lunes, 9 de abril de 2012

La Vida Cristiana Victoriosa Capitulo Dieciocho

Por Alan Redpath 

Peligros Que Evitar

Josué 18:3

1 Toda la congregación de los hijos de Israel se reunió en Silo, y erigieron allí el tabernáculo de reunión, después que la tierra les fue sometida. 
2 Pero habían quedado de los hijos de Israel siete tribus a las cuales aún no habían repartido su posesión. 
3 Y Josué dijo a los hijos de Israel: ¿Hasta cuándo seréis negligentes para venir a poseer la tierra que os ha dado Jehová el Dios de vuestros padres? 
—Josué 18:1–3 

1 Habló Jehová a Josué, diciendo: 
2 Habla a los hijos de Israel y diles: Señalaos las ciudades de refugio, de las cuales yo os hablé por medio de Moisés, 
3 para que se acoja allí el homicida que matare a alguno por accidente y no a sabiendas; y os servirán de refugio contra el vengador de la sangre. 
4 Y el que se acogiere a alguna de aquellas ciudades, se presentará a la puerta de la ciudad, y expondrá sus razones en oídos de los ancianos de aquella ciudad; y ellos le recibirán consigo dentro de la ciudad, y le darán lugar para que habite con ellos. 
5 Si el vengador de la sangre le siguiere, no entregarán en su mano al homicida, por cuanto hirió a su prójimo por accidente, y no tuvo con él ninguna enemistad antes. 
6 Y quedará en aquella ciudad hasta que comparezca en juicio delante de la congregación, y hasta la muerte del que fuere sumo sacerdote en aquel tiempo; entonces el homicida podrá volver a su ciudad y a su casa y a la ciudad de donde huyó. 
—Josué 20:1–6 

9 Así los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés, se volvieron, separándose de los hijos de Israel, desde Silo, que está en la tierra de Canaán, para ir a la tierra de Galaad, a la tierra de sus posesiones, de la cual se habían posesionado conforme al mandato de Jehová por conducto de Moisés. 
10 Y llegando a los límites del Jordán que está en la tierra de Canaán, los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés edificaron allí un altar junto al Jordán, un altar de grande apariencia. 
15 Los cuales fueron a los hijos de Rubén y a los hijos de Gad y a la media tribu de Manasés, en la tierra de Galaad, y les hablaron diciendo: 
16 Toda la congregación de Jehová dice así: ¿Qué transgresión es esta con que prevaricáis contra el Dios de Israel para apartaros hoy de seguir a Jehová, edificándoos altar para ser rebeldes contra Jehová? 
21 Entonces los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés respondieron y dijeron a los cabezas de los millares de Israel: 
22 Jehová Dios de los dioses, Jehová Dios de los dioses, él sabe, y hace saber a Israel: si fue por rebelión o por prevaricación contra Jehová, no nos salves hoy. 
23 Si nos hemos edificado altar para volvernos de en pos de Jehová, o para sacrificar holocausto u ofrenda, o para ofrecer sobre él ofrendas de paz, el mismo Jehová nos lo demande. 
24 Lo hicimos más bien por temor de que mañana vuestros hijos digan a nuestros hijos: ¿Qué tenéis vosotros con Jehová Dios de Israel? 
25 Jehová ha puesto por lindero el Jordán entre nosotros y vosotros, oh hijos de Rubén e hijos de Gad; no tenéis vosotros parte en Jehová; y así vuestros hijos harían que nuestros hijos dejasen de temer a Jehová. 
26 Por esto dijimos: Edifiquemos ahora un altar, no para holocausto ni para sacrificio, 
27 sino para que sea un testimonio entre nosotros y vosotros, y entre los que vendrán después de nosotros, de que podemos hacer el servicio de Jehová delante de él con nuestros holocaustos, con nuestros sacrificios y con nuestras ofrendas de paz; y no digan mañana vuestros hijos a los nuestros: Vosotros no tenéis parte en Jehová. 
32 Y Finees hijo del sacerdote Eleazar, y los príncipes, dejaron a los hijos de Rubén y a los hijos de Gad, y regresaron de la tierra de Galaad a la tierra de Canaán, a los hijos de Israel, a los cuales dieron la respuesta. 

33 Y el asunto pareció bien a los hijos de Israel, y bendijeron a Dios los hijos de Israel; y no hablaron más de subir contra ellos en guerra, para destruir la tierra en que habitaban los hijos de Rubén y los hijos de Gad. 
34 Y los hijos de Rubén y los hijos de Gad pusieron por nombre al altar Ed; porque testimonio es entre nosotros que Jehová es Dios. 
—Josué 22:9–10; 15–16; 21–27; 32–34

Siete años de luchas por la posesión de Canaán por el pueblo de Dios han terminado en esta parte del libro de Josué. Se ha cruzado el Jordán y Jericó ha sido conquistado; el enemigo ha sido aplastado, y la tierra ha sido distribuida al pueblo de acuerdo a cada tribu. Pero ahora la parte más importante de todo el negocio los enfrenta, porque su cruce del río para entrar a la tierra de la bendición y la victoria sobre el enemigo probará ser algo abortivo al menos que aprendan a vivir en la tierra. 

Lo que fue verdad de los hijos de Israel es mil veces más verdad de los cristianos el día de hoy. No es la intención de la vida cristiana ser una serie de crisis y de agitaciones. En el propósito de Dios se espera que la vida cristiana sea un seguro avance, una marcha triunfante hacia la meta, que es la misma presencia de Dios. Desde luego que hay crisis esenciales en el proceso. El Jordán debe ser cruzado; el desierto de la derrota debe ser cambiado por el país de bendición y victoria. El enemigo debe ser sometido; el cristiano debe aprender a diariamente conquistar al enemigo de su alma. 

Pero, lo más importante de todo, los hijos de Dios, si van a entrar a la tierra de plena salvación, deben aprender a permanecer allí. Aunque yo creo que el hombre que ha nacido de nuevo del Espíritu de Dios y ha sido redimido por la sangre de Cristo, será, eternamente salvo, el puede sin embargo dejar la tierra de Canaán para volverse al desierto. Puede que cambie la victoria por la derrota. Puede correr bien por algún tiempo y cruzar el Jordán, y decir de si mismo que ha sido sepultado con Cristo y resucitado con Él también, pero puede terminar su peregrinar por esta vida a punto de volver a Egipto mismo. Es absolutamente vital que el cristiano aprenda como vivir en la tierra de bendición. 

Una lección sobre lo que, confío, fue aprendido en el capitulo anterior cuando meditamos juntos acerca de vivir a toda capacidad. Descubrimos que la diaria obediencia a, y la fe en Cristo sirve para engrandecer nuestra capacidad para recibir Su vida, para que podamos ser llenos del Espíritu de Dios un día y poder tener mas de Su plenitud el próximo. 

El resto del libro de Josué tiene que ver con tres secretos en particular de como vivir en la tierra de bendición. Los capítulos 18 al 22 nos hablan de los peligros que debemos evitar. El capitulo 23 nos habla de los principios a seguir. El capitulo 24, el ultimo capitulo del libro de Josué, nos revelan algunos privilegios de los cuales podemos disfrutar. 

Confío en que hemos aprendido algunos grandes principios de la vida cristiana en estos capítulos: el camino a la victoria, el camino para entrar en la tierra de la plena salvación. El cristiano nunca debe confiar en decisiones pasadas o en alguna experiencia de cima de montaña. Él debe trasladar todo eso a lo rutinario de la vida diaria. Esa es una de las más grandes lecciones que debe aprender el misionero. Algunos que dejan su patria con toda la emoción de servicios de despedida y piensan que lo único que tienen que hacer es ponerse de pie y guiar a miles de nativos a Cristo, van a sufrir una desilusión devastadora cuando lleguen a terrenos extranjeros. Van a descubrir que la gran parte de su tiempo se ocupará haciendo tareas diarias, y al menos que estén preparados para esta clase de servicio, van a caer. 

Como vivir en la tierra de bendición, es un tema esencial para todos nosotros, sea donde sea que Dios nos tenga viviendo en la tierra. Conocer a un cristiano que esté verdaderamente viviendo la vida cristiana es una de las experiencias más emocionantes imaginables. Es tan emocionante porque, es también tan raro. Conocer a un cristiano que esta verdaderamente disfrutando de su salvación y viviendo en el poder del Espíritu a lo máximo es una bendición. Si vamos a vivir en la tierra y vamos a disfrutarlo todo, y vamos a entender las posibilidades de la vida cristiana de este lado de la gloria, quiero mostrarles tres peligros que todos debemos evitar. 

Josué 18:3 nos lleva al primero de ellos: “Y Josué dijo a los hijos de Israel: ¿Hasta cuándo seréis negligentes para venir a poseer la tierra que os ha dado Jehová el Dios de vuestros padres?” El primer peligro para los hijos de Dios es el peligro de la inercia. 

Usted recordará que antes de que los hijos de Israel entraran en la tierra, Moisés los reunió a todos y les habló acerca de la bendición que les esperaba si obedecían al Señor y entraban directamente a la tierra y la poseían. Por ejemplo, a Benjamin dijo, “El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; Lo cubrirá siempre, Y entre sus hombros morará.” (Deuteronomio 33:12). ¡Que lugar para vivir! ¡Seguros cerca del Señor—entre los hombros del Maestro! 

De la tribu de Isacar Moisés dijo que iban a recibir los tesoros de lo profundo del océano, y que descubrirían las joyas en la arena. Para la tribu de Isacar había cosas muy preciosas si poseían la porción de tierra que les había tocado. El hijo de Dios que posea todo lo que es suyo en Cristo tendrá experiencias sin límite en las profundidades de la gracia de Dios, y algunas de las más maravillosas joyas de la vida cristiana serán suyas. 

La tribu de Aser, dijo Moisés, viviría en una porción de la tierra en donde había muchos lagares. Sus pies iban a ser mojados en aceite. “Hierro y bronce serán tus cerrojos,” tan fuertes eran ellos, y, les dijo Moisés, “como tus días serán tus fuerzas.” (Deuteronomio 33:24–25). La tribu de Aser nunca envejecería, ni se cansaría o se desanimaría. Ellos serían perennemente jóvenes y fuertes. Para los hijos de Aser Dios tenia aceite, la unción de Su Espíritu; Él constantemente renovaría su fuerza y poder en toda situación a través de su peregrinar por la vida. 

La tribu de Neftalí, dijo Moisés, seria llena de bendiciones del Señor y completamente satisfecha. Y así podríamos seguir. Pero esto es suficiente para mostrarle que este pueblo tenía la posibilidad de inmensas experiencias: seguridad, unción, poder, bendición, gracia sin límites, y fuerza. Todo esto sería de ellos si tan solo iban y lo poseían, y, preguntaba Josué, al mirar a toda esta compañía de gente que había cruzado el Jordán y sometido al enemigo cuando se comenzaba a asentar, “¿Cuánto tiempo se van a tardar en poseer la tierra, que Jehová el Dios de sus padres les ha dado?” 

Mis queridos amigos cristianos, existe una experiencia de Cristo para nosotros, una participación en su victoria, la experiencia de la plenitud de Su bendición que está tan mas allá del nivel promedio de la vida cristiana como Canaán estaba mas allá del desierto. 

Hay un pequeño trozo de tierra en este mundo que para mi tiene muy preciadas memorias. Cubre un área de aproximadamente ochenta millas al sur de la frontera Anglo-Escocesa. Allí podrá usted caminar sobre las ruinas del muro de Hadrian, en un tiempo fueron los limites del Imperio Romano en Inglaterra. Se puede uno imaginar en su mente los tremendos eventos de aquellos días cuando el poder de Roma llegó hasta este lugar. 

Si usted visita este distrito encontrará muchas torres, algunas son solo ruinas, otras hermosamente conservadas casi intactas. Si usted pregunta como es que algunas son solo ruinas mientras otras se encuentran en tan buena condición, se le contará esta historia. Hace algunas centenas de años Inglaterra y Escocia eran enemigos, y los ingleses de Northumberland eran constantemente atacados por los escoceses, quienes se llevaban sus ganados y se robaban sus cosechas. Por lo cual los ingleses construyeron castillos cerca de la frontera para defenderse a si mismos. Algunos de esos castillos tenían arroyos secretos que proveían un constante flujo de agua. Otros castillos tenían que recibir su suministro de agua de pozos que estaban a cientos de yardas de distancia por medio de un tubo. Los invasores escoceses eran bastante astutos para saber lo que tenían que hacer—cortaban el tubo, y luego se quedaban alrededor del castillo hasta que la gente que estaba dentro se moría de hambre y de sed. Pero aquellos que tenían los arroyos secretos en sus castillos eran invencibles. Así que esos castillos permanecen en pie hasta estos días como recordatorios vivientes de su ser invencibles. Los otros castillos son solo ruinas. 

Cada uno de nosotros tenemos, dentro de nosotros una fuente de vida, pero hay cristianos que no la han descubierto. Muchos siempre están yendo fuera de si mismos: a buscar distracción y descanso, lujo e indulgencia y, antes de que pase mucho tiempo, su vida cristiana esta completamente arruinada. Pero hay otros hijos de Dios que han aprendido que la única manera de poseer la tierra y de mantenerse firmes sobre la gracia que Dios en Cristo les ha dado es continuamente buscar extraer estas cosas de esa fuente secreta de vida que tenemos en nuestro interior. Pueden decir con todo su corazón que Jesús satisface. 

El problema es que muchos de nosotros nos acobardamos de entrar más y más a la tierra de bendición porque sabemos que esto significa que tendremos que negarnos a nosotros mismos y que tendremos que sacrificar algún hábito o pecado que no queremos dejar. Quiere decir que nuestro amor por lo fácil, nuestro apegamiento al mundo, y nuestro temor a que los demás piensen que somos extraños, tendrán que ser hechos a un lado. Es esto lo que nos mantiene espiritualmente flojos e inertes, para que no nos movamos a poseer lo que Dios tiene para nosotros. 

¡Cuan fácilmente los hijos de Dios descansan satisfechos en los logros pasados! Que tragedia es esto, porque no solamente se privan a si mismos de la bendición de Dios, sino que le hacen difícil el camino a otros y le dan animo a Satanás. Ningún cristiano ganará la carrera si se detiene a descansar. Nadie ganará la guerra si, estando a punto de conseguir la victoria, pide un día de descanso. Ningún hijo de Dios se puede dar el lujo de un solo minuto de vacaciones de andar con Dios. ¡Que triste que tantos de nosotros tengamos el premio en la punta de los dedos, la meta a nuestro alcance, solo para descubrir que nos hemos perdido de la victoria que pudiéramos haber logrado en Cristo Jesús! Perdimos simplemente porque no nos apresuramos a poseer lo que Dios tenía para nosotros. Fuimos vencidos por la inercia. 

Cristiano, ¿cuánto tiempo hace que fuiste a la iglesia el domingo por la mañana esperando que Dios te bendijera? Fuiste solo para cumplir con tu trabajo, a cantar, a dar tu clase de escuela dominical, a dar tus avisos, a tomar tu parte, a ser ujier—Dios te bendiga por todo eso—pero cuidado con sucumbir a la inercia espiritual. No dejes de esperar que Dios, que ha hecho grandes cosas en generaciones pasadas, las haga de nuevo. Él puede; si tan solo pudiéramos hacer que los corazones de la gente sientan hambre y anhelen el apresurarse a entrar en casa para recibir lo que Él tiene. A menudo el peligro de la pereza como el: “No me importa”; “Ni me preocupo últimamente”; o “Bueno, pues eso esta bien para los demás, para los mas jóvenes, para los niños, pero no para mi.” ¿Cuánto tiempo, mis compañeros cristianos, cuánto tiempo se tardarán en poseer lo que Dios tiene para ustedes en Jesús? ¡Oh que gran peligro para evitar! 

El segundo peligro se nos menciona en Josué 22; Yo lo llamo el peligro de la incompatibilidad. Usted sabe lo que quiere decir—la inhabilidad para llevarse bien con los demás. 

He aquí la historia, dicha brevemente en una o dos oraciones: las dos y media tribus, Rubén, Gad, y la media tribu de Manases, habían siete años antes, declarado su deseo de vivir del otro lado del río, del lado del Jordán que daba hacia el desierto. Josué estuvo de acuerdo pero con una condición: que entraran en la tierra con los demás, y ayudaran a someter al enemigo, después de lo cual podrían volver a la porción de tierra que ellos querían. En este capitulo se nos cuenta como fue que ellos hicieron esto. Josué públicamente reconoció su bondad, su generosidad, y su espíritu de compañerismo en ayudar a sus hermanos a conquistar la tierra, y les deseó las más ricas bendiciones de Dios en el territorio que se les había designado. 

Cuando las tribus que se iban a regresar llegaron a sus fronteras, a la orilla del rió, según se nos dice en Josué 22:24, de repente pensaron para si mismos, “Supongamos que volvemos al otro lado del río, nuestro hijos y las futuras generaciones dirán, que tienen que ver ustedes con el pueblo de Dios? Ellos viven allá, ustedes viven aquí. No tienen nada que ver con ellos, porque nunca participaron en ninguna de las peleas, nunca ayudaron a someter al enemigo. ¿Por qué? ¿Qué tienen que ver ustedes con el pueblo de Israel?’” Así que edificaron un altar del lado occidental a la orilla del Jordán, no para sacrificios, pero como testimonio a su unidad con el pueblo que vivía del otro lado del Jordán. 

Cuando las otras tribus oyeron lo que estaba pasando, inmediatamente llegaron a conclusiones falsas y supusieron que el altar era para adorar y presentar sacrificios, que esto mostraba división entre el pueblo de Dios, que indicaba que las dos y media tribus que se estaban regresando eran apostatas, y que habían dejado de adorar a Dios, que se habían rebelado contra Él y se habían vuelto indiferentes a Su ley. Por lo tanto supusieron que había un cisma en el mismo corazón del pueblo de Dios. Así que las tribus que habían permanecido con Josué en Canaán se prepararon para atacar a los apostatas. 

Sin embargo antes de hacerlo, enviaron a un comité para preguntar exactamente que era lo que los rubenitas, gaditas, y la media tribu de Manases estaban haciendo, y para quejarse muy francamente por sus acciones. El comité los acuso de ser desleales y estar en rebelión contra Dios, y les advirtió de las graves consecuencias para ellos y para Israel si continuaban con esas acciones. Esas dos y media tribus no tuvieron, de hecho, ningún problema para convencer al comité de que sus motivaciones era completamente puras, y que no era su intención usar el altar para adorar, sino como un testimonio. No iban a presentar sacrificios delante de otro dios; simplemente estaban levantando un testigo que hablara de su unidad con el resto de sus hermanos. Esto probaba fácilmente que sus motivos eran puros y sinceros, y que los demás estaban totalmente equivocados en su juicio. ¡Lo que pudo haber terminado en tragedia terminó de hecho en un compañerismo más cercano! 

¡Que lecciones las que tenemos aquí! ¡Que peligros hay en la incompatibilidad de un cristiano con otro! ¡Cuan fácil se pueden dar los malos entendidos, y con resultados muy dañinos! Que rápido se esparcen, y entre mas lejos llegan peor se ponen, hasta llegar al punto en el que una iglesia evangélica puede ser arruinada completamente por este pecado. ¿Por qué es que todos estamos tan listos para escuchar los chismes? ¿Por qué es que somos tan rápidos para imputar a las personas con las peores de las motivaciones? ¿Por qué es que creemos tan fácilmente los rumores acerca del carácter de alguna persona, y luego lo repetimos pero multiplicado por cien? 

Si tan solo pudiéramos deshacernos de este tipo de cosas en la iglesia, si tan solo la iglesia de Cristo fuera librada completamente de este pecado mortal, tendríamos avivamiento. Es el chismoso, el que imputa motivaciones falsas, que le da la más horrenda interpretación a las acciones inocentes, a quien el Diablo esta usando como su herramienta en las Iglesias cristianas el día de hoy. No es muy bueno—de hecho, no es de ningún provecho—deshacerse en elogios por el sermón del domingo si no se esta preparado para deshacerse de las cosas que causan distanciamiento con el hermano cristiano. 

Quizás algunos de los que están leyendo esto están enfermos de corazón y quebrantados de espíritu por los juicios falsos y el tratamiento injusto que algún compañero cristiano le ha dado. No están cantando himnos; están sufriendo cruelmente, y la herida que se ha hecho ha sido profunda y dolorosa. Sin embargo, aunque están sufriendo, están creciendo, mientras que la gente que viene y canta himnos domingo tras domingo y que tienen el espíritu de resentimiento dentro de ellos, se encuentran en rebelión espiritual. ¡Oh, la gente a la que hemos malentendido y herido, la gente que hemos lastimado y entristecido, la gente a la que hemos juzgado mal! Y ellos han aprendido por la gracia de Dios a soportarlo, y por esa razón siguen creciendo en gracia. Y nosotros, si hemos sido rencorosos y poco amables, nos estamos marchitando espiritualmente. En el campo misionero o en el mismo pueblo, o quizás en la misma iglesia adorando con usted, hay hombres y mujeres heridos amargamente, pero, por la gracia de Dios, están creciendo en Jesucristo. 

Permítanme decirles (y quizás esto viene por experiencia propia mas que cualquier otra cosa) que muchos de nosotros comenzamos la vida siendo duros en nuestros juicios, y calientes como un hierro en nuestra ira, e impetuosos en nuestras decisiones; pero, por la gracia de Dios, aun cuando no podemos ceder ni una pulgada en lealtad a la verdad, podemos aprender a lidiar cuidadosamente con el hermano que ha caído. Podemos ayudarle a llevar la carga; en espíritu de mansedumbre podemos restaurarle y tener esto como la mas grande de las ganancias, no para vencerlo en su argumento, o para destruirlo con sarcasmo, sino para ganarlo en amor para que regrese a Jesús. ¡Oh, el peligro de la incompatibilidad! 

El tercer peligro lo encuentro en el capitulo 20, y es un peligro mortal para la vida en la tierra de la bendición. Es el peligro de la ignorancia. 

Usted se acuerda del establecimiento de las ciudades de refugio en este capitulo: había seis de ellas, tres a cada lado del río. Todas eran de fácil acceso a todos en la tierra y a las dos y media tribus que estaban del otro lado del río. Eran lugares de refugio para cualquiera que sin intención había matado a alguien. Encontrará todos los detalles en Deuteronomio 19. Es suficiente decir aquí que los pecados de ignorancia o por accidente, pecados cometidos sin intención, y sin malicia, eran tratados con misericordia. El hombre desafortunado tenía solo que huir a la ciudad de refugio y librarse así de la venganza. Allí su caso sería juzgado por los levitas, y si se comprobaba que no había habido ninguna malicia en sus acciones, se le permitía permanecer en la ciudad de refugio hasta que muriera el que estaba como sumo sacerdote en su tiempo. Y luego era libre de volver a caso a salvo. 

¿Alguna vez se ha detenido a pensar que mucha de nuestra culpa es producto de la ignorancia? ¿Entendemos que cualquier cosa que sea contraria a la perfecta santidad de Dios es pecado? ¿Entendemos que estamos constantemente entristeciéndolo con nuestro descuido, nuestra precipitación y nuestros malos entendidos con los demás? Quizás no sea intencionalmente, sin embargo, delante de Dios es pecado. ¡Oh, cuan agradecidos debemos ser con Él por Su perdón! 

Podemos ir hoy a una fuente y allí ser limpios de nuestro pecado y recibir perdón por causar daño y dolor a los demás sin intención. Porque nuestra ciudad de refugio es el costado herido de Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, quien murió y resucito de nuevo. Una visita a la ciudad de refugio, la confesión de nuestra culpa, y la limpieza por medio de la sangre nos habilita para ser libres en perfecta fe. Oh cuanto necesitamos hoy ir a Él con nuestro mejores, y, torpes intentos de servir a Dios, pues nuestro servicio es siempre inútil. ¡Cuan desesperadamente necesitamos ir a Él para deshacernos de la ignorancia de Su Palabra, Su voluntad, y Su gracia! En nuestra ciudad de refugio siempre estaremos seguros, porque nuestro sumo sacerdote vive para siempre. 

Vida Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué
Copyright © 2007 by the Redpath Family
Traducido por Carlos Alvarado

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