Por Alan Redpath
Firmes y
Adelante
Josué 10:25
1 Cuando Adonisedec rey de
Jerusalén oyó que Josué había tomado a Hai, y que la había asolado (como había
hecho a Jericó y a su rey, así hizo a Hai y a su rey), y que los moradores de
Gabaón habían hecho paz con los israelitas, y que estaban entre ellos,
2 tuvo gran temor; porque Gabaón
era una gran ciudad, como una de las ciudades reales, y mayor que Hai, y todos
sus hombres eran fuertes.
3 Por lo cual Adonisedec rey de
Jerusalén envió a Hoham rey de Hebrón, a Piream rey de Jarmut, a Jafía rey de
Laquis y a Debir rey de Eglón, diciendo:
4 Subid a mí y ayudadme, y combatamos
a Gabaón; porque ha hecho paz con Josué y con los hijos de Israel.
5 Y cinco reyes de los amorreos, el
rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Jarmut, el rey de Laquis y el rey
de Eglón, se juntaron y subieron, ellos con todos sus ejércitos, y acamparon
cerca de Gabaón, y pelearon contra ella.
6 Entonces los moradores de Gabaón
enviaron a decir a Josué al campamento en Gilgal: No niegues ayuda a tus
siervos; sube prontamente a nosotros para defendernos y ayudarnos; porque todos
los reyes de los amorreos que habitan en las montañas se han unido contra
nosotros.
7 Y subió Josué de Gilgal, él y
todo el pueblo de guerra con él, y todos los hombres valientes.
8 Y Jehová dijo a Josué: No tengas
temor de ellos; porque yo los he entregado en tu mano, y ninguno de ellos
prevalecerá delante de ti.
9 Y Josué vino a ellos de repente,
habiendo subido toda la noche desde Gilgal.
10 Y Jehová los llenó de
consternación delante de Israel, y los hirió con gran mortandad en Gabaón; y
los siguió por el camino que sube a Bet-horón, y los hirió hasta Azeca y
Maceda.
11 Y mientras iban huyendo de los
israelitas, a la bajada de Bet-horón, Jehová arrojó desde el cielo grandes
piedras sobre ellos hasta Azeca, y murieron; y fueron más los que murieron por
las piedras del granizo, que los que los hijos de Israel mataron a espada.
12 Entonces Josué habló a Jehová el
día en que Jehová entregó al amorreo delante de los hijos de Israel, y dijo en
presencia de los israelitas: Sol, detente en Gabaón; Y tú, luna, en el valle de
Ajalón.
13 Y el sol se detuvo y la luna se
paró, Hasta que la gente se hubo vengado de sus enemigos.
¿No está
escrito esto en el libro de Jaser? Y el sol se paró en medio del cielo, y no se
apresuró a ponerse casi un día entero.
14 Y no hubo día como aquel, ni
antes ni después de él, habiendo atendido Jehová a la voz de un hombre; porque
Jehová peleaba por Israel.
15 Y Josué, y todo Israel con él,
volvió al campamento en Gilgal.
16 Y los cinco reyes huyeron, y se
escondieron en una cueva en Maceda.
17 Y fue dado aviso a Josué que los
cinco reyes habían sido hallados escondidos en una cueva en Maceda.
18 Entonces Josué dijo: Rodad
grandes piedras a la entrada de la cueva, y poned hombres junto a ella para que
los guarden;
19 y vosotros no os detengáis, sino seguid
a vuestros enemigos, y heridles la retaguardia, sin dejarles entrar en sus
ciudades; porque Jehová vuestro Dios los ha entregado en vuestra mano.
20 Y aconteció que cuando Josué y
los hijos de Israel acabaron de herirlos con gran mortandad hasta destruirlos,
los que quedaron de ellos se metieron en las ciudades fortificadas.
21 Todo el pueblo volvió sano y
salvo a Josué, al campamento en Maceda; no hubo quien moviese su lengua contra
ninguno de los hijos de Israel.
22 Entonces dijo Josué: Abrid la entrada
de la cueva, y sacad de ella a esos cinco reyes.
23 Y lo hicieron así, y sacaron de
la cueva a aquellos cinco reyes: al rey de Jerusalén, al rey de Hebrón, al rey
de Jarmut, al rey de Laquis y al rey de Eglón.
24 Y cuando los hubieron llevado a
Josué, llamó Josué a todos los varones de Israel, y dijo a los principales de
la gente de guerra que habían venido con él: Acercaos, y poned vuestros pies
sobre los cuellos de estos reyes. Y ellos se acercaron y pusieron sus pies
sobre los cuellos de ellos.
25 Y Josué les dijo: No temáis, ni
os atemoricéis; sed fuertes y valientes, porque así hará Jehová a todos
vuestros enemigos contra los cuales peleáis.
26 Y después de esto Josué los hirió
y los mató, y los hizo colgar en cinco maderos; y quedaron colgados en los
maderos hasta caer la noche.
—Josué 10:1–26
Aun cuando esto
parezca una paradoja extraña a algunos, es sin embargo eternamente verdad que
la tierra de completa bendición es una tierra de intensa lucha. Debemos
aprender a conquistar y luego debemos aprender a poseer todo lo que es nuestro
en nuestro Señor resucitado.
Hemos estudiado acerca de la
entrada a la tierra de Canaán, imaginándonos la entrada a la plenitud de la
bendición, y les he recordado que la conquista de la tierra fue el resultado de
tres campañas específicas, en cada una de las cuales se llevaron acabo batallas
decisivas. Primero, fue la campaña central, en la cual Josué y sus ejércitos
dividieron a la oposición y evitaron un contra ataque unido. Luego se llevó
acabo la campaña del sur, en la cual el enemigo fue derrotado, y finalmente, la
barrida del norte, en la cual el plan de invasión fue llevado acabo. Note por
favor que todo esto fue de acuerdo con una estrategia cuidadosamente preparada
y diseñada.
Los ataques de Satanás sobre el
hijo de Dios son siempre cuidadosamente planeados. Un ejemplo sobresaliente de
esto fue el ataque frontal del cual fue objeto nuestro Señor en el
desierto. Nuestros contra ataques sobre
el diablo raras veces son basados sobre alguna estrategia. Demasiado a menudo
confiamos en métodos desganados e impetuosos, que terminan en derrota y
tragedia para nosotros.
En la campaña central, las
batallas decisivas fueron las de Jericó y Hai. En la campaña del sur fueron en
Gabaón y Bet-oron (Josué 10), y en la campaña del norte cerca de las aguas de
Merom (Josué 11). Probablemente hubo muchas otras batallas, pero las que he
mencionado decidieron el curso de estas campañas en particular.
Les he recordado que la derrota en
una lucha de la vida cristiana no significa necesariamente la derrota final.
Pero quiero enfatizar que lo que hagamos en momentos críticos o importantes de
nuestra vida pudieran probar ser decisivos en una área muy grande de la
experiencia cristiana.
Ahora, hemos considerado la
primera parte de la campaña de Josué, el tajo a través del centro de Canaán.
Hemos aprendido, confío yo, lecciones importantes—que la desobediencia y la
falta de oración significan derrotas inevitables, el cuidado constante, y la
completa dependencia del Señor nos aseguran la victoria. Aprendan esas
lecciones, mis queridos cristianos jóvenes, en un punto temprano de su
experiencia, y tendrán un buen comienzo, que es tan vital en todo aspecto de su
vida.
Pero volvámonos a la barrida del
sur de la campaña de Josué, registrada en el capitulo 10, y descubriremos que
las nuevas situaciones y los nuevos peligros son igualados por la fe, la
acción y la lucha implacable e
intransigente, que finalmente resultaron en una victoria total.
Permítanme brevemente recontar la
historia de este largo capitulo. Cinco reyes cananitas están muy atemorizados
por la alianza que Josué ha hecho con lo gabaonitas. Por lo tanto se unen para
declarar guerra contra Gabaón, quien inmediatamente envía un llamado a su nuevo
aliado Josué para que venga a ayudarle. Seguro de la promesa de Dios de que
tendría victoria, Josué fue a Gilgal, su base de operaciones, y derrotó y
persiguió al enemigo. Después de esto se llevó acabo una de las mas grandes
batallas de la historia, en la cual Dios deliberadamente intervino a favor de
Su pueblo. Él retrasó la puesta del sol y alargó el día para que la victoria
pudiera ser completa y final. Los cinco reyes fueron capturados y encarcelados.
Cuando la batalla hubo terminado,
Josué mandó a sus capitanes que trajeran a los reyes de sus escondites e
instruyó a los líderes que pusieran sus pies sobre los cuellos de los cautivos,
una experiencia muy humillante para los reyes enemigos. Luego Josué de frente a
su ejercito, pareció haberse encendido. “Y Josué les dijo: No temáis, ni os
atemoricéis; sed fuertes y valientes, porque así hará Jehová a todos vuestros
enemigos contra los cuales peleáis.” (10:25). Uno pensaría que con esto sería
suficiente, pero no contento con este gesto de desprecio, Josué mató a los
cinco reyes y colgó cada uno de sus cuerpos sobre un árbol. ¡Josué fue cruel!
¿Es eso lo que usted piensa?
El resultado de esta batalla es
claramente descrito en el versículo 21, el cual nos dice que “no hubo quien
moviese su lengua contra ninguno de los hijos e Israel.” De ese tiempo para
delante el pueblo de Dios fue finalmente establecido en la tierra de Canaán
como un pueblo que debía ser temido. Esta dramática victoria probó que Jericó y
Hai no habían sido mera casualidad. Esta victoria demostraba que los israelitas
no eran un pueblo ordinario, que esta extraña nación que había subido de
Egipto, a través del desierto, que había cruzado el Jordán y que había
conquistado al impenetrable Jericó, tenía de hecho el apoyo de un poder
sobrenatural, y debían ser temidos.
Yo creo con todo mi corazón que el
propósito de Dios para su Iglesia hoy es el mismo—convertirla en una Iglesia
que debe temerse. Hablando de la Iglesia por un momento en términos de ser un
edificio, debe ser un lugar al que la gente casi debe temer venir por el temor
de ser convertidos. Una Iglesia como grupo debe ser compuesta de gente que es
intransigente en su testimonio, valiente en su fe, santo en su manera de vivir.
En los servicios en la Iglesia debe haber el asombro y la reverencia que
demanda la presencia de Dios.
Este es el propósito de Dios no
solo para Su Iglesia, sino para todo hombre y mujer de Dios que ha sido
verdaderamente regenerados—que sean temidos. El hombre cristiano es aquel que
es recto en su conducta, intransigente en sus principios, apasionado en su
devoción a su Salvador, que sirve con sacrificio, y tiene una vida
transparente. No tiene una vida secreta en la cual se oculta para satisfacer su
apetito por cosas de las cuales se avergonzaría hacer en compañía de otros
cristianos. Su vida podrá soportar el mas cercano examen de sus mas fuertes
críticos, del cual saldrá indemne, un hombre santo continuamente de Dios.
Si este es el propósito de Dios, y
yo dudo de cualquiera, que quiera discutir acerca de este punto a la luz del
plan de redención de Dios por medio de la sangre de Jesucristo, preguntémonos
como puede esto ser verdad acerca de nosotros y nuestras iglesias. ¡Oh que
estuviera el asombro de Dios en los corazones de la gente y del predicador! ¡Oh
que cuando la gente venga a la iglesia el domingo hubiera algo acerca de ese
lugar que les hablara del cielo!
¿Cómo lograr esto? Note cuan
claramente en el libro de Josué no hubo batalla alguna sino hasta que Josué
tomó la iniciativa, y puso en marcha el ataque. El Señor Jesús dijo en una
ocasión que la puertas del Hades no prevalecerían contra Su Iglesia; Él nunca
sugirió que las puertas del Hades de repente y de alguna manera serían
desarraigadas y comenzarían a marchar hacia el pueblo de Dios aquí en la
tierra. Lo que Él dijo fue que las puertas del hades no podrían permanecer en
pie contra una arremetida de una compañía del pueblo de Dios llena del
Espíritu. A la luz de Su Palabra, es el plan de Dios que Su pueblo siempre se
encuentre a la ofensiva, nunca a la defensiva. Demasiado a menudo retrocedemos,
huimos, nos escondemos del diablo, en lugar de lanzar una ofensiva a gran
escala en el nombre de Jesús.
Yo pienso que la respuesta a las
preguntas que hacemos concernientes a esta fe victoriosa se encuentra en el
estudio de la situación que pasaron los cinco reyes en el lugar llamado
Beth-horon. Permítame pedirle que los observe en tres circunstancias.
En primer lugar, en el versículo
17 de este capitulo se nos dice que se escondieron en una cueva. Podríamos
preguntar como fue que llegaron a esconderse. Ellos tenían grandes ejércitos y
gran poder. ¿Cómo fue que Josué tuvo tanto éxito en hacerlos que se escondieran
de el atemorizados? Si se toman el tiempo para leer todo este capitulo por
ustedes mismos, descubrirán que una palabra se pronuncia cinco veces, y esta es
la clave para la victoria. La palabra es “Gilgal.”
Josué subió de Gilgal para
enfrentar al enemigo. Estaba de nuevo en ese lugar a la mitad de la
batalla, y cuando la batalla terminó,
cuando la victoria fue ganada, volvió allá otra vez. A través de toda esta
campaña, de principio a fin, el mantuvo abiertas las líneas de comunicación con
Gilgal. Confío de todo corazón que las lecciones de Gilgal hayan sido
aprendidas por todos nosotros.
Permítanme recordarles las grandes
palabras de verdad y salvación del Nuevo Testamento que tienen sus raíces
profundamente incrustadas en Gilgal. Aquí están; refresque su memoria. Era un
lugar de remembranza, en donde todo el pueblo de Dios
descendió a la muerte; era un lugar de resurrección, en donde todos juntos ascendieron a la vida junto
con su líder. Era un lugar de renuncia, en
donde se despojaron de su existencia carnal en el desierto; era un lugar de restauración, en donde volvieron a tener
comunión con el Señor. Era el lugar de realización, en donde comenzaron a gustar de la provisión de la
tierra; era el lugar de revelación, en
donde conocieron a su Comandante con espada desenvainada.
La vida cristiana tiene sus raíces
firmemente incrustadas en el Calvario, el lugar en donde morimos con Jesús y
resucitamos con Él, en donde hemos renunciado deliberadamente a la carnalidad y
hemos entrado en una relación de compañerismo vivo con nuestro Señor, en donde
hemos empezado a tomar de la fuerte provisión de Su Palabra y a darnos cuenta
cada momento de nuestras vidas que el comandantes de los ejércitos del Señor
esta con nosotros.
Gilgal no es solamente rendirse en
el principio, sino una actitud mantenida a través de toda la campaña. Por lo
tanto el secreto de esta total conquista en Beth-horon fue en primer lugar en
estas palabras—una actitud constante.
¿Esta la línea de comunicación
entre su vida y el cielo abierta hoy? No habrá victoria hasta que lo esté.
¿Puede usted volver su mirada hacia el rostro del Señor y saber que Su sonrisa
esta sobre usted? Quizás usted pensaba que el rendirse a Él se llevaba acabo en
un solo acto. Yo digo que no es un solo acto sino una actitud permanente, en la
cual se encuentra el único secreto de poder.
Observe aquí, en segundo lugar, a
los reyes en una posición aun más humillante. El versículo 24 nos dice que
fueron forzados a acostarse completamente sobre el suelo, y que a cinco de los
capitanes de Josué se les ordenó que pusieran sus pies sobre los cuellos de sus
enemigos. ¿Para qué iban ser tan humillados públicamente? Yo les diré porque:
fueron humillados delante del pueblo de Dios para que todo el ejército de
Israel pudiera saber que fue el Señor Él que había forjado la victoria. “Así
hará Jehová a todos vuestros enemigos.”
Mis amigos amados, el Señor
Jesucristo peleó en el Calvario por ustedes y por mí y ganó. Ni una sola parte
de su vida, ningún pecado arraigado y profundo o hábito o debilidad esta más
allá del alcance de la limpieza y la liberación por el poder de la sangre de
Jesús. Su salvación es una salvación que todo lo incluye para usted. El Señor
Dios ha peleado por ustedes mis amigos y alabado sea Dios el ha vencido.
Pero no era solamente para que
ellos pudieran saber que el Señor había obtenido la victoria para ellos. Era
también—y por favor marque esto con cuidado— para demostrarles a los israelitas
que la victoria que Dios había obtenido para ellos debía ser personalmente
apropiada por cada uno de ellos. “Así hará Jehová a todos vuestros enemigos contra los cuales peleáis.”
Pero quizás usted me diga, “Pero
la vida cristiana no es una vida de luchas, es una vida de fe.” ¿Esta usted
completamente seguro de eso? El rendirse a Cristo no es suficiente. Nuestra
consagración al Señorío de Cristo no es suficiente. No habrá victoria en el nombre
de Cristo sino hasta que usted declare guerra total contra todo lo que hay en
su vida que es pecaminoso. ¡Imagínese, usted y yo con nuestros pies sobre el
cuello de los celos, la soberbia, el espíritu de critica, o una lengua áspera!
¡Imagínese tener nuestros pies sobre toda cosa agobiadora en nuestro testimonio
cristiano!
Cada logro que yo haya alcanzado
en mi carácter cristiano será resistido por el diablo hasta que llegue el final
de mi peregrinar por esta vida, y no habrá una experiencia personal del poder
de Jesucristo en victoria sino hasta que yo le declare la guerra al pecado. Le
pregunto en el nombre del cielo, ¿Esta usted atacando por todos los frentes?
¿Se han identificado a si mismos como aquellos que le han declarado guerra a la
soberbia, a si mismos, a la lengua, a la critica, determinándose atacarlos y
vencerlos en el nombre de Jesús? Usted debe mantener constante esta actitud y
podrá declarar victoria.
La tercera cosa que quiero señalar
de esta historia es otra situación extraordinaria, cinco reyes colgados de
cinco árboles. ¿No fue esto demasiado duro? Pobres hombres, se habían escondido
en una cueva, y fueron sacados, y forzados a acostarse sobre el suelo para que
los capitanes de Josué pusieran sus pies sobre sus cuellos; eso seria
suficiente para un día. Porque no mandarlos de nuevo a la cueva y permitirles
que se quedaran allí—ellos estarían bien; estarían demasiado atemorizados para
volver a salir. ¡Que cruel fue Josué!
Les recuerdo de nuevo algo que
había mencionado anteriormente: que el propósito de Dios para esta tierra eran
Belén, el Calvario, y Pentecostés, y la iniquidad de los habitantes de la
tierra había llegado a su límite. No se debía permitir que nada estorbara al
completo propósito de Dios para la victoria—se tenía que acabar con todo. No
era suficiente dejar a cinco reyes acechando en una cueva—ellos tenían que
morir.
¡Oh, como he estado orando para
que el Espíritu Santo escriba esta tan importante verdad en sus corazones! Esto
no es consagración; de la que estoy hablando compañeros cristianos, es de la
santificación. En cada uno de nosotros existe la vieja naturaleza, un yo que es
incapaz de ser santo, que ha sido juzgado y condenado a morir en la cruz.
También en cada uno de nosotros existe una nueva naturaleza, la cual es incapaz
de pecar, la cual también nos ha sido impartida por la fe en Jesucristo nuestro
Señor. Pero es solamente en la medida en la que yo estoy preparado para
someterme a las heridas, a los clavos, a la crucifixión de mi mismo, que yo
podré disfrutar de la victoria en Cristo. No me atrevo a dejar ningún pecado
acechando dentro de lo más recóndito de mi corazón sin ser juzgado.
¿Se alegra usted por ser un
pecador perdonado? ¿Se alegra usted de estar cubierto con la sangre de Jesús y
de saber que va rumbo al cielo? Yo
también. ¿Se alegra usted entonces de saber que ahora pues, ninguna condenación
hay para los que están en Cristo Jesús?
Usted se alegra por todo eso, y esta cantando los cantos de Zion, pero, en su vida puede haber pecado que
nunca ha sido extraído, confesado, abandonado, juzgado, y condenado por usted.
¡Y se pregunta porque su testimonio no es radiante y eficaz!
Puede ser porque acechando dentro
de usted se encuentra una lengua dada a criticar a los demás—una lengua que
nunca ha muerto, o soberbia que nunca ha sido crucificada, o alguna pasión que
nunca ha sido confesada delante de Dios. Quizás un deseo egoísta por auto
glorificarse que aun esta vivo en alguna cueva dentro de su cuerpo. Oh, si, ha
sido perdonado; oh, si, se encuentra bajo la sangre; si, ya no hay condenación—
¡Aleluya por todo eso! Pero usted sabe por su propia experiencia que, de vez en
cuando, eso que se encuentra dentro de la cueva va a salir de repente, y antes
de que se de cuenta de lo que sucedió, usted será poco amable e injusto,
criticón y malhumorado. Satanás ha salido de su escondite y le ha hecho
tropezar.
Hay un solo camino real a la
victoria: una actitud de constancia en mantener, una victoria que declarar, y un peligro al cual evitar.
Protéjase bajo la sangre de la cruz, y haga su refugio en las heridas de Jesús;
nunca se haga al lado del pecado, sino declare una guerra total contra la
serpiente que lo acecha de dentro de su propio corazón. ¿Cómo es que esa
serpiente puede morir? ¡Jesús ya la mató por usted!
Los cristianos que decidieran
entrar en una verdadera experiencia de triunfo, a una fe que ataca,
determinaran que ya no serán sobrecargados por cosas de años pasados, sino que
entraran en una experiencia victoriosa. Esto es lo que harán: irán a algún
hermano contra el cual han pecado, y le pedirán perdón. Caerán a los pies del
maestro, y confesarán todo lo que pasó delante de Él. ¡Le darán gracias al
Señor Jesús por haber lidiado con este pecado en el Calvario! Le darán gracias
que aun cuando ya están en otra etapa de su vida aun pueden obtener victoria
sobre su egoísmo, y sobre su lengua, y sobre su afán de criticar, y sobre su
juicio, y todo lo demás.
¿Y luego que es lo que harán?
Volverán su vista hacia el rostro del Señor viviente y pondrán sus pies por fe
sobre el enemigo, y dirán, “Así hará Jehová a todos mis enemigos contra los
cuales yo peleo.” Luego por primera vez en sus vidas saldrán a atacar en todos
los frentes, declarando guerra total en su alma contra todo lo que no ha sido
juzgado, condenado, y confesado delante de Dios.
Peleen la buena batalla con todas sus fuerzas;
Cristo es su fuerza y Cristo su derecho;
Asiesen de la vida, y esta será
Su gozo y corona eterna.
Vida Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué
Copyright © 2007 by the Redpath Family
Copyright © 2007 by the Redpath Family
Traducido por Carlos Alvarado