que somos tan rápidos para imputar a las personas con las peores de las motivaciones? ¿Por qué es que creemos tan fácilmente los rumores acerca del carácter de alguna persona, y luego lo repetimos pero multiplicado por cien? 

Si tan solo pudiéramos deshacernos de este tipo de cosas en la iglesia, si tan solo la iglesia de Cristo fuera librada completamente de este pecado mortal, tendríamos avivamiento. Es el chismoso, el que imputa motivaciones falsas, que le da la más horrenda interpretación a las acciones inocentes, a quien el Diablo esta usando como su herramienta en las Iglesias cristianas el día de hoy. No es muy bueno—de hecho, no es de ningún provecho—deshacerse en elogios por el sermón del domingo si no se esta preparado para deshacerse de las cosas que causan distanciamiento con el hermano cristiano. 

Quizás algunos de los que están leyendo esto están enfermos de corazón y quebrantados de espíritu por los juicios falsos y el tratamiento injusto que algún compañero cristiano le ha dado. No están cantando himnos; están sufriendo cruelmente, y la herida que se ha hecho ha sido profunda y dolorosa. Sin embargo, aunque están sufriendo, están creciendo, mientras que la gente que viene y canta himnos domingo tras domingo y que tienen el espíritu de resentimiento dentro de ellos, se encuentran en rebelión espiritual. ¡Oh, la gente a la que hemos malentendido y herido, la gente que hemos lastimado y entristecido, la gente a la que hemos juzgado mal! Y ellos han aprendido por la gracia de Dios a soportarlo, y por esa razón siguen creciendo en gracia. Y nosotros, si hemos sido rencorosos y poco amables, nos estamos marchitando espiritualmente. En el campo misionero o en el mismo pueblo, o quizás en la misma iglesia adorando con usted, hay hombres y mujeres heridos amargamente, pero, por la gracia de Dios, están creciendo en Jesucristo. 

Permítanme decirles (y quizás esto viene por experiencia propia mas que cualquier otra cosa) que muchos de nosotros comenzamos la vida siendo duros en nuestros juicios, y calientes como un hierro en nuestra ira, e impetuosos en nuestras decisiones; pero, por la gracia de Dios, aun cuando no podemos ceder ni una pulgada en lealtad a la verdad, podemos aprender a lidiar cuidadosamente con el hermano que ha caído. Podemos ayudarle a llevar la carga; en espíritu de mansedumbre podemos restaurarle y tener esto como la mas grande de las ganancias, no para vencerlo en su argumento, o para destruirlo con sarcasmo, sino para ganarlo en amor para que regrese a Jesús. ¡Oh, el peligro de la incompatibilidad! 

El tercer peligro lo encuentro en el capitulo 20, y es un peligro mortal para la vida en la tierra de la bendición. Es el peligro de la ignorancia. 

Usted se acuerda del establecimiento de las ciudades de refugio en este capitulo: había seis de ellas, tres a cada lado del río. Todas eran de fácil acceso a todos en la tierra y a las dos y media tribus que estaban del otro lado del río. Eran lugares de refugio para cualquiera que sin intención había matado a alguien. Encontrará todos los detalles en Deuteronomio 19. Es suficiente decir aquí que los pecados de ignorancia o por accidente, pecados cometidos sin intención, y sin malicia, eran tratados con misericordia. El hombre desafortunado tenía solo que huir a la ciudad de refugio y librarse así de la venganza. Allí su caso sería juzgado por los levitas, y si se comprobaba que no había habido ninguna malicia en sus acciones, se le permitía permanecer en la ciudad de refugio hasta que muriera el que estaba como sumo sacerdote en su tiempo. Y luego era libre de volver a caso a salvo. 

¿Alguna vez se ha detenido a pensar que mucha de nuestra culpa es producto de la ignorancia? ¿Entendemos que cualquier cosa que sea contraria a la perfecta santidad de Dios es pecado? ¿Entendemos que estamos constantemente entristeciéndolo con nuestro descuido, nuestra precipitación y nuestros malos entendidos con los demás? Quizás no sea intencionalmente, sin embargo, delante de Dios es pecado. ¡Oh, cuan agradecidos debemos ser con Él por Su perdón! 

Podemos ir hoy a una fuente y allí ser limpios de nuestro pecado y recibir perdón por causar daño y dolor a los demás sin intención. Porque nuestra ciudad de refugio es el costado herido de Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, quien murió y resucito de nuevo. Una visita a la ciudad de refugio, la confesión de nuestra culpa, y la limpieza por medio de la sangre nos habilita para ser libres en perfecta fe. Oh cuanto necesitamos hoy ir a Él con nuestro mejores, y, torpes intentos de servir a Dios, pues nuestro servicio es siempre inútil. ¡Cuan desesperadamente necesitamos ir a Él para deshacernos de la ignorancia de Su Palabra, Su voluntad, y Su gracia! En nuestra ciudad de refugio siempre estaremos seguros, porque nuestro sumo sacerdote vive para siempre. 

Vida Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué
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Traducido por Carlos Alvarado