martes, 28 de febrero de 2012

Se Necesita Serlo Para Hacerlo.

"Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo." — Lucas 14:33


¿Eres un discípulo de Jesús? Solo por ser creyente no quiere decir que seas un discípulo. Todo discípulo es creyente pero no todo creyente es discípulo. 

Jesús nos dio una definición clara de lo que es un discípulo en Lucas 14. Tres veces en este pasaje, El nos dice que si no hacemos estas cosas no somos Sus discípulos. 

Primero, Jesús dijo, "Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo." (Versículo 26). Que dicho tan impactante, pero entendamos lo que Jesús estaba diciendo. El, obviamente no nos estaba diciendo que aborreciéramos en el sentido tradicional. Mas bien, Jesús estaba diciendo que tu amor por Dios debe ser tan fuerte, tan intenso, que todos los demás amores en tu vida parecerían odio en comparación. 

Segundo, Jesús dijo, "Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo." (Versículo 27). Si quieres vivir la vida al máximo, entonces debes negarte a ti mismo y poner a Cristo primero. Tú debes tomar tus metas, deseos, sueños y aspiraciones, y presentárselas a Dios. Y finalmente te darás cuanta de que los planes que Dios tiene para ti son siempre lo mejor. 

Por ultimo, Jesús dijo, "Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?. . . Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo." (Versículos 28, 33). Tú debes contar el costo de seguir a Jesús. Si, así es, ¡cuesta seguir a Jesús! Pero cuesta mas no seguirlo a El. 

Jesús nos llamó a ir y hacer discípulos (lee Mateo 28:19). Pero se necesita ser un discípulo para hacer un discípulo. 

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Traducido por Carlos Alvarado & usado con permiso del autor

lunes, 16 de enero de 2012

La Vida Cristiana Victoriosa Capitulo Dieciseis

Por Alan Redpath

El Galardón del Discípulo 

Josué 14:14 


6 Y los hijos de Judá vinieron a Josué en Gilgal; y Caleb, hijo de Jefone cenezeo, le dijo: Tú sabes lo que Jehová dijo a Moisés, varón de Dios, en Cades-barnea, tocante a mí y a ti. 

7 Yo era de edad de cuarenta años cuando Moisés siervo de Jehová me envió de Cades-barnea a reconocer la tierra; y yo le traje noticias como lo sentía en mi corazón. 
8 Y mis hermanos, los que habían subido conmigo, hicieron desfallecer el corazón del pueblo; pero yo cumplí siguiendo a Jehová mi Dios. 
9 Entonces Moisés juró diciendo: Ciertamente la tierra que holló tu pie será para ti, y para tus hijos en herencia perpetua, por cuanto cumpliste siguiendo a Jehová mi Dios. 
10 Ahora bien, Jehová me ha hecho vivir, como él dijo, estos cuarenta y cinco años, desde el tiempo que Jehová habló estas palabras a Moisés, cuando Israel andaba por el desierto; y ahora, he aquí, hoy soy de edad de ochenta y cinco años. 
11 Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar. 
12 Dame, pues, ahora este monte, del cual habló Jehová aquel día; porque tú oíste en aquel día que los anaceos están allí, y que hay ciudades grandes y fortificadas. Quizá Jehová estará conmigo, y los echaré, como Jehová ha dicho. 
13 Josué entonces le bendijo, y dio a Caleb hijo de Jefone a Hebrón por heredad. 
14 Por tanto, Hebrón vino a ser heredad de Caleb hijo de Jefone cenezeo, hasta hoy, por cuanto había seguido cumplidamente a Jehová Dios de Israel. 
15 Mas el nombre de Hebrón fue antes Quiriat-arba; porque Arba fue un hombre grande entre los anaceos. Y la tierra descansó de la guerra. 

—Josué 14:6–15


El capítulo 14 del libro de Josué contiene una muy maravillosa historia, acerca de un hombre que, a la edad de 85 años, interrumpió la repartición de la tierra entre el pueblo de Dios cuando se salió de las filas para reclamar la porción de tierra que Dios le había prometido 45 años antes. 


Caleb es uno de los grandes personajes de la Biblia. ¡Cuan profundo y sin embargo cuan sencillo fue el secreto de su grandeza! La gente que es grande no es complicada; son la sencillez misma. Usted puede leer al verdadero hombre de Dios como si fuera un libro. Para los ojos que han sido abiertos por el Espíritu de Dios es fácil discernir la grandeza de un hombre como Caleb. ¡Cuan eternos son los principios de Dios y cuan inmutables las condiciones de toda bendición espiritual! Estoy seguro que si aprendemos a seguir al Señor nuestro Dios cumplidamente como lo hizo Caleb, el resultado será él mismo tanto en su vida como la mía. El Dios de Caleb es nuestro Dios. 


Que la fe que fue nuestra durante nuestra juventud no se apague en nuestra vejez, que la visión del Señor sea aun mas clara al envejecer, que cuando nuestro peregrinar por esta vida este por terminar no estemos contentos con solo mirar hacia el pasado sino que estemos listos y ansiosos por librar nuevas batallas con nuestro enemigo—sin duda es a lo que todos aspiramos. Esta fue la aspiración de este “Gran Corazón” del Antiguo Testamento. Veámoslo a él, para ver si podemos entender el secreto de su grandeza. 

Este hombre de Dios tuvo una fe que nunca titubeo. Vuélvase atrás 45 años a aquel funesto día en la historia del pueblo de Dios según se recuenta en los capítulos 13 y 14 del Libro de Números. Después de un rápido cruce del desierto llegaron a un lugar llamado Cades-Barnea, en los mismos limites de la tierra prometida por Dios. Pero la incredulidad que tan seguido los plagó durante su peregrinar por el desierto demandaba que espías fueran enviados para explorar la tierra. Doce hombres, uno de cada tribu, recordarán ustedes, fueron enviados a reconocer el terreno. 

Después de un recorrido de inspección de seis semanas volvieron con dos reportes: un reporte de parte de la mayoría y uno de la minoría. Ahora, la mayoría reconoció que la tierra fluía con leche y miel, pero habló con temor de los gigantes. “Sin embargo,” ellos dijeron, “el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac.” [Que son descendientes de los gigantes] (Números 13:28). “No podremos subir contra aquel pueblo” dijeron. En el reporte minoritario traído por Josué y Caleb reconocieron la existencia de los gigantes, pero ellos creyeron a Dios. “Si Jehová se agradare de nosotros, Él nos llevará a esta tierra” (Números 14:8). Y nos la entregará.” Dijeron ellos. 

Ellos habían visto todo lo que la mayoría había visto, con esta diferencia: la mayoría había medido a los gigantes contra sus propias fuerzas; Caleb y Josué habían medido a los gigantes contra Dios. La mayoría tembló; los dos triunfaron. La mayoría tenían grandes gigantes y a un Dios pequeño. Caleb tenía un Dios grande y gigantes pequeños. Sin duda existía un “si” condicional en su creencia, pero no era un “si” de incredulidad en humildad: “Si Jehová se agradare de nosotros.” Al decir esto, él miró hacia atrás al peregrinar por el desierto que había durado un año; él recordó el día en él que había sido sacado de Egipto por el poder de la sangre del Cordero; él recordó la dirección segura de la columna de fuego de noche y la nube de día, y él sabia que Jehová se agradaba en Su pueblo. “Por lo tanto él nos llevará a esta tierra.” 

El clamor del pueblo fue, “Volvámonos a Egipto.” Se habían olvidado de la esclavitud. En su deseo de evitar mayores problemas y peligros en este peregrinar deshonraron a Dios. Por lo tanto Él tuvo que hacer perfectamente claro que la bendición de la tierra, que tenia que ser recibida por fe y obediencia, tenía que ser negada a toda una generación de Su pueblo con la excepción de Caleb y Josué. 

Acerca de Caleb Dios dijo, “Por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró” (Números 14:24). Como atesoró Caleb esa promesa del Señor en su corazón durante cuarenta y cinco años de cansado deambular, de incesante trabajo e interminable conflicto, de esperanzas no realizadas. Entre las murmuraciones de la gente él retuvo el propósito de seguir completamente al Señor. De la misma forma que un ilustre antepasado, “No dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios;. . . plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido;” (Romanos 4:20–21). Era una pérdida de tiempo el tratar de convencer a Caleb de que se revelara contra Moisés. Nunca se encontró entre los inconformes o entre los escépticos e incrédulos. Nunca se encontró entre la gente que anhelaba las cebollas y el ajo de Egipto. Nunca fue encontrado entre aquellos que desobedecieron a Dios o entre la gente que se volvió a la idolatría. Él había visto lo que era el galardón por la obediencia, y eso fue suficiente para mantenerlo en la verdad el resto de su vida, y fue eso lo que lo trajo finalmente al lugar que Dios le había prometido. 

Que momento cuando, a los ochenta y cinco años de edad, ese hombre, en toda la madurez de un carácter piadoso, y en toda la autoridad de alguien que cree en Dios, se salió de las filas él solo. Había pasado por muchas dificultades y había tenido éxito en la lucha para vencer a aquellos que hubieran hecho casi cualquier cosa para disuadirlo de sus convicciones. Que emoción fue escucharlo decir, “¡Ahora, después de cuarenta años de esperar, después de mucha agonía de espíritu, después de haber sido tentado por la muchedumbre a dar marcha atrás—ahora, dame la montaña de la cual habló el Señor en aquel día!” 

No se cuantos de nosotros vamos a llegar a vivir hasta los ochenta y cinco años, pero Dios sabe como anhelo que cuando llegue al atardecer de la vida yo pueda tener una fe como la de Caleb basada en una convicción inmovible de que el Señor se agrada en mi. ¿Qué no se agrada Él de nosotros? Mire la Cruz del Calvario. Seguramente Dios ha mostrado Su amor hacia nosotros mas allá de cualquier duda, en que “cuando aun éramos pecadores Cristo murió por nosotros.” 

Yo vi a Jesús, 
Nada más importa ya, 
La visión de mi espíritu, 
Al Señor Crucificado encadenada está. 

Por esa razón, no importa cuan oscuro o solitario el camino, sabemos que Dios ama a Su pueblo. Sabemos que al final de la jornada el galardón será nuestro, que con fe y con paciencia heredaremos la promesa. ¡Pero, oh, como titubea nuestra fe! ¡Como le huimos a la batalla de la vida! No siempre nos encontramos alertas; no siempre estamos vueltos hacia Jesús. ¡Como, Dios nos perdone, hemos sentido la atracción de Egipto de nuevo! Hemos estado conscientes una y otra vez de la fascinación que tenemos con las cosas que dejamos en nuestra juventud. Cuan a menudo nos hemos sentido desanimados en nuestra lucha para seguir caminando con Dios, cuan a menudo nos hemos sentido tentados a quejarnos, y cuan a menudo, Dios perdónanos, nos unimos al ejercito de aquellos que se quejan de que la vida cristiana es demasiado difícil. Tenemos que humillarnos delante de Dios cuando reconocemos que aunque hemos sido puestos en la posición de Sus hijos, en experiencia somos solo pecadores salvos por gracia. 

Mis amigos cristianos, quiero que una vez mas se vuelvan a Jesús. Miren hacia atrás y recuerden el pozo del cual ustedes fueron salvados, miren hacia atrás a la paz que vino a sus vidas, y recuérdenle a su corazón que su fe esta fundada sobre el cimiento de la convicción que “Dios amó tanto al mundo, que dio a Su Hijo unigénito” (John 3:16).

Notemos también que la fuerza de Caleb nunca se debilitó. El versículo once de este asombroso capitulo nos dice que a la edad de ochenta y cinco años Caleb declara que él es tan fuerte como cuando tenía cuarenta años. Él dijo, “Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar.” Una fe que nunca titubeó le habilitaba para poder tener una fe que nunca se debilitó—el poder de Dios mismo. Ninguna energía humana hubiera sido suficiente para las pruebas del camino. Sin embargo este hombre podía trabajar y luchar y quedar completamente exhausto, y aun así poder estar lleno de la fuerza de Dios. Si había un hombre que lo pudiera decir, él sin duda podía decir que, “aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.”

Oh, cuan precioso es para mi, al encontrarme casi a la mitad de mi vida, y conocer a personas con la edad para poder ser mi padre o mi madre, algunos de ellos sin fuerzas para salir de sus casas, algunos ya delicados en cuerpo, y sin poder asistir a la casa de Dios, alguno ya muy débiles en su mente, pero aun fuertes en la fe. Yo quiero terminar mi peregrinar por esta tierra de esa forma, ¿Usted no? Fuerte, valeroso, seguro, teniendo denuedo en la fe, y pudiendo decir, “he peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe.” Caleb podía hacer uso de la clase de fuerza que es irresistible porque el tenía una fe que nunca titubeó. 

Y su galardón fue una victoria total. En Josué 15:14 descubrimos que de toda la gente que recibió heredad en la tierra, Caleb fue el único que tuvo éxito en expulsar al enemigo. Los otros apenas y pudieron avanzar; da tristeza leer al última parte del libro de Josué, porque una y otra vez leemos, “Y no pudieron echarlos fuera.” Los carros de hierro eran demasiado fuertes para ellos—a menudo ese es el recuento del libro. Pero Caleb echó fuera al enemigo completamente, aun cuando había tres gigantes en la tierra que le tocó a él. El hombre que siguió cumplidamente a Dios fue el único que fue completamente victorioso en la lucha. 

Estamos conscientes—enfrentemos esta verdad juntos delante de Dios—de que a menudo hemos fracasado en nuestro intento de expulsar al enemigo. Él sigue acechando desde esa fortaleza dentro de nosotros de la cual nos avergonzamos amargamente en nuestros mejores momentos. Él aun conoce los puntos débiles de nuestra armadura. Pero yo siempre he encontrado que el fracaso de no echar fuera de mi vida al enemigo, se debe a mi fracaso de no seguir cumplidamente al Señor. Existe alguna falla, algo que hace que mengue la fuerza espiritual, algo que roba la vitalidad espiritual, y si no fuera por eso el enemigo sería exterminado. El triunfo absoluto es logrado solo como resultado de una obediencia total. Solo Dios sabe, al Él ver en nuestros corazones, en donde se encuentra la fuga de nuestra consagración, la falla de nuestra obediencia, el colapso en nuestro caminar con Él, que ha resultado en nuestro fracaso en completamente exterminar a nuestro enemigo. ¡Dios perdónanos, Espíritu Santo ilumina nuestros corazones! Caleb siguió cumplidamente al Señor, y echo completamente fuera al enemigo. 

Ahora usted debe observar algo más acerca de Caleb, que tenia una bendición que nunca desperdició. Porque de nuevo en el capitulo 15 se nos dice que él tenia algo extra para dar a su hija y el esposo de ella. Él pudo tomar algo de la heredad que Dios le había dado a él, y dársela a esta pareja de recién casados al ellos comenzar su vida juntos. Él les dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo. Verdaderamente se pudiera decir acerca de Caleb que él era “como un huerto bien regado, lleno de fragancia,” esta era la condición de su corazón. La bendición de su vida rebosaba de él y tocaba a otra gente, y él tenia el poder de abrir fuentes de bendición espiritual para otros. 

¿No le da hambre a su corazón de decir, “Señor Jesús, hazme así?” Al mío sí. Oh que podamos llegar radiantes a nuestra vejez y con la habilidad que se extrae de haber vivido la experiencia de la gracia de Dios para poder pasar el excedente de lo que Dios me ha dado a mí, a alguna pareja que comienza su peregrinar por la vida junta. Para poder enseñar a otros el camino de la gracia, la bendición y la victoria, y poder decir estas cosas sin que me cause vergüenza, no solamente con mis labios, sino con una vida que se ha convertido en algo dulce y lleno de gracia y semejante a Cristo—oh, que pueda tener una vejez como esa. 

Amados, había un secreto para todo esto, y fue simplemente esto: Caleb nunca languideció. Cuando a la edad de cuarenta años fue a espiar la tierra, hubo un lugar que capturó su corazón. No fue su fruto, no fue la leche y miel que lo atrajeron a ella. Para este gigante de la fe esas bendiciones eran secundarias. El nombre del lugar era Hebron. Situada sobre una escabrosa montaña, era la fortaleza más poderosa del enemigo, y era cuidada por los más fuertes de los gigantes de la tierra. Allí Abraham había puesto su tienda. Allí Dios había hablado frente a frente a Abraham. Fue allí en donde Dios le había dado a Abraham la tierra prometida. La palabra “Hebron” transmite en si misma este significado: compañerismo, amor, y comunión. Este era el lugar que Caleb quería. Es el lugar que todos nosotros debemos buscar y encontrar. 

Existe un lugar guardado por fuerzas poderosas, una fortaleza escabrosa de a cual Satanás intenta mantener alejado al pueblo de Dios a toda costa. Él está preparado para regatear por porciones de la tierra con los hijos de Dios: él les concederá los llanos y los valles, él les dará leche y miel. Ah, pero cuando Satanás ve a un alma que lucha por acercarse a la montaña de Hebron—esa alma que no estará satisfecha con nada en su vida excepto el amor, el compañerismo y la comunión con Dios—entonces Satanás es movido a dar una batalla desesperada. 

Aquí estaba el secreto de la paciencia de Caleb, de su fe, y de su completa victoria—en Hebron él había visto de lejos el galardón del discipulado—el galardón mas grande de todos. Aquí Dios se había encontrado con el hombre frente a frente. Caleb vio el lugar de comunión, de compañerismo, de la bendición infinita de Dios, y, a pesar del costo y de las dificultades, el siguió adelante hasta que Hebron fue suyo. 

“Por tanto, Hebrón vino a ser heredad de Caleb hijo de Jefone cenezeo, hasta hoy, por cuanto había seguido cumplidamente a Jehová Dios de Israel.” (14:14).

Vida Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué 
Copyright © 2007 by the Redpath Family 
Traducido por Carlos Alvarado


martes, 3 de enero de 2012

Perdonado Para Yo Perdonar

Por Carlos Alvarado 

Mateo 6:12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

¿Alguna vez se han puesto a pensar en lo que le estamos pidiendo a Dios cuando decimos “perdona mis deudas como yo perdono a mis deudores”? ¿En realidad nos gustaría que Dios nos perdonara a nosotros como nosotros perdonamos a los demás?

Esto es algo en lo que como cristianos debemos forzarnos a meditar. Por que si Dios me va a perdonar a mí en la misma forma que yo perdono, quizás yo no pueda ser perdonado. En este momento en realidad no puedo recordar a nadie a quien no le haya perdonado sus ofensas en contra mía, pero después de leer este pasaje esta mañana en mi tiempo de devoción y oración quiero que sepan que si me acuerdo de alguien, he decidido que lo voy a perdonar sin ninguna medida ni reserva. Estoy seguro que habrá algunas instancias en la que se haga difícil hacerlo, pero perdonar a los que me han ofendido y/o a los que me vayan a ofender en el futuro no es una sugerencia que el Señor me esta dando aquí, es de hecho un requisito para yo poder ser perdonado por mi Padre celestial.

Lean conmigo lo que dice el Señor en los versículos 14 & 15 de Mateo 6:14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15 más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

¿Que quiere decir esto? Dios nos ha perdonado para enseñarnos como debemos perdonar nosotros, El nos ha puesto la muestra, el ejemplo, para que nosotros por el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros hagamos lo mismo. No es una opción mas que Dios nos da es un mandamiento. Y es algo que Dios reitera por medio del Apóstol Pablo en su carta a los Colosenses 3:12-13 en donde escribe:


12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; 13 soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.

Pidamos siempre a Dios que nos ayude a perdonar como El nos ha perdonado a nosotros. ¿Amen?


Dios los bendiga.

lunes, 2 de enero de 2012

La Vida Cristiana Victoriosa Capitulo Quince

Por Alan Redpath

La Vida Satisfecha

Josué 13:33

29 También dio Moisés heredad a la media tribu de Manasés; y fue para la media tribu de los hijos de Manasés, conforme a sus familias. 
30 El territorio de ellos fue desde Mahanaim, todo Basán, todo el reino de Og rey de Basán, y todas las aldeas de Jair que están en Basán, sesenta poblaciones, 
31 y la mitad de Galaad, y Astarot y Edrei, ciudades del reino de Og en Basán, para los hijos de Maquir hijo de Manasés, para la mitad de los hijos de Maquir conforme a sus familias. 
32 Esto es lo que Moisés repartió en heredad en los llanos de Moab, al otro lado del Jordán de Jericó, al oriente. 
33 Mas a la tribu de Leví no dio Moisés heredad; Jehová Dios de Israel es la heredad de ellos, como él les había dicho. 
—Josué 13:29–33


El primer versículo del capitulo 13 del libro de Josué comienza con el recordatorio de Jehová a Josué: “Queda aún mucha tierra por poseer.” Hemos visto cuan verdadero es esto para todos nosotros en relación a nuestra experiencia espiritual. Nos recordamos nosotros mismos que la posesión de la tierra por el pueblo de Israel fue por suertes. En otras palabras, Dios determinó el área precisa que cada tribu debía ocupar, y cada una de ellas era responsable de aplicar los principios que habían aprendido en las guerras que libraron todas juntas para tomar posesión de del área que Dios les había dado. Reconocemos que a menudo es porque nos negamos a aceptar nuestra suerte que fracasamos en poseer todo lo que Dios tiene para nosotros en Cristo.

Quiero tomar ese pensamiento y dirigir algunas palabras a aquellos que no están contentos con su suerte. Yo me encuentro con muchas vidas solitarias en estos días. Algunas están solitarias porque se encuentran completamente desilusionadas. Las brillantes esperanzas de sus años mozos han sido destrozadas. Los problemas de salud han plagado su caminar, y parecen ser incapaces de alguna vez ser, o hacer algo bueno para nadie. En esos casos, el matrimonio que comenzó con tantas esperanzas ha probado ser algo desastroso, y ahora se encuentran atónitos entre los escombros de lo que alguna vez fue un hogar. De alguna manera sienten que nunca más podrán volver a ser los mismos. Aun algunos cristianos los ven con sospecha, y el horrendo estigma del divorcio es algo que parece estar mas halla de sus fuerzas para quitárselo. 

Otros están enfrentando la vida sin tener a nadie en casa. Lo que una vez había sido su sueño dorado ha perdido su brillo, y ahora sienten que nadie los quiere. Aun otros han perdido a su esposo o esposa, y han quedado al cuidado de los hijos—completamente solos y aplastados por la responsabilidad. 

Si a través de los años usted ha sido tentado a tener lo que pudiera ser casi un sentir de resentimiento hacia Dios, y se encuentra en peligro de convertirse en alguien amargado y agrio, déjeme decirle que Dios tiene algo que decirle en esta porción de las Escrituras: “Mas a la tribu de Leví no dio Moisés heredad; Jehová Dios de Israel es la heredad de ellos, como él les había dicho.” (Josué 13:33). 

Si usted mira este versículo junto con Deuteronomio 10:8 y 9, podrá entender algo mas de su significado. Allí usted podrá leer, “En aquel tiempo apartó Jehová la tribu de Leví para que llevase el arca del pacto de Jehová, para que estuviese delante de Jehová para servirle, y para bendecir en Su nombre, hasta hoy, por lo cual Leví no tuvo parte ni heredad con sus hermanos; Jehová es su heredad, como Jehová tu Dios le dijo.)” 

Un gran honor le fue otorgado a esta gente, pues fueron llamados a una vida de adoración: Jehová Dios de Israel era su heredad. Ellos Lo poseían—todos Sus recursos, todo Su poder, todas Sus bendiciones vendrían a ellos y a través de ellos a los demás. No debían permitir que ninguna relación personal de menos importancia estorbara a su comunión con Dios. Solo Él era su heredad. Sus intereses debían estar centrados solamente en Él, y Su servicio debía ser llevado acabo sin ninguna distracción en lo absoluto. 

Los levitas fueron llamados, además, a una vida de trabajo. Ellos debían “estar delante del Señor para ministrarle a Él.” Su trabajo estaba en el santuario, y su influencia sobre los demás era la de un intercesor, la influencia más grande de todo el mundo. De igual forma eran llamados a vivir una vida de testimonio. Ellos debían “bendecir en Su nombre.” Debían ser, por así decirlo, un canal con dos causes, canales a través de los cuales el hombre podía acercarse a Dios, y a través de los cuales Dios podía acercarse al hombre. 

Al mandato de Dios, se nos dice en Números 35:2, las otras tribus debían separar cuarenta y ocho ciudades para ser usadas por los levitas. Cuando lo levitas terminaban con el trabajo del santuario, ellos se iban a vivir a esas ciudades. Recién salidos del santuario de Dios, llenos con el gozo de Su servicio y la gloria de Su presencia, ellos traían la influencia santificadora de la presencia del Señor a donde quiera que fueran. En el santuario ellos llevan al hombre a Dios; en la ciudad llevaban a Dios al hombre. Tal era el honor especial concedido a los levitas—una vida de adoración, una vida de trabajo, una vida de testimonio. “Jehová el Dios de Israel, era su heredad.” 

¿Es esta la vida a la que algunos de ustedes han sido llamados? No les ha dado heredad en la tierra; sin embargo Él les ha dado todo, porque Él es su heredad. ¿Puede haber frustración en esa vida? ¿No disipa esto todo resentimiento hacia Dios? ¿No abre esto delante de usted un horizonte sin límites, oportunidades inagotables? ¿No le quita esto ese sentido de soledad, y cambia el dolor de sentirse no querido en una gran emoción al darse cuenta de que Cristo es suyo y usted es de Él? Él lo quiere a usted para Si mismo para el mas grande servicio que existe en este mundo, para entrar al santuario de parte del hombre y para ir a la ciudad de parte de Dios. 

En segundo lugar, la historia que preparó a la tribu de Levi para recibir este honor es de un significado sobresaliente en el Antiguo Testamento. Yo quiero que usted vea que fue lo que los llevó a tener este lugar único y especial dentro de la economía de Dios. En Génesis 34:25–31 se relata que Simeón y Levi, hermanos por nacimiento, participaron en el asesinato de mucha gente y fueron reprendidos por su padre, Jacob, quien les dijo que a causa de esto ellos habían deshonrado su nombre entre los pueblos de la tierra. Aun en su lecho de muerte, Jacob nunca pudo perdonarlos por su crueldad, su ira, y sus malas obras, y, por lo tanto, en lugar de darles su bendición de padre, los maldijo: “Armas de iniquidad sus arma. . . . Maldito su furor, que fue fiero; Y su ira, que fue dura. Yo los apartaré en Jacob, Y los esparciré en Israel” (Gen. 49:5, 7). 

No había nada en los años tempranos de Simeón y Levi que indicara el futuro propósito de Dios. Su vida de jóvenes era vergonzosa; habían traído deshora sobre si mismos, sobre sus tribus, y sus familias. Pero, amigos míos, ¿No es verdad que Dios restaura los años que la oruga se ha comido? ¿No toma Él corazones sucios y los limpia? ¿No toma Él el barro que ha sido dañado en las manos del alfarero y lo convierte en un vaso nuevo? ¡Sí, de hecho Él lo hace! Nuestro Dios nunca permite que la historia pasada, sin importar cuan desagradable o cuan pecaminosa, le evite darnos un lugar especial en Su servicio. 

Claro que hubo un momento decisivo. Llegó un momento en el cual la maldición sobre Levi se cambio en bendición. La maldición pronunciada sobre Simeón siguió su curso, y su tribu menguó hasta llegar a su extinción. Pero no así con Levi; Jehová se convirtió en la heredad de los levitas. ¿Cómo fue que sucedió esto? En Éxodo 32:26 encontramos la respuesta. Moisés, se acordará usted, había vuelto del monte sobre el cual recibió los mandamientos de Dios, a descubrir que todo el pueblo se había entregado a la idolatría. Él se paró a las puertas del campamento y exclamo a todo el ejército de su pueblo, “¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo.” Y todos y cada uno de los levitas respondió, se arrepintieron de su pecado, y se volvieron a Dios. Desde ese momento fueron señalados para ser bendecidos. Fue entonces que Dios los llamó al servicio sacerdotal, y decretó que Él seria la heredad de ellos. 

¡Cuan diferente fue el destino de estos dos hermanos! Uno no se arrepintió, y el otro sí se arrepintió, e inevitablemente la operación del gobierno de Dios los siguió a través de todas sus vidas. Por favor note que los levitas eligieron a Dios, no cuando se encontraban en la tierra de bendición, sino cuando estaban en el desierto. En aquel entonces las promesas de Dios parecerían estar poco claras y desconocidas. El futuro se vería oscuro y el viaje lleno de preocupaciones. El pecado y la idolatría abundaban a su alrededor, y sin embargo se volvieron al Señor en esa situación y buscaron Su rostro. En ese momento crucial y crítico de sus vidas eligieron al Señor. 

Que palabras tan preciosas tiene Dios para decir a algunos de ustedes a través de esta historia—de hecho a todos nosotros. Dios lo eligió a usted en Cristo desde antes de la fundación del mundo. Él sabía todo acerca de usted desde antes de que usted naciera; Él lo miro a través de su infancia y su niñez, a través de su adolescencia, y a través de su juventud, nunca a habido un momento de su vida en donde usted se encontrara mas allá de Su mirada o Su cuidado. Aun cuando usted se apartó de Él, Sus ojos estaban puestos en usted. Quizás en su viaje ha habido soledad y preocupaciones, dificultad y oscuridad, pero, amigos míos, lo que sea que el pasado haya tenido para ustedes, recuerden, “Él conoce los caminos que yo tomo.” 

Más especialmente Dios recuerda cuando, en el desierto, rodeado por el pecado y la idolatría, usted se mantuvo firme por Cristo y se rehusó a permitir que alguna cosa o alguna persona lo arrastraran de nuevo al mundo. ¡Oh, cuan contento estuvo el corazón de Dios ese día! 

De ese momento en adelante la pregunta que Él ha tenido para usted es esta: “¿No es licito para Mi hacer Mi voluntad con lo que es mío?” ¡Sí, al permanecer firme por Cristo usted rindió su ser a Él, y desde ese momento usted es de Él! 

A algunos, Dios no les ha dado heredad en la tierra, ni hogar, ni amor terrenal, solo un camino que parece estar lleno de dificultades y cargas aplastantes. Quizás usted ha llegado a creer que Dios le ha estado castigando por todos sus fracasos y recordándole que usted esta descalificado para siempre de servirle a Él porque usted lleva un estigma sobre si mismo. 

¡Cuan diferente es la verdad! Jehová Dios de Israel es su heredad. Suyo es el privilegio especial de probar lo precioso de la abundante gracia de Su perdón y Su amor. Él le ofrece a usted una vida de adoración, una vida de trabajo, una vida de testimonio si, de la oscuridad de los días en el desierto, usted lo ha elegido a Él como su indiscutible Señor. El imaginarse, por ejemplo, que una persona que se encuentra en un matrimonio que ha probado ser algo desastroso y debe llevar sobre si el estigma de ello, es poner sobre ella una carga que es completamente contraria a lo que dice el Libro dice y la cual la gracia de Cristo puede completamente quitar. 


Gracias a Dios que en el momento que parece ser que alguien ha sido aplastado mas allá de poder ser ayudado, cuando las cosas que ha querido mas parecen estarse derrumbando a su alrededor, y él fue dejado en los escombros de lo que alguna vez creyó era su hogar, el Señor Jesús extiende Su mano para ayudar. Gracias a Dios que Él toma el barro que ha sido estropeado, la preciada vida que ha sido quebrantada y ensuciada, y la amolda de nuevo, ahora formando con ella un vaso de honor, santificado, y listo para el uso del maestro. Y le dice, “De este momento en adelante Jehová tu Dios será tu heredad.” 


He buscado señalarle a usted el honor que le fue concedido a la tribu de Levi y la historia de lo que lo prepare para recibir ese honor. Debemos también observar la esperanza que ese honor inspiró en sus corazones: “Jehová Dios de Israel es la heredad de ellos, como él les había dicho.” 

En otras palabras, fue planeado que fuera así. Lo que les sucedió no fue un error, no fue de segunda mano, sino que ya se encontraba en el consejo de Dios cuyos caminos son inescrutables y cuya sabiduría es siempre perfecta. 

Para poner el reflector de la verdad sobre nuestro texto debemos recordar a nuestros corazones una vez más que la Epístola de Pablo a la iglesia en Efeso es el comentario Neo-testamentario del libro de Josué. Y en Efesios 1:11–12 leemos del Señor Jesucristo, “En Él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.” ¿Entiende el lenguaje? “En Él asimismo tuvimos herencia”—una herencia escogida, es nuestra suerte, nuestra porción ordenada en el consejo de Dios, escogidos de acuerdo a Su propósito, planeado de acuerdo a Su propósito, planeado de acuerdo a Su voluntad, que es inescrutable. ¿Para qué? A fin de que “seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.” Esto es nuestro lado del cuadro por así decirlo. Tenemos una herencia en Jesucristo; Jehová el Dios de Israel es nuestra herencia. 

Pero nuestro lado debe ser igual al lado de Dios; la sociedad debe ser completa. La herencia que tenemos en Jesús debe tener una respuesta si es que va a haber perfección. Esa respuesta es presentada en Efesios 1:18, en donde Pablo ora por sus oidores, “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos.” Nuestra herencia en Cristo e igualada por la herencia de Cristo en Su Pueblo. Nuestra posesión de Él es igualada por su posesión de nosotros. 

Pudiera ser que usted no este entre la gente acerca de la cual he estado hablando en este capitulo. De algunos de nosotros se pudiera decir, a un nivel humano, que hemos sido mas afortunados, porque Dios nos ha bendecido con hogares felices e hijos piadosos, y con suficientes de lo bienes de este mundo para mantenernos fuera de la pobreza. Me dirijo a ustedes como si me dirigiera a mi propio corazón: tengamos cuidado de que las cosas que Dios nos ha dado no estropeen Su herencia en nosotros y nos hagan responder a Él en nuestros corazones de una forma no digna de Su gracia y Su amor. 

Al corazón solitario, a la vida desilusionada, la vida que no tiene herencia en la tierra, Dios le dice, “Jehová todo poderoso es vuestra herencia.” Y ese mismo Dios espera que usted le responda a Él y que reconozca que Él tiene su corazón entero, que usted es de Él sin ninguna duda ni disputa. 

Y a aquellos de nosotros a los que Dios ha bendecido en la vida humana con hogares felices, sigue siendo verdad que Jehová Dios de Israel es nuestra herencia. Él está esperando hasta que encuentre una completa y total herencia en Su pueblo. Algunos de nosotros Le hemos negado esto por los dones que nos ha dado. Y me pregunto yo si quizás esta sea la razón por la que Dios a menudo permite que tantos corazones y hogares cristianos que han sido bendecidos con cosas terrenales atraviesen por lugares de oscuridad y terror para que descubran que, las cosas humanas y materiales les han sido quitadas. Quizás Dios no ha podido confiar estas cosas a estas personas, pues por ellas le roban a Dios su herencia. 

“¡Jehová Dios de Israel es vuestra herencia!”

Vida Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué
Copyright © 2007 by the Redpath Family
Traducido por Carlos Alvarado

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La Vida Cristiana Victoriosa Capitulo Catorce

Por Alan Redpath

Poseyendo Nuestras Posesiones 

Josué 13:1 

1 Estos son los reyes de la tierra que los hijos de Israel derrotaron y cuya tierra poseyeron al otro lado del Jordán hacia donde nace el sol, desde el arroyo de Arnón hasta el monte Hermón, y todo el Arabá al oriente: 
2 Sehón rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón, y señoreaba desde Aroer, que está a la ribera del arroyo de Arnón, y desde en medio del valle, y la mitad de Galaad, hasta el arroyo de Jaboc, término de los hijos de Amón; 
3 y el Arabá hasta el mar de Cineret, al oriente; y hasta el mar del Arabá, el Mar Salado, al oriente, por el camino de Bet-jesimot, y desde el sur al pie de las laderas del Pisga. 
4 Y el territorio de Og rey de Basán, que había quedado de los refaítas, el cual habitaba en Astarot y en Edrei, 
5 y dominaba en el monte Hermón, en Salca, en todo Basán hasta los límites de Gesur y de Maaca, y la mitad de Galaad, territorio de Sehón rey de Hesbón. 
6 A éstos derrotaron Moisés siervo de Jehová y los hijos de Israel; y Moisés siervo de Jehová dio aquella tierra en posesión a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés.
Josué 12:1–6

1 Siendo Josué ya viejo, entrado en años, Jehová le dijo: Tú eres ya viejo, de edad avanzada, y queda aún mucha tierra por poseer. 
2 Esta es la tierra que queda: todos los territorios de los filisteos, y todos los de los gesureos; 
3 desde Sihor, que está al oriente de Egipto, hasta el límite de Ecrón al norte, que se considera de los cananeos; de los cinco príncipes de los filisteos, el gazeo, el asdodeo, el ascaloneo, el geteo y el ecroneo; también los aveos; 
4 al sur toda la tierra de los cananeos, y Mehara, que es de los sidonios, hasta Afec, hasta los límites del amorreo; 
5 la tierra de los giblitas, y todo el Líbano hacia donde sale el sol, desde Baal-gad al pie del monte Hermón, hasta la entrada de Hamat; 
6 todos los que habitan en las montañas desde el Líbano hasta Misrefotmaim, todos los sidonios; yo los exterminaré delante de los hijos de Israel; solamente repartirás tú por suerte el país a los israelitas por heredad, como te he mandado. 
Josué 13:1–6

Un lector casual del libro de Josué, podría ser tentado a pasar rápidamente por alto los capítulos 12 y 13, porque para la lectura rápida contienen solo los récords de los territorios de Canaán, una lista de nombres y lugares, algunos de los cuales es difícil pronunciar y aun mas difícil entender. Sin embargo si usted se rinde ante esta tentación usted se perdería de mucho. Los grandes tesoros de la Palabra de Dios no se encuentran sobre la superficie para que nosotros podamos tomarlos ligera y fácilmente. Vamos entonces a considerar brevemente el doceavo capitulo, que es un resumen de la extensión de la conquista de Canaán. Los primeros seis versículos nos hablan acerca de las conquistas bajo el liderazgo de Moisés; los versículos siete al veinticuatro nos hablan de las conquistas bajo el liderazgo de Josué. Las conquistas bajo Moisés, como es de esperarse, se refieren a las batallas en el desierto, del lado oriental del Jordán. Las conquistas bajo Josué cubren las batallas en la tierra misma. Bajo Moisés, cierto territorio se había convertido en la heredad de Rubén, Gad, y la media tribu de Manases, de acuerdo con el deseo que ellos mismos habían expresado. Se nos informa en este capitulo exactamente hasta que grado Josué y sus ejércitos conquistaron parte de la tierra de Canaán. Seguido por una lista de treinta y un reyes poderosos que habían ocupado cierto territorio en la tierra, pero que ahora todos habían sido sometidos y los cuales se encontraban sujetos al pueblo de Dios. 

A menudo en el curso de la experiencia humana es bueno sentarse y reflexionar sobre todo lo que se ha conquistado por la gracia de Dios. No con jactancia, sino con un corazón humilde y agradecido, para reconocer los años que han pasado y repasar las paginas de la memoria cuidadosamente y recordar en donde ha triunfado la gracia de Dios, para que podamos volvernos hacia Su rostro y decir, “Mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;” (Romanos 5:20).

Para alguna gente, la mayoría de las batallas de la vida han terminado, les quedan pocas por pelear. Para muchos otros, sin embargo, la mayoría de las batallas de la vida aun tienen que ser libradas. Sea que ya hayan sido libradas o aun estén por llegar, que Dios nos conceda a todos la habilidad para poder decir al final de nuestra jornada, “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.” (II Timoteo 4:7). 

Antes de dejar este capitulo por completo, permítanme referirles el sexto versículo, que nos dice que “Moisés siervo de Jehová dio aquella tierra [la tierra conquistada por Moisés] en posesión.” Estas palabras son casi las mismas que las que vemos en el capitulo 11:23, si substituimos el nombre “Moisés” por el nombre “Josué.” Pero oh, ¡cuan grande es la diferencia! 

No debo forzar demasiado ninguna analogía a las escrituras, aunque pienso que estoy justificado en emplearlo para ilustrar una doctrina que esta bien establecida en otras partes de la Palabra de Dios. Estas dos y media tribus que Moisés permitió que se quedaran del otro lado del Jordán no tuvieron mucho que ver con la vida nacional de Israel y perdieron demasiado pronto su heredad. Pareciera que hubieran sido absorbidas por las naciones que ellas debieron haber vencido. Ellos eligieron el lado oriental, el lado de la tierra que quedaba hacia el desierto. 

La lección que quiero escribir en lo mas profundo de sus corazones, al pasar, es esta: que lo que sea que Moisés, el representante de la Ley, nos de a cualquiera de nosotros debe finalmente pasar por entre nuestros dedos, que inevitablemente vamos a fallar en todo lo que intentemos ser en el poder de nuestra propia resolución. Las bendiciones mas profundas de la vida espiritual no pueden ser sostenidas por la fuerza de nuestro propio propósito. Pueden ser nuestras solo en el compañerismo con Nuestro Señor Jesucristo, en quien esta guardada todo nuestra herencia, y de quien recibimos toda bendición por la fe. Porque “Dios… nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3). ¡Que Dios quiera que podamos aprender esa lección y que dejemos de intentar lograr entrar en la tierra de bendición solo por nuestro propio esfuerzo! 

Ahora consideraremos mas especialmente Josué 13:1, en donde leemos, “Siendo Josué ya viejo, entrado en años, Jehová le dijo: Tu eres ya viejo de edad avanzada, y queda aun mucha tierra por poseer.” Josué tenía ya cerca de noventa años, y una gran porción de la tierra aun no había sido subyugada y permanecía sin ser poseída. Los primeros seis versículos de este capitulo nos dan una clara demarcación del territorio no poseído. No debían descansar sobre los logros pasados, porque sino el propósito de Dios para Israel nunca podría ser realizado. Como nos lo dijeron los primeros versículos del libro de Josué, Dios ya había intencionado dar a los israelitas toda la tierra, pero debían tomar posesión de cada pulgada de la heredad, ellos mismos. El método para poder poseer esta tierra, que ocupa el resto del libro de Josué, era, en primer lugar, deslindar la tierra y luego distribuirla entre las diferentes tribus, y finalmente dejar que cada tribu se apropiara de lo que se le había dado. Espero que usted entienda claramente este principio, porque lo veremos de nuevo mas adelante. Sería interesante examinar la extensión del área de la tierra designada por el Espíritu Santo como la heredad del pueblo escogido. Se extendía desde la región de Filistia en el norte hasta las ricas tierras de pasto en el sur. Si nos pusiéramos a comparar lo que Dios había intencionado para los israelitas con la tierra que ellos de hecho poseyeron, veríamos que la diferencia entre los dos es vergonzosa. En toda su historia los israelitas nunca lograron todo lo que Dios había intencionado para ellos. 

Ahora, debo dejar que la historia aplique la lección espiritual a nuestras propias vidas. En el Señor Jesucristo se ha dispuesto la heredad celestial que Dios ha propuesto que cada uno de nosotros debería disfrutar. Lo que la tierra era para Israel, Cristo es para nosotros. Trazado en las paginas de la Palabra de Dios esta todo el territorio que debemos poseer: las montañas de la visión celestial; los valles que al principio pudieran haber parecido valles de desesperación, pero que ahora se han convertido en valles de infinita bendición; las tierras de pasto, reposo y serenidad, las ciudades que deben ser conquistadas, los enemigos que deben ser vencidos. Y es verdad para cada uno de nosotros que aun hay mucha tierra que poseer. Nuestra heredad en Cristo no es solo parte de Cristo, sino todo Él. Todo lo que hay en Cristo es lo que Dios ha propuesto para nosotros. Nuestra posesión es solo aquella parte de Cristo que por fe vayamos a reclamar, y no hay ni uno entre nosotros que pueda decir que ha reclamado todo lo que debemos tener. 

¿Podemos estar satisfechos con menos de lo que Dios tiene para nosotros? Nunca llegamos al nivel de la experiencia cristiana en la cual agotamos todas las posibilidades de la vida en Jesús. Ninguno de nosotros ha ganado toda batalla en la que hemos luchado. Al ver hacia atrás hacia todas nuestras experiencias, no podemos sino admitir que nuestras vidas llevan las cicatrices de muchas derrotas. Y no hemos luchado en toda batalla que deberíamos haber luchado, porque ha habido muchas veces en nuestra vida cristiana en las cuales hemos evadido al enemigo y hemos escogido un camino mas fácil. 

Pero yo no encuentro que estas verdades sean deprimentes. Encuentro en ellas la inspiración que me hace clamar, “Señor, llévame a un terreno mas alto.” Porque son las experiencias de derrota seguidas por la emoción del levantarse una vez mas y descubrir que la sangre de Cristo limpia, y que nuestro Salvador esta agarrado de nuestra mano y a nuestro lado y en nuestro corazón para guiarnos a seguir con Él-- es todo esto lo que nos mantiene siguiendo hacia la meta. Cristo nunca nos deja ni nos desampara, pero hay de hecho aun mucha tierra para ser poseída. 

Pensemos por un momento de algunas de las áreas en tu vida y la mía que aun deben ser poseídas. Meditemos en como podemos poseerlas, y, en conclusión, descubramos porque es que no las hemos poseído. 

Yo sugiero que aun hay mucho que poseer en el ámbito del conocimiento. Hablo, desde luego del conocimiento como algo distinto al intelecto. La disciplina mental, la memoria, la observación, todas estas cosas desarrollan el intelecto, pero esto es muy distinto al conocimiento. Uno puede tener poco intelecto, y sin embargo tener un profundo discernimiento de la verdad espiritual que va más allá de los límites del intelecto. Algunas de las mas maravillosas confirmaciones de la bondad de Dios han venido mientras he estado escuchando a un niño o niña que no han tenido ninguna ventaja educacional, pero que han llegado a conocer en realidad la presencia y poder del Cristo que habita en ellos, y a través de Él pueden hablar con sabiduría que va mas allá del intelecto. Por otro lado, claro que, un hombre puede ser muy listo y muy inteligente y estar muy bien informado, pero no tener nada de conocimiento; puede que sea un perfecto necio en las cosas que mas importan. 

El Señor Jesucristo nos da vida eterna para que podamos conocer al único Dios verdadero. Nos invita a que vengamos al Calvario cada día de nuestras vidas y con espíritu callado y corazón asombrado fijemos nuestra mirada en aquel que sangró y murió para que nosotros pudiéramos ser redimidos. Si lo vemos a Él, vemos al Padre, porque ningún hombre puede comprender el verdadero corazón de Dios sino fija su mirada sobre el Señor crucificado y resucitado. ¿Le conocemos? ¿Podemos decir con el Apóstol Pablo?, ¿“estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor: por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo. . . . A fin de conocerle, y el poder de su resurrección.”? (Filipenses 3:8, 10) 

Oh, mis queridos amigos, en el asunto de conocer a Cristo, cuanta tierra hay aun por poseer. ¿Por qué es que somos en realidad tan ignorantes? ¡Porque conocemos muy poco del Libro! ¿Cuántas páginas de su Biblia ha dejado sin poseer aun? ¿Cuántas de ellas aun son territorio sin explorar? ¿Cuántas de ellas nunca han sido marcadas o subrayadas para mostrar lo que Dios significa para usted? Cubrimos las mismas porciones una y otra vez; vivimos en las verdades rudimentarias: en capítulos tales como Juan 3, grandiosos y maravillosos de hecho, como los son. Pero continentes enteros del propósito redentor de Dios, revelados para que la mente alumbrada los descubra, para que se alimente de ellos y en los cuales se pueden regocijar, quedan sin ser poseídos. Usted no podrá conocer a Jesús nuestro Señor, al menos que lo conozca en Su Palabra. Compañeros cristianos, aventúrense a poseer algún campo sin explorar en la Palabra de Dios, y vean que clase de bendiciones les seguirán. 

De igual manera hay una amplia área para ser poseída en las experiencias del ámbito espiritual. En la vida de cada uno de nosotros, de la misma forma en la que era verdad en Canaán, existen reyes, enemigos, fortalezas y hábitos que están profundamente arraigados. Parecen estar tan fuertemente fortificados que, a pesar de todo esfuerzo, a pesar de todas nuestras oraciones y estudios Bíblicos, a pesar de todos nuestros ruegos ante el trono de Dios, parece que es imposible deshacernos de ellos. Nuestra paz es constantemente turbada por los ataques del maligno que existe dentro de nuestra personalidad. Nos ataca sin advertencia, y en un momento hemos perdido nuestra templanza, hemos hablado crítica y cortantemente. Una y otra vez, estos enemigos dentro de nosotros han sido vencedores a pesar de años de experiencia cristiana, o de vidas en el campo misionero, o de liderazgo en la obra cristiana o de enseñar a la gente. El enemigo nos ha capturado una y otra vez, y su fortaleza se mantiene firme ante todos nuestros intentos por derribarla. 

¿Es esto verdad acerca de usted? Si este libro de Josué, al estudiarlo juntos, significa algo para usted, significa mas y mas para mi cada día, pues puedo ver en el reflejo de mi propio corazón y mi propia vida. Si alguien me dice, “Esta vida cristiana es una batalla,’’ mi corazón lo siente, porque yo encuentro que es una batalla también. ¡Pero, oh, gracias sean dadas a Dios por la victoria en Jesucristo cuando aprendemos a reclamarla! ¡Como nos han resistido estas áreas de pecado! ¡Como nos han desafiado estos enemigos! De alguna forma, como Israel, fallamos en poseer la tierra que Dios nos ha dado. 

En algunos casos, como es de esperarse, la razón es que el cristiano nunca ha entregado al Señor Jesús su vida de negocios. La ha mantenido completamente fuera de la esfera de la autoridad de de nuestro Señor y dice, “Voy a servirme a mi mismo y a mis propios fines. Yo ganaré mi dinero y cuidaré de mi familia y mi negocio, pero esto no se mezclará con mi religión.” En otros casos, es porque los hombres son muy renuentes a permitir que la autoridad de Dios este sobre sus asociaciones terrenales y sobres sus amistades terrenales. 

Oh, amados, piensen en el ideal de Dios, expresado a nosotros en Su Palabra, que es, ¡“Que seamos conformados a la imagen de Su Hijo”! Considere por un momento Su fuerza y Su dulzura, Su Santidad, Su odio por el pecado, Su amor por usted y por mi, Su devoción a la voluntad de Dios, Su vida de auto sacrificio. Ese es el ideal de Dios, ese es el ideal que nuestras almas deben poseer. Si la vida de nuestro preciado Señor no esta siendo reproducida en nosotros día tras día, nuestro cristianismo no esta siendo vital, no es eficaz, no es revolucionario; porque el solo propósito de nuestra fe y la substancia de toda nuestra doctrina es que seamos conformados a la imagen del Hijo de Dios. ¡Hay mucho terreno que poseer! Sabemos que esto es verdad. ¿Pero cómo poseer nuestra posesión en Jesucristo? Seguramente existe algún medio para lograrlo, y de hecho ¡lo hay! Permítame mostrárselo y pedirle que lo considere cuidadosamente y en oración. Recuerde que, primero, debemos ser poseídos por el Señor antes de que podamos saber lo que es poseerlo en toda Su plenitud. “No que lo halla alcanzado ya,” dijo el Apóstol Pablo (y estoy tan contento por la honestidad del lenguaje de Pablo— ¿Cómo puede cualquier hombre creer en la perfección sin pecado cuando lee los escritos de Pablo?), ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.” (Filipenses 3:12) Si primero abrimos nuestro corazón para recibirlo, y luego, por una fe viva, nos apropiamos de Él. 

Escuche las tres grandes palabras de la experiencia cristiana en el orden en el que se las voy a decir: “rendición,” “consagración,” “apropiación.” Primero, debe haber una completa sujeción al Señor, y, permítanme repetir, no hay conversión sin rendirse absolutamente a la voluntad del Señor Jesucristo. Luego, debe haber la completa consagración de vida y talentos y todo lo que tenemos, en todo departamento de nuestra vida. Luego viene la apropiación por medio de una fe viva de la vida que Dios nos da por medio de Su Espíritu a través de Su Hijo. Este es el orden divino: no podemos poseer al Señor Jesús en toda Su plenitud sino hasta que Él nos posea a nosotros. No podemos apropiarnos de Cristo sino hasta que Él haya vencido a nuestra voluntad y nosotros seamos completamente Suyos. 

No podemos esperar tener victoria en nuestras vidas sino hasta que nos rendimos completamente al Señor Jesús. ¿Estamos esperando que el Señor Jesucristo nos lleve aun plano más alto? ¿Estamos esperando que nos de la victoria? ¿Estamos esperando poseer todas nuestras posesiones? Es solo cuando en nuestros corazones hemos aceptado la autoridad de Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el espíritu Santo, y todo nuestro ser esta rendido incondicionalmente a la Trinidad, que podemos contar con la victoria y buscar poseer nuestras posesiones en Cristo. 

¿Por qué tenemos nosotros que ser como Josué, hacernos viejos y llenos de años y descubrir que aun hay mucha tierra por poseer? 

Pudiera ser solo la imaginación del autor, pero, de alguna manera, puedo ver el día cuando individualmente tengamos por primera vez nuestra entrevista personal con el Señor en el cielo. ¡Oh, será maravilloso verlo! Cuando las luchas y las batallas hayan terminado, ¿Cree usted que ese día Él nos mostrará el patrón que tenia para nuestra vida desde antes de la fundación del mundo? ¿Cree que nos mostrará el lugar en donde nos desviamos, el lugar en donde perdimos, el lugar en el que por falta de fe o falta de obediencia nos conformamos con algo que no era lo mejor? ¿Nos mostrará el lugar de Su abundante misericordia? ¿Podremos ver mas claramente que en cualquier otro lugar en la vida que allí, en donde resbalamos, Él dejó la marca de Su sangre y la huella de Sus manos sobre nuestra vida mientras nos detuvo cuando nosotros buscábamos soltarnos de Su mano? Lo único que pido es que en ese día, para usted tanto como para mi, si Él nos muestra los planos de Su plan para nuestras vidas, descubramos por Su gracia que la experiencia misma estaba, cuando menos hasta cierto punto, alineada con ese plan. 

¿Por qué hemos de vivir en la pobreza espiritual? ¿Por qué nos rendimos y fallamos? Cuando llegue el fin de esta vida y esta breve experiencia termine, cuando seamos viejos, cuando la historia quede escrita y las batallas hayan terminado, ¿Por qué hemos de estar ante nuestro Señor para confesar que no hemos poseído todo lo que había sido Su intención que tuviéramos? Yo creo que la respuesta a esa pregunta la encontramos en el sexto versículo de este capitulo, porque la posesión de la tierra fue por suertes. Usted descubrirá que la palabra “suertes” se usa veintidós veces en la segunda pare del libro de Josué; posesión de la tierra por suertes. Dios dio a cada tribu ese pedazo de territorio, esa montaña difícil, aquella experiencia que rompió su corazón, aquella dura prueba que Él en Su sabiduría sabía que los haría mejores personas por haber pasado por ella. 

Yo creo que si aceptamos esa verdad poseeremos a Cristo de una manera totalmente nueva. Si no lo creemos y damos coses contra nuestra experiencia, si nos negamos a aceptar la porción de Dios, la suerte de Dios para nuestras vidas, nunca poseeremos la tierra. Abraham creyó eso: el dejó que Dios escogiera por él en todo. Su sobrino Lot se negó a creerlo. El primero anduvo por fe, el segundo por lo que veía; uno dejo que Dios escogiera, el otro escogió por si mismo. Marque el final de esos hombres: el que permitió que Dios escogiera su suerte entro en la plenitud de la bendición; el otro terminó en desastre. 

Mis amigos cristianos, están permitiendo a Dios escoger su suerte en la heredad o ¿están haciendo su propio plan para su vida? ¿Escoge usted su propio camino? ¿Planea usted su propia carrera? ¿Confía usted en su propio ingenio o, en las palabras de un himno que yo amo, ha dicho usted?— 

Tu camino, no el mío, oh Señor, tan oscuro como este pudiera ser, guíame con Tu mano; escoge el camino por mí. Sea fácil o difícil; aun así será lo mejor; con vueltas o derecho a Tu reposo me llevará. No me atrevo a escoger mi propia suerte, no me atrevo aunque lo pudiera hacer; Escoge Tú por mí, mi Dios, para que termine bien. Toma Tú mi copa, y llénala de gozo o tristeza; como bien te parezca a Ti, escoge Tu mi bien y mi mal. Escoge Tú mis amigos por mí, mi salud o enfermedad; escoge Tú mis cuidados por mí, mis promesas y riquezas. Que no sea yo el que tenga que escoger; en cosas grandes o pequeñas. Se Tu mi guía, mi fuerza, mi sabiduría mi todo. 

¡Si ha de poseer sus posesiones, esta es la respuesta!

Vida Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué 
Copyright © 2007 by the Redpath Family
Traducido por Carlos Alvarado