lunes, 23 de mayo de 2011

Adoremos Con todo lo que Somos y Con Todo lo que Tenemos

Por Carlos Alvarado

Juan 12:3

3 Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.

Me encanta este pasaje de las escrituras por que aquí tenemos un ejemplo de cómo acercarnos al Salvador de nuestras almas en verdadera adoración.

En primer lugar vemos que al acercarnos a Jesús en adoración es apropiado traer a El ofrendas de, y por las bendiciones materiales que Dios nos ha dado. Aquí leemos acerca de María y de cómo ella ungió a nuestro Señor con un aceite de nardo puro de mucho precio. Este es un pasaje en el cual nos damos cuenta de lo mucho que significaba Jesús para María. El era tan importante para ella que estaba dispuesta a usar este tesoro tan especial para mostrar su amor y adoración al Señor.

En segundo lugar vemos que lo ungió. Esto es algo muy intimo y personal, ello tuvo que poner sus manos sobre El para poder aplicar este aceite  o perfume sobre Jesús. En Mateo 26:7  y en Marcos 14:3 dice que vino a él una mujer, (María)  con un vaso de alabastro de perfume de gran precio,  y lo derramó sobre la cabeza de él,  estando sentado a la mesa.

Entonces, ella tomo el frasco, lo rompió, tomó del aceite y ungió la cabeza del Señor con sus manos, luego ungió Sus pies y no solo eso sino que los enjugó con sus cabellos que quiere decir que el aceite que estaba de más sobre los pies de Jesús, ella lo absorbió con sus cabellos. Todo esto tomo tiempo, esfuerzo, dedicación y no solo eso sino que lo que María estaba haciendo lo estaba haciendo solo por y para el Señor. La única satisfacción que esto traería a ella era saber que se había entregado completamente con todo lo que tenía a aquel que ella reconocía como su Señor.

En tercer lugar, vemos que todo esto que María hizo lo hizo delante de otras personas. No le importó lo que fueran a decir de ella, no le importó que la fueran a criticar, algo que de hecho leemos que algunos hicieron diciendo que esto era un desperdicio. No le importó tener que olvidarse de si misma y dar no solo su tesoro sino entregarse ella misma en la adoración. Lo único que ella ha de haber estado pensando era que este era Jesús El Hijo de Dios, y El era digno de toda adoración.

Oh que podamos darnos cuenta de lo digno que es nuestro Señor y Salvador Jesús de recibir toda nuestra adoración y que nos demos a la tarea de adorarlo siempre con nuestro tiempo, nuestro talento y también nuestro tesoro.

A menudo los cristianos oramos y decimos "Señor, hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo. De acuerdo con lo que dice en Apocalipsis 5:12  en el cielo Jesucristo es reconocido como “El Cordero que fue inmolado" y se nos dice que "El es digno de tomar el poder,  las riquezas,  la sabiduría,  la fortaleza,  la honra,  la gloria y la alabanza."

Como cristianos, como quienes profesamos creer que Jesús es quien dijo ser, ¿estamos haciendo lo que en el cielo se hace y se hará por la eternidad? ¿Estamos dispuestos a dar a aquel que llamamos nuestro Señor el poder,  las riquezas,  la sabiduría,  la fortaleza,  la honra,  la gloria y la alabanza? ¿Estamos dispuestos, como María a perdernos nosotros mismos en la adoración de nuestro Señor y Dios?

Bendiciones a todos y hasta la próxima. 

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lunes, 16 de mayo de 2011

La Vida Cristiana Victoriosa Capitulo Nueve

Por Alan Redpath

Reveses—Su Causa y Su Remedio

Josué 7:13

Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema; porque Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel.
Después Josué envió hombres desde Jericó a Hai, que estaba junto a Bet-avén hacia el oriente de Bet-el; y les habló diciendo: Subid y reconoced la tierra. Y ellos subieron y reconocieron a Hai.
Y volviendo a Josué, le dijeron: No suba todo el pueblo, sino suban como dos mil o tres mil hombres, y tomarán a Hai; no fatigues a todo el pueblo yendo allí, porque son pocos.
Y subieron allá del pueblo como tres mil hombres, los cuales huyeron delante de los de Hai.
Y los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron desde la puerta hasta Sebarim, y los derrotaron en la bajada; por lo cual el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua.
Entonces Josué rompió sus vestidos, y se postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová hasta caer la tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre sus cabezas.
Y Josué dijo: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán!
¡Ay, Señor! ¿Qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos?
Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos rodearán, y borrarán nuestro nombre de sobre la tierra; y entonces, ¿qué harás tú a tu grande nombre?
Y Jehová dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro?
Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres.
Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros.
Levántate, santifica al pueblo, y di: Santificaos para mañana; porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay en medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros.
Os acercaréis, pues, mañana por vuestras tribus; y la tribu que Jehová tomare, se acercará por sus familias; y la familia que Jehová tomare, se acercará por sus casas; y la casa que Jehová tomare, se acercará por los varones;
y el que fuere sorprendido en el anatema, será quemado, él y todo lo que tiene, por cuanto ha quebrantado el pacto de Jehová, y ha cometido maldad en Israel.
Josué, pues, levantándose de mañana, hizo acercar a Israel por sus tribus; y fue tomada la tribu de Judá.
Y haciendo acercar a la tribu de Judá, fue tomada la familia de los de Zera; y haciendo luego acercar a la familia de los de Zera por los varones, fue tomado Zabdi.
Hizo acercar su casa por los varones, y fue tomado Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá.
Entonces Josué dijo a Acán: Hijo mío, da gloria a Jehová el Dios de Israel, y dale alabanza, y declárame ahora lo que has hecho; no me lo encubras.
Y Acán respondió a Josué diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel, y así y así he hecho.
Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello.
Josué entonces envió mensajeros, los cuales fueron corriendo a la tienda; y he aquí estaba escondido en su tienda, y el dinero debajo de ello.
Y tomándolo de en medio de la tienda, lo trajeron a Josué y a todos los hijos de Israel, y lo pusieron delante de Jehová.
Entonces Josué, y todo Israel con él, tomaron a Acán hijo de Zera, el dinero, el manto, el lingote de oro, sus hijos, sus hijas, sus bueyes, sus asnos, sus ovejas, su tienda y todo cuanto tenía, y lo llevaron todo al valle de Acor.
Y le dijo Josué: ¿Por qué nos has turbado? Túrbete Jehová en este día. Y todos los israelitas los apedrearon, y los quemaron después de apedrearlos.
Y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta hoy. Y Jehová se volvió del ardor de su ira. Y por esto aquel lugar se llama el Valle de Acor, hasta hoy.
Josué 7:1–26

El séptimo capitulo del libro de Josué comienza con un ominoso “Pero. . .”
Hasta aquí el pueblo de Dios ha sido completamente victorioso en cruzar el Jordan; en entrar a la tierra, en lidiar con Dios en Gilgal, y en Jericó. Hasta aquí la historia entera ha sido una historia de éxito. Pero aquí encontramos a los hijos de Israel en completa retirada. Encontramos a Josué sobre su rostro delante de Dios, lleno de consternación.

El había contado con victorias sin interrupción en la tierra; el se sentía seguro de que no habría mas derrota, que nunca jamás fallaría su pueblo Israel. Parecía ahora, o que Dios los había abandonado o que Dios mismo no tenía la habilidad para lidiar con el poderoso enemigo de la tierra de Canaán. Israel parecía encontrarse en u peligro desesperante. Obviamente su fortaleza y recursos en si mismos no eran del todo adecuados para derrotar a los ejércitos de Canaán. Solo habían establecido un puente a la tierra, y pareciera que bien podrían ser echados de nuevo al Río Jordan.

Aun peor, que gran descrédito se le daría al nombre del Señor si esto sucediera. “¡Ah, Señor Jehová!” clamó Josué, “¿qué harás tú a tu grande nombre?” Su principal preocupación no era que Israel había sido derrotado, sino que el nombre de Jehová había sido deshonrado.

La Victoria sin interrupciones era verdaderamente el propósito de Dios. La derrota en Ai, la cual se nos recuenta en el séptimo capitulo de Josué, fue la única derrota que sufrieron durante su conquista de la tierra de Canaán. La derrota en Canaán puede suceder pero no tiene por que ser así.

Una vida de continua victoria sobre el pecado, es el propósito de Dios para todo hijo Suyo redimido por la sangre de Cristo. Sin embargo, Dios no hace que sea imposible que sus hijos pequen: El siempre hace que sea posible que Sus hijos no pequen. Puede que la derrota llegue a la vida del cristiano, pero no es necesario que esto suceda.

Desde luego, que el Hijo de Dios que ha avanzado hacia delante a entrar en el terreno de la plena salvación y esta declarando la victoria que es en Cristo Jesús se encuentra en un peligro más agudo de derrota que el que no ha llegado tan lejos. El hijo de Dios que se ha determinado vivir el en centro de la voluntad de Dios deja de vivir, por así decirlo en el refugio que ofrece el valle. Este ahora se encuentra expuesto; esta en un plano mas alto, en donde las tormentas golpean con toda su furia. Por que se ha determinado a no estar contento con nada que sea menos que lo mejor que Dios tiene para el, este hombre o mujer de Dios están mas sujetos a las sutilezas del diablo- de hecho estas personas son un blanco de primera clase para el.

La derrota, vuelvo a repetir, no tiene por que suceder, pero puede que suceda. Y si es así, es esencial que al momento, se descubran las razones por las cuales este fracaso se dio, y es necesario buscarlas y deshacernos de ellas. Quiero brevemente examinar con ustedes las razones por las cuales el fracaso de Ai se dio, y creo que al hacer esto vamos a exponer algunas de las razones por las cuales todos hemos fallado en nuestra vida cristiana.

La primera razón por la que se dio el fracaso de Ai, esta derrota de los ejércitos de Israel, fue, manifiestamente, el auto confianza. Era una ciudad pequeña comparada con Jericó, que había quedado en ruinas, y parecía que no era de ninguna manera necesario, que todo el ejército de Israel la atacara. Unos cuantos millares de hombres serían suficientes, dijeron aquellos que habían ido a reconocer el terreno. Se reportaron con Josué, “Ai es muy insignificante. No molestes a todo el ejercito, solo envía a dos o tres mil hombres.”

Ese argumento estaba basado en la suposición de que Israel había capturado Jericó. De hecho lo único que hicieron fue caminar alrededor de los muros y gritar; había sido Dios el que había capturado a la ciudad. El silencio que reinaba sobre la ruinas de Jericó no eran un testimonio a la fortaleza del pueblo de Dios, sino un testimonio del poder de Jehová Mismo. El argüir como los hijos de Israel lo hicieron en Ai era suponer que a raíz de lo que sucedió en Jericó, alguna calidad de grandeza y fortaleza les había sido impartida que les ayudaría a permanecer en buen estado a través de todas sus campañas futuras.

Marque bien esta lección en su propia vida Cristiana: no hay experiencia más peligrosa en la vida cristiana que la euforia de la victoria. No hay momento tan peligroso como cuando, por primera vez en su vida Cristiana, el hombre de Dios vive la experiencia de ser liberado del pecado. Es durante estos tiempos en los que nos empezamos a enorgullecer en nosotros mismos, y hacemos alarde de que nuestro propio brazo nos ha salvado. Tan fácilmente nos imaginamos que por que hemos logrado la victoria una vez, Dios nos ha impartido alguna clase de fortaleza nueva que nos llevará a través de nuestro peregrinar terrenal.

Desafortunadamente, ¡cuan completamente contrario es esta manera de pensar a la realidad! La verdad es que, aparte de la gracia de Dios y la sangre de Jesús, la tentación más pequeña será demasiado ponderosa para nosotros. Las victorias que logramos en nuestro compañerismo con el Cristo resucitado no nos imparten fortaleza alguna. La victoria que usted logró ayer no le traerá poder el día de hoy. La mayor lección que el hijo de Dios tiene que aprender es la lección aprendida por el Apóstol Pablo, que “en mi carne no mora el bien,” que “cuando soy débil, entonces soy fuerte”; por que la mas grande causa del fracaso en la vida cristiana es esto: imaginarse que la Victoria que Dios nos ha dado nos a impartido fuerza a nosotros para ganar toda batalla, cuando de ninguna manera ha sido esto lo que sucedió. Recuerde esto amigo cristiano, la primera razón por la que se dio la derrota en Ai fue la auto confianza.

La segunda causa por el fracaso de Israel en Ai fue, manifiestamente, su descuido de la oración. Esta muy claro, al leer el Segundo versículo, que Josue en esta ocasión no esperó en Dios. No volvió a Gilgal. Eufórico por la victoria lograda en Jericó, el inmediatamente hizo planes para capturar la siguiente porción del territorio. Si el se hubiera postrado en humildad al tiempo que el pueblo gritaba la Victoria en Jericó, nuca hubiera sido humillado en el polvo por la derrota sufrida en Ai. Si el tan solo hubiera buscado el consejo de Dios al momento del triunfo, el hubiera discernido inmediatamente que había pecado en el campamento. Cuando fallamos en orar nos hacemos insensibles al pecado.

Si oras en el tiempo de Victoria nunca tendrás que rogar durante un tiempo de derrota. De hecho, rogar a Dios durante el tiempo de derrota no sirve de nada: ahora era el tiempo de hacer algo al respecto. “¿Por qué te postras así sobre tu rostro?” fue la reprehensión que Josue escucho de parte de Dios. Este no era el tiempo de estar en oración; era la hora para tomar acción, para la inflexible exterminación del pecado. Si a la hora de la victoria Josue se hubiera humillado a si mismo delante de Dios, El le hubiera revelado que se estaba dirigiendo hacia un desastre al menos que lidiara con algo que estaba escondido en el corazón del pueblo.

Una de las más grandes tentaciones que se te pueden presentar después de que has probado que Dios puede darte la victoria, es el descuidar la oración. Cuando piensas que eres fuerte y que ya no necesitas orar, entonces apagaras tu sensibilidad al pecado. Es solo la oración en el tiempo de victoria que hace al hombre de Dios darse cuenta de que tendrá que enfrentar la derrota de nuevo al menos que mantenga un continuo contacto con el Señor Jesucristo. El momento de la victoria es el momento de la humillación. Cuando uno pasa por la emoción y el entusiasmo de que Dios le haya liberado del pecado, ese debe ser el momento, no de orgullo y soberbia, sino de humildad.

Me pregunto cuantos de nosotros como cristianos hemos caído en la derrota y la desilusión en nuestra vida Cristiana por que no hemos orado—cuando nuestros sentidos fueron adormecidos, y ya no estábamos agudamente concientes de que el pecado aun estaba presente, y de que Satán se aprovecharía de esto al menos que nos asiéramos del Señor Jesucristo.

La tercera razón por la derrota de Israel en Ai fue la desobediencia. Que declaración tan asombrosa encontramos en el versículo 11. Dios habla a Josue y le dice, “Israel ha pecado; y también han tomado del anatema” algunas versiones leen han tomado de las cosas dedicadas; o sea, algo que se debía apartar para Dios.

Ahora, marque bien una lección aquí para todos los tiempos. ¿Que fue exactamente lo que había pasado? Un hombre había robado lo que le pertenecía a Dios, tomó del botín de la victoria que debía ser separado para Dios. Un individuo en el campamento había traicionado la confianza de Dios, y el veredicto proclamado en el cielo no fue, “Acán ha pecado,” sino “Israel ha pecado.” Un hombre había fallado y todo el ejército fue derrotado. Mire usted, los hijos de Israel era una nación—fueron traídos al territorio de la redención como un solo hombre, tanto el mas débil de ellos como el mas fuerte de ellos. Eran una entidad completa; Dios estaba lidiando con ellos como un cuerpo corporativo a través de quienes Sus propósitos para los hombres debían ser cumplidos. Aquí en Ai, por lo tanto, el veredicto del cielo sobre el pecado de un miembro de la comunidad fue, “Israel ha pecado.”

Confío en que el Espíritu Santo escribirá esta lección profundamente en sus corazones. Cuando un miembro de la congregación local es culpable de pecado delante de Dios, el veredicto del cielo es, “Mi pueblo ha pecado.” Cuando un hombre se aparta de la bendición y hace algo contrario a la voluntad de Dios, el veredicto del ojo de nuestro amo que todo lo ve es, “Mi pueblo ha pecado.”

Ningún cristiano individual puede pecar sin afectar a toda la iglesia. Ningún hijo de Dios puede enfriarse en su vida espiritual sin bajar la temperatura de todos los que lo rodean. La victoria de toda la comunidad depende de la vida victoriosa de cada miembro individual de la iglesia. Nunca debe pensar ningún cristiano que no es importante solo por que no esta haciendo algo específico para el Señor. Que nadie se imagine que se puede perder entre la muchedumbre y ser olvidado. Permítanme decir que el testimonio de su iglesia en su comunidad y a través de todo el mundo depende de la vida victoriosa de cada hombre y mujer que se encuentra en su lista de miembros. El testimonio de nuestra iglesia para la gloria de Dios es afectado por el testimonio de cada uno de nosotros. Si tan solo pudiéramos darnos cuanta de eso, cuan pronto reconoceríamos la necesidad de ayudarnos, fortalecernos y de orar los unos por los otros durante nuestra peregrinación por esta vida. La unidad del Espíritu y los lazos de paz son el testimonio de victoria en la casa de Dios.

Hubo tres razones por la derrota en Ai: La auto confianza, la falta de oración y la desobediencia. ¿Podrá ser que algún cristiano que ha entrado en la experiencia de Dios y ha declarado por fe la victoria de Cristo haya sido desilusionado y derrotado? Y ¿podrá ser que la razón de esto sea que ha confiado demasiado en si mismo, que no ha orado, y ha sido desobediente a Dios?

Pero debo pedirle que vea la cosa mas importante de todas, por que al determinar la causa de tal revés, debemos asegurarnos de que comprendemos cual es el remedio.

¿Que fue lo que finalmente trajo la victoria en Ai? Ante todo, hubo confesión. De alguna forma yo me identifico con lo que Acan sintió al mirar al ejercito de Dios en completa retirada, por que el sabía perfectamente bien que el tenía algo en su propia casa que le pertenecía a Dios que el había robado para si mismo. Y cuando vio a aquellos 36 hombres muertos en el campo de batalla le fue completamente claro a su pobre y desdichada conciencia que el era el responsable. Y cuando, según quedo registrado en el versículo 21 de este capitulo, el se enfrentó a la corte que Josué había asignado para juzgarlo, su historia fue, “Josue, vi, codicie, y tomé. Fueron los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida. Reconozco que soy culpable.” Bajo la carga de su culpabilidad su caída fue completa.

Me pregunto si usted y yo en verdad hemos visto al pecado por lo que es y hemos entendido que tan lejos llegan sus efectos. Alguien puede decirme “Yo nunca he sido culpable del pecado de Acan.” ¿A no? ¿Alguna vez ha tocado la vida de otro hijo de Dios y la ha lastimado? ¿Su influencia sobre algún amigo ha sido tan demoledora que el nunca volverá a ser el mismo? ¿Ha tomado de lo que le pertenece a Dios para si mismo? Ese fue el pecado de Acan —“Vi, codicié, tomé, y me quedé con ello.” Cristiano, ¿ha sido este tu fracaso? ¿Has ensuciado alguna vida con manos pecaminosas e influencia pecaminosa, y has tratado de encubrir las consecuencias? Eso fue lo que Acan hizo. A todos nosotros nos causa mas temor el que se nos descubra, que vergüenza por el pecado que hay en nuestro corazón. Nuestra primera reacción al remordimiento de nuestra conciencia es siempre planear que, de alguna manera, nuestro pecado no vaya a ser descubierto. Pero un día la red cae sobre nosotros, un día nuestro pecado es expuesto, y el Espíritu Santo dice, “Eres culpable.” Luego, en humildad delante de Dios y a menudo delante de Su pueblo, debemos decir, “Señor Jesús, vi, codicié y tome, y me quedé con ello.”

Por este gran pecado Acan y toda su familia fueron destruidos. ¡Que gran castigo! Cuan seguido me han sido citados estos versículos por gente que cree que el Dios del Nuevo Testamento no es el del Antiguo Testamento, personas que dicen que ellos nunca podrían adorar a o creer en un Dios que pudiera ser responsable por la destrucción de este hombre y toda su familia. Trae un sentido de horror a mi propio corazón al contemplar el odio que mi Dios y Salvador siente por todo lo que es pecado, y Su determinación en borrar de mi vida y experiencia todo lo que es contrario a Su voluntad.

La única forma de lidiar con la maldad que estaba causando la derrota a Israel y que estaba deshonrando el nombre del Señor, era raerla. A la luz de la Palabra de Dios, reconocer que hemos sido culpables no es suficiente. Se ha pasado alguna vez una hora preguntándose a si mismo, “¿Por que sucedió? ¿Cuál fue la causa? ¿Necesitaba suceder? ¿Por que lo permití? No oré, fui soberbio, fui desobediente.” Tiene que volver al punto en donde falló, en donde pueda ver la debilidad en su vida. Cuando llegue a la misma raíz, usted necesita volver su vista hacia arriba, hacia el rostro de Jesús y reconocer, “Vi, codicié, tomé,” y luego puede darle las gracias por que “si confesamos nuestros pecados, el es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (I Juan 1:9).

Lo único que se les pide a los cristianos para ser limpios de su culpa es confesar y abandonar su pecado. “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.” (Efesios 6:13).

Pero la Palabra de Dios también dice, no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros.” (Josue 7:13). Mis compañeros creyentes, en el nombre del Señor Jesucristo les ruego, con todo el amor que tengo en mi corazón por ustedes, o asegúrense de estar bien con Dios o salgan de la casa de El. Quizás las substracciones de la lista de membresía sería el primer paso hacia la victoria en muchas iglesias. Le pido a Dios, que cualquiera que sea el costo personal en términos de humillación delante de El y los hombres, usted busque a los Acanes en su vida —no se preocupe por los demás— y póngase bien con Dios. En la presencia del Señor Jesús vuélvase y deje su pecado y declare la limpieza de Su sangre.

Vida  Cristiana Victoriosa: Estudios en el Libro de Josué 
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