miércoles, 8 de diciembre de 2010

La Vida Cristiana Victoriosa Capitulo Cuatro

por Alan Redpath

El Camino Real a la Bendición

Josué 1:11


 Josué se levantó de mañana, y él y todos los hijos de Israel partieron de Sitim y vinieron hasta el Jordán, y reposaron allí antes de pasarlo.
 Y después de tres días, los oficiales recorrieron el campamento, y mandaron al pueblo, diciendo: Cuando veáis el arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y los levitas sacerdotes que la llevan, vosotros saldréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella,
 a fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir; por cuanto vosotros no habéis pasado antes de ahora por este camino. Pero entre vosotros y ella haya distancia como de dos mil codos; no os acercaréis a ella.
 Y Josué dijo al pueblo: Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros.
 Y habló Josué a los sacerdotes, diciendo: Tomad el arca del pacto, y pasad delante del pueblo. Y ellos tomaron el arca del pacto y fueron delante del pueblo.
 Entonces Jehová dijo a Josué: Desde este día comenzaré a engrandecerte delante de los ojos de todo Israel, para que entiendan que como estuve con Moisés, así estaré contigo.
 Tú, pues, mandarás a los sacerdotes que llevan el arca del pacto, diciendo: Cuando hayáis entrado hasta el borde del agua del Jordán, pararéis en el Jordán.
 Y Josué dijo a los hijos de Israel: Acercaos, y escuchad las palabras de Jehová vuestro Dios.
Y añadió Josué: En esto conoceréis que el Dios viviente está en medio de vosotros, y que él echará de delante de vosotros al cananeo, al heteo, al heveo, al ferezeo, al gergeseo, al amorreo y al jebuseo.
He aquí, el arca del pacto del Señor de toda la tierra pasará delante de vosotros en medio del Jordán.
Tomad, pues, ahora doce hombres de las tribus de Israel, uno de cada tribu.
Y cuando las plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el arca de Jehová, Señor de toda la tierra, se asienten en las aguas del Jordán, las aguas del Jordán se dividirán; porque las aguas que vienen de arriba se detendrán en un montón.
Y aconteció cuando partió el pueblo de sus tiendas para pasar el Jordán, con los sacerdotes delante del pueblo llevando el arca del pacto, cuando los que llevaban el arca entraron en el Jordán, y los pies de los sacerdotes que llevaban el arca fueron mojados a la orilla del agua (porque el Jordán suele desbordarse por todas sus orillas todo el tiempo de la siega),  las aguas que venían de arriba se detuvieron como en un montón bien lejos de la ciudad de Adam, que está al lado de Saretán, y las que descendían al mar del Arabá, al Mar Salado, se acabaron, y fueron divididas; y el pueblo pasó en dirección de Jericó.
Mas los sacerdotes que llevaban el arca del pacto de Jehová, estuvieron en seco, firmes en medio del Jordán, hasta que todo el pueblo hubo acabado de pasar el Jordán; y todo Israel pasó en seco.

 —Josué 3:1–17
Al seguir nuestro camino a través de este maravilloso libro del Antiguo Testamento, Josué, llegamos al gran evento en la historia de los hijos de Israel cuando cruzaron del desierto a la tierra de Canaan. El cruce del Jordan no ilustra el cruce del alma a la eternidad, sino que ilustra el cruce del cristiano de un nivel de la Vida Cristiana a otro. Marca el fin de la vida del yo y el comienzo de la vida en Cristo: el fin de la vida que se vive sobre el principio del esfuerzo, y el comienzo de la vida que se vive sobre los principios de la fe y la obediencia. Entre estos dos tipos de vida se encuentra el poderoso río Jordan—un río de imposibilidad.
  
¿Esta usted intensamente insatisfecho con la calidad de vida Cristiana que esta viviendo? ¿Han abierto estos capítulos otra posibilidad de vivir una vida en un plano más alto? pero se ha sentido tentado a cerrar este libro al decir instintivamente, “Esto no es para mi. Ese hombre no conoce mi vida. No conoce las imposibilidades con las que tengo que lidiar.”

No, mi amigo, yo no conozco sus problemas, pero conozco a mi Señor, con quien nada es imposible. Por lo tanto, si alguno de ustedes está siendo enfrentado por montañas de imposibilidad, y se dice a si mismo muy melancólicamente que la vida nunca podrá ser diferente para usted, yo creo que el Señor tiene algo que decirle a través e Su Palabra que bien pudiera marcar el final de su derrota por parte de lo imposible, y el comienzo de una vida de victoria que vence al mundo, que es su fe en Dios.

Por lo tanto, déjeme preguntarle muy cuidadosa y atentamente que me siga al pensar juntos en este gran ejército de dos y medio millones de personas que pasan por el río Jordan. Porque, “He aquí, el arca del pacto del Señor de toda la tierra pasará delante de vosotros en medio del Jordan.” (Josué 3:11).

El versículo 10 dice, “Y añadió Josué: En esto conoceréis que el Dios viviente está en medio de vosotros, y El echará de delante de vosotros al enemigo.” Podemos ver que lo que los israelitas iban a tener delante de ellos era conflicto, pero también victoria. La tierra de Canaan estaba habitada por siete pueblos—todos ellos mencionados en este versículo. Dios mandó que todos y cada uno de ellos fuera exterminado.

Debo detenerme aquí por un momento, por que quizás algunos de ustedes cuestionen el carácter de un Dios que pudiera exterminar vidas humanas, y quizás pudieran ser tentados a decir, “Yo nunca podría creer en un Dios que diera un mandamiento como ese.” ¿No podría? Cuatro generaciones antes, Dios prometió a Abraham y a su cimiente esta tierra como heredad. El dijo (Gen. 15:16), que en la cuarta generación Su pueblo volvería a la tierra, por que la iniquidad del Amorreo en la tierra aun no estaba cumplida.

Ahora, cuatro generaciones mas tarde, el pueblo de Dios estaba en los límites de la tierra. La iniquidad de los habitantes había llegado a su cumplimiento: eran culpables de haber practicado flagrante inmoralidad, y de traficar con espíritus malignos. En Deuteronomio 18:10, usted recuerda, que Dios le advirtió a Su pueblo que no podría haber transigencia con ningún alma que traficara con la maldad espiritual; los que lo hicieran tendrían que ser eliminados. Ahora la promesa de Dios de que El, los echaría de delante de Su pueblo se está cumpliendo. Lo que Israel estaba enfrentando era un conflicto no solo con hombres y mujeres, por favor note esto, sino con la maldad espiritual que controlaba a los habitantes de la tierra de Canaán.

Claro que esto es una analogía perfecta de las luchas espirituales que tiene todo hijo de Dios. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades,…contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. (Efesios 6:12). El conflicto que acosaba a los hijos de Israel es del mismo carácter exactamente que la batalla en la cual nos encontramos usted y yo día tras día en nuestras vidas. ¿Se da cuanta usted, de que su personalidad es el campo sobre el cual ruge la batalla entre el cielo y el infierno? De un lado satanás y del otro Dios en Jesucristo están luchando por poseer su vida, el uno para hacer daño el otro para salvar. “Nuestra lucha no es con carne y sangre”—esta era la naturaleza del conflicto que tenían enfrente los hijos de Israel en Canaán, y lo que enfrentamos nosotros hoy.

Pero yo lo invitaría a ver que no solo enfrentaron conflictos sino que también tuvieron Victoria. Dios tenía un propósito para esa tierra. ¿Cuál era el propósito? Este—un pequeño bebe en un pesebre en Belén, Cristo el Hijo de Dios sobre una cruz en el Calvario, ciento veinte personas en un aposento alto y el Espíritu Santo cayendo sobre ellos. Belén, El Calvario, Pentecostés: la encarnación del Hijo de Dios, el juicio del pecado de la humanidad puesto sobre El, la vida del Hijo de Dios siendo encarnada en el creyente; todo esto era el plan maestro de Dios para la salvación de una raza caída. Y nada, dije nada, ni en la tierra ni en el infierno se iba a interponer ante el plan de Dios. La iniquidad de estos pueblos se había cumplido. Ahora Dios comienza a poner Su plan en acción.

Dios tiene hoy un plan para su vida. ¿Cuál es? Belén, El Calvario, Pentecostés: La venida de el Jesús humanado por el Espíritu Santo a su personalidad, el llevar el juicio de sus pecados en la cruz y su muerte juntamente con Cristo a todo el pecado, el poder de la tercera persona de la Trinidad llegando a una vida que ha consentido en morir con Cristo. El propósito de Dios para todo hombre y mujer es Belén, Calvario, Pentecostés, y todo lo que se pueda interponer en el camino del cumplimiento del plan de Dios debe ser eliminado.

Pero entre ese propósito y su realización fluye el Jordán, y parece tan imposible cruzarlo. En su mente, al yo exponer delante de usted el propósito de Dios para su experiencia cristiana, usted esta diciendo, “¿Pero y que con la imposibilidad?” Me pregunto ¿cual sea? ¿Será la tiranía del hábito? ¿Podrá ser la posibilidad de que, a pesar de sus creencias, usted es dominado por su pasión? ¿Será que usted nunca ha probado lo que es la liberación del pecado? ¿Enseña usted a otros pero usted no ha sido enseñado nunca acerca de Dios? ¿Les habla a los demás acerca del Señor Jesús, pero usted mismo no ha conocido Su poder venciendo en su vida? Quizás con usted no sea alguna de estas razones mayores (aunque Dios sabe que podría ser), pero es lo que llamamos las cosas pequeñas—las cosas secretas, las cosas escondidas—que para nosotros no parecen importar, pero que a los ojos del cielo son ¿igualmente horrendas? Con uno es un espíritu falto de amor; con otro es el juzgar duramente a los demás. Con otros puede ser la ultra sensibilidad, sentirse fácilmente heridos, o dado a buscar defender sus derechos si sus deseos no son cumplidos, la gran necesidad de vindicarse a si mismos en cualquier situación. O quizás sean celos por el éxito de los demás. Son estas cosas que se encuentran en lo más profundo de las vidas de los cristianos, que opacan la bendición y funcionan como barreras al avivamiento. Que Dios nos ayude a ver que estas son cosas que existen en la iglesia cristiana en nuestros días y menguan nuestro testimonio, y fluyen como el Jordan inundado entre nosotros y la tierra. Lo que tenemos que enfrentar son los conflictos y la victoria, pero la experiencia hasta aquí ha sido conflicto y derrota.

Si usted se da el tiempo para leer este tercer capitulo, usted descubrirá que el enfoque central era el arca del pacto, el símbolo de la presencia de Dios. “He aquí, el arca del pacto del Señor de toda la tierra pasará delante de vosotros en medio del Jordán.” (Josué 3:11). No menos de diez veces en este capitulo encontramos una referencia directa al arca.

Usted observará que, ante todo, mientras el pueblo cruzaba el Jordan, el arca tenía que ir enfrente de ellos. Cada una de esas dos y medio millones de personas tenía que tener una vista clara  y personal de lo que sucedía con el arca. Muy temprano por la mañana los doce sacerdotes pusieron el arca sobre sus hombros y marcharon hacia el río; me puedo imaginar lo que estaba sintiendo este gigantesco ejército al ver la escena que tenía delante de si. ¿No habría sido mejor esperar hasta que la aguas del río hubieran bajado y la temporada de inundaciones hubiera pasado? ¿No hubiera sido mejor esperar y pasar cuando el agua estuviera lo suficientemente baja como para poder cruzar caminando?

Delante del pueblo, los doce sacerdotes se acercaron al río, pero las aguas seguían fluyendo en frente de ellos. Llegaron a un metro de distancia, y el río permanecía sin cambios. Pero al sus pies tocar la orilla de las aguas, el agua comenzó a hacerse para atrás como si hubiera sido movida por una mano fuerte, y los sacerdotes entraron al cauce del río sobre suelo seco. Paso a paso el agua se dividió delante de ellos, y como lo dice el libro, “estuvieron en seco, firmes…hasta que todo el pueblo hubo acabado de pasar el Jordán.”

De la misma manera, tampoco podremos pasar a la vida en Cristo de la vida en nosotros mismos al menos que cada uno de nosotros tengamos una vista clara y personal del Señor Jesús. El arca iba enfrente, y siendo que hasta entonces el ejército entero se había encontrado perplejo y desesperado por que veían lo imposible del río, ahora sus pensamientos estaban enfocados en el hecho de que el Señor estaba con ellos, simbolizado por el arca del pacto. Al ver ellos el arca entrar en el río, las aguas se dividieron, y el cauce del río se secó, y la imposibilidad fue vencida.

¿Que nos enseña esto? Que Jesús el Salvador un día fue al huerto del Getsemaní, en donde el agua fluía delante de El. Luego fue a una cruz sobre el monte del Calvario, en donde parecía que las aguas lo habían cubierto. El murió, lo pusieron dentro de una tumba, afuera de la cual había una puerta sellada con un enorme piedra. Pero eso no era todo: “Cristo la tumba venció y con gran poder resucito.” Este Señor Jesús, escribe Pablo, “venció principados y potestades y poderes y los expuso triunfando sobre ellos” en Su resurrección (Col. 2:15).

¿Comienza usted a ver hacia el otro lado? Nuestra lucha no es contra carne y sangre, sino contra principados y potestades. Un día El, nuestro sumo sacerdote, después del huerto, y la cruz, y de la tumba, se levantó triunfante y derrotó al enemigo. El repeló todo ataque de satanás, y se levantó, nuestro Rey conquistador y victorioso. ¡Aleluya! Y a todo el que pase por las aguas el ha dicho, “Yo estaré contigo, y el río no te anegará.” Las aguas, la oposición de principados y potestades al hijo de Dios, nunca podrán pasar lo que nuestro triunfante Señor a conquistado.

El paso por el Jordan significa enfrentar la imposibilidad, después de la muerte, resurrección y ascensión de Jesús al lugar de todo poder. Tenga una vista clara de Aquel que puede lidiar con la imposibilidad de su vida antes de llegar a ella. Por que en el nombre del Señor Jesús yo declaro esta verdad, que, tan sutil o tan fuerte como este pueda ser, no hay ataque de satanás sobre el hijo de Dios sino el que primero se ha hecho contra el corazón del Señor. El lo venció en la Cruz, y el nos invita, a sus hijos, a que tengamos una vista clara de El, para enfrentar de nuevo la imposibilidad que hemos enfrentado tan a menudo, y que luego miremos Su rostro y digamos, “Ahora Señor Jesús, yo creo que aunque yo no puedo, Tu si puedes.” En ese momento el rugido del Jordan quedara en silencio, su violencia se detendrá, y pasaremos sobre tierra seca.

El camino para el hijo de Dios, del desierto a Canaán es a través de enfrentar la imposibilidad y de levantar la vista hacia un Cristo Resucitado y asirse de El. “Todo eso está muy bien,” me dirá alguien, “¿pero todo esto no es solo teoría?” “¿Cómo es que el poder de todo esto llega a mi corazón?”

Mas los sacerdotes que llevaban el arca del pacto de Jehová, estuvieron en seco, firmes en medio del Jordán, hasta que todo el pueblo hubo acabado de pasar el Jordán; y todo Israel pasó en seco.” (Josué 3:17).

El poder que necesitamos esta en Jesucristo y por consiguiente: El detiene el fuego del pecado y la tentación; El detiene lo imposible. Los hijos de Israel se acercaron y vieron la tierra deseable en la distancia, pero se dieron cuenta de que entre ellos y la tierra estaba este río inundado. Ellos vieron la bendición, pero entre ellos y esa bendición había una imposibilidad. ¿Esto lo describe a usted hoy? Usted puede ver la posibilidad de la bendición, usted ve la vida a un nuevo nivel, usted reconoce que su vida ha sido derrotada y esta muy lejos de cumplir con las intenciones de Dios, pero entre la bendición y usted está el Jordan. Usted por fe debe enfrentar la imposibilidad.

El pueblo puso sus pies a la orilla del río y este se secó delante de ellos por la presencia del arca del pacto. Se les había dicho que vieran el arca mientras pasaban, y, con sus ojos vueltos de la tierra de bendición ellos solo vieron el arca del pacto. Por lo tanto mientras cruzaron el río, el arca se encontraba entre ellos y la imposibilidad.

Allí queda expuesta toda la diferencia entre la vida de derrota en el desierto y la vida de Victoria en la tierra; entre algunos de nosotros y la bendición deseada fluye el río de la imposibilidad. ¿Se encuentran la vergüenza, la naturaleza humana, el temperamento, o la soberbia entre la tierra de bendición y la vida del Cristiano como el Jordan inundado? Deje que el hijo de Dios fije sus ojos en el Señor Jesús y luego mire: entre la imposibilidad y el allí esta Jesús. Después de eso el hijo de Dios deja de hablar de “Obtener la victoria.” No es la victoria lo que quiere sino al vencedor. El no habla de luchar por una nueva bendición y buscar entrar en una nueva experiencia. Sus ojos están fijos en el Señor y el pone al Señor Jesús entre el mismo y los ataques del diablo, y lo ve al rostro y allí esta la victoria.

Este es el camino real a la bendición. Allí esta la vida en la que no hay intereses propios, no hay sensibilidad a las injusticias cometidas contra nosotros; la vida que no puede ser provocada, que no es celosa; la vida que no está buscando la bendición sino que solo quiere al Señor Jesús. ¿Caminará usted por este camino conmigo, por fe pasará por encima de la imposibilidad, la cosa que lo ha tenido atrapado en la derrota por años—pasará por encima de ello, se volverá a Jesús y lo pondrá entre usted y esa cosa? Dígale, “Señor Jesús, de este momento en adelante enfrentamos la imposibilidad, por fe ponemos nuestros pies sobre ella y nos volvemos hacia Ti, y oramos que Tu la mantengas detenida mientras cruzamos este río y entramos en la bendición. Que deje de ser el yo, y que sea Cristo.” 

Vida  Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué 
Copyright © 2007 by the Redpath Family

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