miércoles, 18 de julio de 2012

La Vida Cristiana Victoriosa Capitulo Diecinueve

Por Alan Redpath

Principios Para Seguir

Josué 23:11

1 Aconteció, muchos días después que Jehová diera reposo a Israel de todos sus enemigos alrededor, que Josué, siendo ya viejo y avanzado en años, 
2 llamó a todo Israel, a sus ancianos, sus príncipes, sus jueces y sus oficiales, y les dijo: Yo ya soy viejo y avanzado en años. 
3 Y vosotros habéis visto todo lo que Jehová vuestro Dios ha hecho con todas estas naciones por vuestra causa; porque Jehová vuestro Dios es quien ha peleado por vosotros. 
4 He aquí os he repartido por suerte, en herencia para vuestras tribus, estas naciones, así las destruidas como las que quedan, desde el Jordán hasta el Mar Grande, hacia donde se pone el sol. 
5 Y Jehová vuestro Dios las echará de delante de vosotros, y las arrojará de vuestra presencia; y vosotros poseeréis sus tierras, como Jehová vuestro Dios os ha dicho. 
6 Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra; 
7 para que no os mezcléis con estas naciones que han quedado con vosotros, ni hagáis mención ni juréis por el nombre de sus dioses, ni los sirváis, ni os inclinéis a ellos. 
8 Mas a Jehová vuestro Dios seguiréis, como habéis hecho hasta hoy. 
9 Pues ha arrojado Jehová delante de vosotros grandes y fuertes naciones, y hasta hoy nadie ha podido resistir delante de vuestro rostro. 
10 Un varón de vosotros perseguirá a mil; porque Jehová vuestro Dios es quien pelea por vosotros, como él os dijo. 
11 Guardad, pues, con diligencia vuestras almas, para que améis a Jehová vuestro Dios. 
12 Porque si os apartareis, y os uniereis a lo que resta de estas naciones que han quedado con vosotros, y si concertareis con ellas matrimonios, mezclándoos con ellas, y ellas con vosotros, 
13 sabed que Jehová vuestro Dios no arrojará más a estas naciones delante de vosotros, sino que os serán por lazo, por tropiezo, por azote para vuestros costados y por espinas para vuestros ojos, hasta que perezcáis de esta buena tierra que Jehová vuestro Dios os ha dado.
14 Y he aquí que yo estoy para entrar hoy por el camino de toda la tierra; reconoced, pues, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, que no ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado ninguna de ellas. 
15 Pero así como ha venido sobre vosotros toda palabra buena que Jehová vuestro Dios os había dicho, también traerá Jehová sobre vosotros toda palabra mala, hasta destruiros de sobre la buena tierra que Jehová vuestro Dios os ha dado, 
16 si traspasareis el pacto de Jehová vuestro Dios que él os ha mandado, yendo y honrando a dioses ajenos, e inclinándoos a ellos. Entonces la ira de Jehová se encenderá contra vosotros, y pereceréis prontamente de esta buena tierra que él os ha dado. 
—Josué 23:1–16

El capitulo 23 del libro de Josué nos trae a un tiempo en el cual mas de veinte años han pasado desde que los israelitas entraron en la tierra de Canaán. La intensidad de esa campaña, las responsabilidades del liderazgo, el pasar de los años no habían sido en balde para su gran líder guerrero y habían dejado su marca sobre él. Ahora encontramos que él mismo ha dicho que ya es viejo y avanzado en años. En todo su alrededor el estaba viendo a gente que el había guiado a la tierra de bendición establecerse, aparentemente contenta con compartir la ocupación de la tierra con los pueblos de los cuales Dios les había mandado que echaran fuera. 

Al acercarse al cierre de su vida terrenal, Josué sintió el peligro de la transigencia del pueblo y lo confrontó. Primero llamó a sus líderes, y luego a las tropas, para darles a cada uno su mensaje de despedida. Usted se puede imaginar la escena cuando este viejo guerrero se dirigió a su pueblo. Caleb debía estar ente ellos. Finees el sumo sacerdote debía estar allí también. Muchos de los que habrían participado en cada batalla desde el día en el que habían cruzado el Jordán, y que habían permanecido firmes al lado de su líder en las buenas y en las malas, estarían presentes. Otros también estarían presentes: las nuevas generaciones aspirantes al liderazgo, ansiosos por seguir adelante con su vida y la conquista. 

En su discurso Josué habló a los líderes de los principios que tendrían que seguir si era que iban a establecerse firmemente en la tierra de bendición. Luego habló (capitulo 24) a las tropas en cuanto a las promesas que podrían recibir si era que iban a ver todas sus esperanzas materializarse. Mi corazón se emociona al escucharlo hablar de la fidelidad de Dios a través de los años que habían pasado diciendo, “No ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado ninguna de ellas.” (23:14). 

Desearía poder hablar a ustedes con una madurez y experiencia como la de Josué. ¡Como desearía que alguien pudiera volver de la eternidad para que hablara por unos momentos acerca de las cosas de Dios! Hay algunas cosas que un hombre de mediana edad puede decir en medio del conflicto y la batalla de los años que pueden aportar inspiración y ayuda. Pero lo mejor es escuchar la experiencia madura de un hombre que ha pasado por el conflicto de la vida diaria, que esta a punto de retirarse de la escena. Yo daría cualquier cosa por sentarme a los pies de tal hombre. 

Pero esto es solo un deseo y definitivamente imposible. Debo entonces pedirle, por lo tanto, que me aguante un poco mientras pongo delante de usted los principios a seguir para que pueda vivir diariamente en la salvación de Dios. Yo hablaría primordialmente a aquellos entre ustedes que se encuentran en el liderazgo cristiano y a los que se están preparando para ello—a los ministros, misioneros, oficiales de la iglesia, y los líderes. Quizás podríamos aprender juntos de este gran guerrero Josué, al Espíritu Santo enseñarnos a nosotros, algunos de los grandes principios para vivir en la tierra de bendición.

Ante todo, Josué hablo al pueblo acerca de los peligros de la apostasía. Su mayor preocupación parecía ser que aun había siete naciones que aun compartían la tierra de Canaán con el pueblo de Dios. Estas naciones son mencionadas siete veces en este capitulo—se menciona lo que Dios les había hecho en el pasado y como Él estaba preparado para expulsarlas de la tierra, y, cuan grande tentación serían para el pueblo de Dios si se les permitía permanecer en la tierra, porque su presencia sin duda los llevaría a mezclarse con ellas y a la adoración de dioses falsos. 

Ya hemos dicho que el libro de Josué es la contra parte del libro de Efesios en el Nuevo Testamento. Recuerdo las palabras del gran Apóstol Pablo cuando estaba a la orilla del mar en Éfeso despidiéndose de los ancianos de la iglesia: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual Él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño… Por tanto, velad.” (Hechos 20:28–31).

No existe un nivel de experiencia cristiana al que cualquiera de nosotros podamos llegar de donde finalmente no nos podamos regresar. Podríamos inclusive dar la espalda, aun en nuestra vejez, a toda la luz del evangelio que hemos recibido. Oh, las alturas desde donde muchos cristianos han caído, y las profundidades a las que han llegado. En cualquier etapa de nuestro peregrinar por esta tierra podemos contar la sangre del pacto por medio del cual hemos sido santificados como cosa inmunda, y hacerlo a pesar del Espíritu de gracia. Podemos tirar por la ventana todo el tesoro de la experiencia espiritual acumulada durante toda una vida, aun en las últimas etapas de esta vida terrenal. 

Mis amigos, al meditar delante de la presencia de Dios, ¿No es cierto que a veces la memoria a menudo nos habla y nos recuerda las promesas de los días pasados? ¿No es cierto que la memoria a menudo traiga vívidamente a nuestro corazón y mente las brillantes promesas de la primavera de nuestras vidas? ¿No es triste a veces contrastar los años de juventud con las cosechas del otoño? Vuelva atrás veinte años, treinta años, o más, a los días de su adolescencia y de su juventud. Piense en la promesa y la esperanza, piense en los sueños y las ambiciones que eran suyas. Piense en como anhelaba a Dios, la pureza, la santidad—y considere su camino ahora. 

¿No es cierto que podemos ver en nuestro corazón ahora, y Dios perdónanos por ello, las marcas de la apostasía? ¿No es cierto que podemos observar la frialdad de nuestros corazones? ¿No es cierto que meditemos a veces en la falta de oración en nuestras vidas? ¿No estamos conscientes a veces de lo descuidado de nuestro caminar con Dios? ¿No vemos las deslumbrantes evidencias del descuido y el capricho en muchas de nuestras vidas? ¿Nos imaginamos que la lucha sería más fácil con el correr de los años? ¿Creímos acaso que la juventud sería el tiempo de mayor tentación? ¿Pensamos en realidad que durante nuestra juventud sería cuando mas duro tendríamos que luchar, que entra mas edad tuviéramos, la vida traería menos luchas? La verdad es que, descubrimos que la batalla se torna más severa con el paso de los años. Nadie en sus cinco sentidos diría que cualquiera que se halla propuesto cumplir con el propósito de Dios encontraría que el camino es fácil. El horrible peligro de la apostasía se encuentra en el camino del cristiano a cada paso. ¡Hay muy pocos que correrán la carrera bien hasta el fin! 

Con un profundo sentido de urgencia, casi temor, yo le preguntaría a usted, ¿existen señales de apostasía en su iglesia hoy? ¿Hay un liderazgo en su iglesia en el cual las garras paralizantes y frías de vidas sin oración amenazan con traer un desastre a su congregación? La pasión por las almas se congelará al menos que sea apoyada por un liderazgo dinámico y lleno de energía del Espíritu Santo. ¿Existe entonces un liderazgo tan débil e indiferente en su círculo, en su iglesia, como el que le he descrito? Hago la pregunta en el nombre del Señor, y usted debe contestarla. Déjeme pedirle ahora que observe los resultados inevitables de la apostasía. 

El primer resultado de la apostasía es la derrota: “Jehová vuestro Dios no arrojará más a estas naciones delante de vosotros,” (23:13). No había duda en la mente de Josué de que toda victoria había sido ganada por Dios Mismo. Josué lo dice en el tercer versículo de este capitulo: “Vosotros habéis visto todo lo que Jehová vuestro Dios ha hecho con todas estas naciones por vuestra causa; porque Jehová vuestro Dios es quien ha peleado por vosotros.”

Es seguro que, cuando el poder de Dios es quitado, inevitablemente la derrota sigue, porque la evidencia del poder de Dios es dada solamente a aquellos que son fieles a Él. Esta energía Pentecostal que levanta a la iglesia a un nuevo nivel espiritual le es quitada a todos menos al pueblo que es obediente. La apostasía nos llevará rápidamente a la derrota y la deshonra del nombre de Cristo. “El Señor no arrojará fuera al enemigo.” 

El segundo resultado de la apostasía es (lo encontramos en el mismo versículo): incomodidad. “Serán por lazo, por tropiezo, por azote para vuestros costados y por espinas para vuestros ojos.” El fallar en apresurarse al completo cumplimiento de los propósitos de Dios, la tolerancia del enemigo, y la voluntad para permitirle compartir la tierra resultará en una desesperada incomodidad. Cuan a menudo en la experiencia cristiana algún asunto no es tomado en serio. Cuan a menudo algún pecado no es deliberadamente echado fuera. Cuan a menudo vemos que la tentación que hemos consentido, alentado y en la cual nos hemos dado gusto se ha convertido en el azote y en la espina en nuestro costado. El cristiano transigente no es una persona feliz. Permita que el enemigo permanezca en la vida cristiana, permítale afianzarse y pronto se convertirá en un azote. 

El tercer efecto de la apostasía es la vergüenza. “Entonces la ira de Jehová se encenderá contra vosotros, y pereceréis prontamente de esta buena tierra que Él os ha dado.” (23:16). Seguramente, preguntará usted, ¿debe haber alguna forma de prevenir esto? De hecho la hay, y Josué, en su advertencia acerca de los efectos y resultados de la apostasía, fue cuidadoso en decírselo al pueblo de Dios. En este capitulo propuso tres cosas esenciales para salvaguardarlos de la apostasía. 

En primer lugar esta, la obediencia. “Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra.” (23:6). Usted recordará que el mismo mandamiento le fue dado a Josué cuando aun era joven, cuando tomo el mando en el lugar de Moisés. Cuan verdadero es que los grandes principios de nuestra fe son transmitidos de generación a generación. Cada era y cada generación de la iglesia es llamada a marcar, aprender, a digerir los grandes principios de la vida cristiana, el primero de los cuales es la obediencia. 

Decimos que creemos en la Biblia— ¡Gracias a Dios que creemos! ¿Pero la obedecemos? Decimos creer en ella desde el Génesis hasta el Apocalipsis, pero¿vivimos 24 horas al día a la luz de sus enseñanzas? ¿Alguna vez ha ido a su Biblia en sus momentos de quietud, y oyó la voz de Dios hablándole, y luego se apresuro a dejar ese momento de quietud para irse a escribir una carta, contestar una llamada telefónica, o a platicar con su esposa, porque el Espíritu puso algo en su corazón con lo cual no quiere lidiar? 

¿Por qué es que la gente no ora más? ¿Por qué es que la gente no lee más su Biblia? ¿Por qué es que los cristianos de hoy no pasan más tiempo con Dios? Yo puedo darle una buena razón: a veces es demasiado incomodo. Porque, amigos míos, cuando usted se vuelve al Libro, una y otra vez el Espíritu de Dios le hablará acerca de este pecado, aquel habito, su falta de oración, su falta de amor. Él lo comenzará a convencer y a hacer sentir convicción hasta que Él lo traiga a la completa sumisión al Salvador. Su falta de obediencia ha causado que usted se aparte completamente de su tiempo de quietud y oración. 

La segunda gran salvaguarda contra la apostasía es la separación. Asegúrense, “de no mezclarse con estas naciones,. . . ni siquiera mencionen los nombres de sus dioses,. . . sino sigan a Jehová su Dios” (23:7–8). Claro que esto quería decir que debían permanecer resueltamente distantes del trato social de los cananitas y sus pecados.

Significa lo mismo para el cristiano de hoy. Significa mantenerse transparentemente claros de la mundanalidad. La gente debe dejar de jugar al cristianismo y luchar verdaderamente contra el pecado y Satanás. Nos justificamos por hacer cualquier cosa mundana si tenemos después una pequeña plática devocional. ¡Dios perdónanos! ¡Que hipocresía! La separación es parte de del método para evitar la apostasía, lo que significa no transigir en nada con el mundo. Desde luego, que esto es negativo, pero el aspecto positivo es “seguir a Jehová tu Dios.” El cristiano separado no es alguien que se aferre a las cosas; el cristiano separado es aquel que ama al Señor con todo su corazón y no desea nada más. 

De la misma manera, cuan fácil es con el pasar de los años permitir solo un poco de flojera, la cual no le hace mucho daño a usted, pero como lastima a la persona que le este viendo a usted como ejemplo. Quizás usted se excuse a si mismo por estar pasando demasiado tiempo en su periódico, demasiado tiempo con su radio o televisión, diciendo, “Esto no me hará ningún daño,” pero esto no quiere decir que no haga daño a los que se vuelven a usted buscando su liderazgo, y su ejemplo de lo que es vivir una vida consagrada. Quizás usted diga, “No importa mucho que yo no asista a la reunión de oración. Nadie me echara de menos.” ¿Cuántos jóvenes dirían, “No importa si oro o no—él no asiste, y yo simplemente lo sigo a él”?

La tercera salvaguarda contra la apostasía es la más importante de todas. Es esto: “Guardad, pues, con diligencia vuestras almas, para que améis a Jehová vuestro Dios.” (23:11). Oh, mis amigos, el fallar en obedecer, en no mantener estándares de separación, pueden ser siempre rastreados a la falta de devoción. “Si me amáis,” dijo el Señor Jesús, “guardad mis mandamientos.” Si, fallar en estar separados, descuidados en nuestro caminar, en vivir una vida sin oración, todo puede ser rastreado a un corazón que no ama realmente a nuestro Salvador. 

¡Cuan apropiadas son estas palabras al llegar al fin de su vida! Los años anteriores habían estado llenos de batallas y derramamiento de sangre, pero ahora el guerrero se ha convertido en un hombre de paz. La tormenta de los años anteriores se calma y en el atardecer de su vida, el hombre que siempre ha estado luchando ahora dice, “Guardad vuestras almas para que amen.”

Todo esto trae a la mente esa escena a la orilla del mar el día en el que el Señor Jesucristo miró a Pedro fijamente y dijo, “Simon, ¿me amas tu mas que estos?” Todo dependía de su respuesta. Ame a Cristo y lo único que le traerá contentamiento será poseerlo completamente a Él. Ámelo a Él y será audaz para testificar. Ámelo a Él, y usted amará Su libro y Su ley. Ámelo a Él, y usted nunca buscará un amor humano que sea contradictorio al amor de Dios. Ámelo a Él, y usted lo poseerá a Él y usted será poseído por Él. Las cosas que de otra manera serian azotes y espinas en su costado serán peldaños a una experiencia mas profunda y completa de Su gracia y Su poder. Ámelo a Él, y también amará a otros que lo aman. “Asegúrense de amar.”

Si yo pudiera escoger el tema del último sermón que fuera a predicar, este seria mi texto. Estoy seguro de que si los santos de Dios de generaciones pasadas pudieran hablara a la luz de lo que han visto en la eternidad, a la luz de lo que saben acerca del cielo y el infierno, lo que ellos nos dirían a todos nosotros serían estas palabras—“Asegúrense de amar.” Porque la más grande salvaguarda contra el descuido de nuestro caminar, contra un espíritu sin oración, contra la frialdad del corazón es el amor. Aquello que levanta al cristiano y a la iglesia a un nuevo nivel de plenitud en su experiencia, el factor más grande para el avivamiento en la iglesia de hoy no es que busquemos defender la verdad, sino el amor de nuestros corazones, llenos con el Espíritu Santo. 

El amor es de Dios—Dios es amor. Solo el amor puede vencer a la discordia. Solo el amor puede unir a la familia dividida de los redimidos. Por lo tanto, si usted ama con pureza, sin egoísmo y con todas sus fuerzas, debe saber lo que es amar a su Salvador. Si es que vamos a poder dar amor primero debemos recibir amor. Si es que vamos a poder transmitir, primero debemos absorber. Si es que vamos a poder esparcir amor, primero debemos poseerlo en nuestros corazones. 

La experiencia de ese amor en nuestros corazones viene a través del Espíritu Santo, quien es quien derrama sobre nosotros el amor de Dios. El hombre que conoce el amor como este ya ha entrado en una pequeña esquina del cielo; ya no tiene hambre, ni tampoco tiene sed, pues ha vivido la experiencia del cumplimiento de la palabra de Jesucristo, “El agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” (Juan 4:14).

Ríndase al Espíritu de Dios. No descanse sino hasta que haya recibido su porción de Pentecostés. Recuerde que la prueba del amor no son los sentimientos ni las emociones ni las palabras, sino la obediencia, porque “él que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama.” (Juan 14:21). 

El himno de Charles Wordsworth, parafrasea una porción de I Corintios 13, trae un mensaje directo a nuestro corazón: 
Espíritu de Gracia, Espíritu Santo, 
Enseñados por Ti codiciamos más 
Que todos los dones de Pentecostés, 
El santo amor celestial. 

Fe para mover los montes, 
Lenguas de la tierra y celestiales, 
Ciencia y todo aquello que ya vano se probó 
Sin tener del cielo el amor. 

El amor sufrido y benigno es; 
El amor es manso y nos busca el mal; 
El amor más fuerte que la muerte, 
Por lo tanto danos el amor. 

La profecía un día acabará, 
Derretida por la luz; 
Pero el amor por siempre permanecerá— 
Por lo tanto danos el amor. 

Fe y esperanza y amor podemos ver 
Juntos de la mano otra vez, 
Pero el mayor de estos tres, 
Lo mejor el amor es. 

Bajo la cobertura 
De Tu ala dorada y plateada, 
Sobre los que bajo ella se refugian, 
Derrama Tu santo, y celestial amor. 

¡Si! Ese es el secreto—la gran salvaguarda contra la apostasía—el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. (Romanos 5:5).

Vida Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué 
Copyright © 2007 by the Redpath Family 
Traducido por Carlos Alvarado