Por Carlos Alvarado
Compartir el
evangelio con gente que no conocemos o inclusive con nuestros compañeros de
trabajo, nuestros compañeros de escuela y hasta con nuestros familiares y
amigos inconversos puede ser intimidante.
Nos
sentimos inseguros. Sentimos que no sabremos cómo hablarles o que palabras
usar. Peor aún, qué tal si nos hacen alguna pregunta teológica profunda para la
cual no tengamos la respuesta, o simplemente no creemos que podamos soportar su
rechazo. Si esto es lo que te pasa a ti cuando se trata de predicar el
Evangelio o compartir al Señor, no estás solo. Nos pasa a todos inclusive al Apóstol
Pablo. Lee las palabras de Pablo en:
1 Corintios 2:1-5 (RVC)
1 Así que,
hermanos, cuando fui a ustedes para anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con palabras elocuentes ni
sabias. 2 Más bien, al estar entre ustedes me propuse no saber de ninguna
otra cosa, sino de Jesucristo, y de éste crucificado. 3 Estuve entre ustedes con tanta debilidad, que temblaba yo de miedo. 4 Ni mi palabra ni mi predicación se
basaron en palabras persuasivas de sabiduría humana, sino en la demostración
del Espíritu y del poder, 5 para que la fe de ustedes no esté fundada en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Entonces
estamos en buena compañía cuando sentimos temor, inseguridad etc. Pero eso no es una excusa para no hacer lo que El Señor Jesucristo nos ha enviado a hacer como sus discípulos
que es ser sus testigos en este mundo que necesita escuchar las buenas nuevas
del Evangelio. Pablo con todo y su debilidad, con todo y su temblor lo hizo y
nosotros debemos hacerlo también.
Lo que
debemos hacer es seguir el ejemplo de la Iglesia cuando aún estaba en su
infancia y tuvo que enfrentar el temor y temblor de la persecución, aflicción y
tribulación por causa de la predicación del Evangelio; Debemos Orar. Y nuestra oración debe ser la misma que ellos hicieron:
Hechos 4:29-30
29 Ahora,
Señor, mira sus amenazas, y concede a estos siervos tuyos proclamar tu palabra
sin ningún temor. 30 Extiende también tu mano, y permite que se hagan sanidades
y señales y prodigios en el nombre de tu santo Hijo Jesús.»
Y todo el
pueblo de Dios dice ¡AMEN!
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